miércoles, 8 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #31

 

Hoy no hubo niebla, pero había una extraña brisa blanca y helada en el aire. Perdí el 195 así que tuve que tomar el TALP. Ahora tengo un gorro que me da aspecto de portuario, pero también mantiene las orejas abrigadas. Lo más destacado de hoy fue que me regalaron una planta. Fue un muchacho dueño de un vivero. Le entregué el documento de la hija sin el comprobante. Lo conozco hace muchos años y no le iba a hacer problemas por eso. Se puso tan contento que me dio la planta. La verdad que ni idea qué tipo de planta es. La metí en el canasto y la llevé conmigo mientras terminaba el reparto. Una señora me dijo que era de invierno. Otra me explicó que resiste la helada y que en verano hay que ponerla a la sombra y regarla con agua con hielo. Volví en el 195 con la planta. Bueno, si llegaron hasta acá, quisiera agradecerles. No voy a manguear cafecitos ni nada de eso, pero sí decir que hoy es el último de esta serie. El objetivo era acomodar las ideas y recuperar el ejercicio de la escritura. Tal vez vuelva a hacerlo en un tiempo, pero por estos días lo voy a dejar porque aparecieron ideas y quiero dedicarles algo de tiempo. Agradezco de corazón a los escasos, pero fieles lectores y lectoras. Un abrazo.

martes, 7 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #30

 Había empezado a trabajar con ellos un par de semanas atrás. Me contrataron para encargarme del buffet y tareas de limpieza. Era un centro cultural muy agitado. Todas las noches tenían actividades. No se acercaba mucha gente, pero eso no parecía desanimarlos. Se escuchaban sus voces entusiastas que clamaban diferentes consignas. No tengo mucha idea de política así que nunca entendí bien de lo que hablaban. A veces, alguno se acercaba al buffet y me pedía algo para tomar. Se quedaba acodado a la barra y largaba una sonrisa cansada. Todo bien, me preguntaba y yo le respondía con alguna frase de ocasión. Se llevaba el vaso y así todos se manejaban. Me tocaba limpiar el salón de eventos después de que lo usaran. Encontraba colillas de cigarrillos, tuqueras, vasos, envoltorios de caramelos, papeles con consignas, lapiceras. No se preocupaban demasiado por el orden y el aseo. A mí no me molestaba, al contrario, justificaba mi sueldo. Me esmeraba por dejarles el lugar impecable para que se dieran cuenta lo valioso que era tenerme ahí. De todos modos, no parecían percatarse. No se los veía demasiado conectados con aquello que los rodeaba. Supuse que así eran los hombres de ideas como ellos. Inmiscuidos en pensamientos profundos, no tienen espacio en su cabeza para lo que ocurre a su alrededor. Aquella noche, tal vez porque estaba aburrido, tal vez porque me distraje, por un momento presté atención a lo que hablaban. Uno de ellos, el gordo, vociferaba la necesidad de hacer algo. Basta de juntarnos a hablar, gritaba, tenemos que saltar a la acción. Todos asintieron con clamor. Hay que demostrarle a esta gente que vamos en serio, agregó el morocho. Pero cómo, fue la pregunta que alguien soltó y quedó pegada al aire del salón de eventos. El gordo se acercó a la puerta y la cerró. Al otro día, cerca de las seis, fue él quien se acercó a mí. Me pidió si le podía limpiar el auto. Le dije que no tenía los elementos para hacerlo, pero lo intentaría. El gordo portaba un gesto adusto y me dijo que sí con la cabeza mientras me alcanzaba la llave. Era un Ford Sierra modelo 98. La chapa estaba percudida y los vidrios llenos de polvo. Abrí el baúl y estaba vació. Sobre el tapizado, había cuero cabelludo pegado con sangre.

lunes, 6 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #29

 

Hoy hubo niebla. Creo que ya hablé de la niebla. La Plata es una ciudad húmeda y hay niebla cada quince días. La de hoy fue densa. La gente parecía sombras moviéndose por una marea blanca. La niebla es llamativa. La quietud que trae simula a nuestro alrededor una especie de soledad. Nos parece que la ciudad está deshabitada. Nos sumergimos en un territorio de ensueño donde los sonidos, las luces y las siluetas empiezan a ser lo único que tenemos para guiarnos. Ahí, como un sol obturado, el farol de la calle. Allá, el rugido de un auto o una frenada. Las baldosas flojas delatan a alguien que se acerca. Un hombre se corporiza, como si fuera vomitado por la niebla. Uno va sintiendo la humedad en la cara. El pelo se moja levemente y comienza a retorcerse. Sentís que una gota se estanca en el parietal. Es un lago imperceptible en la frente. Un movimiento brusco hace que caiga sobre el ojo. Te lo secás y observás una fina capa de puntos blancos que se mueve en el aire. El viento sacude apenas la cortina de humedad que no alcanza a ser una lluvia, pero moja. La ropa se convierte en una tela pastosa y fría, ya no protege de la baja temperatura, ha sucumbida ante el abrazo silencioso de la humedad. Las cosas se van empapando lentamente, el papel se ablanda y pierde sensibilidad. El óxido anida en todas las puertas y picaportes que reciben el beso húmedo de la niebla. Los huesos duelen, crujen, se vuelven una bisagra rechinante y vencida. Las paredes se descascarán, se desmigajan, caen pedazos de la piel de látex dejando ver capas y capas de vestidos anteriores que lucieron. Todo se va muriendo de a poco, perece ante el avance cansino e imparable de la niebla.  No se puede vivir así. Lo que mata es la humedad.

domingo, 5 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #28

 Noté que el asfalto era violeta. La luz de la luna se reflejaba sobre él. Observé mis dedos cansados y una voz gritó a mis espaldas. Tené cuidado si vas a dormir ahí, escuché. Me di vuelta y pude ver a una sombra parada en la puerta de una casa. Tenía dos cabezas y una mano pequeña me saludaba. Tal vez era un adulto sosteniendo a un niño, pero me era indiscernible. Seguí mi camino y comprendí que me dirigía a una casona con una puerta doble y blanca. Una mujer rubia se acercó corriendo e ingresó antes que mí. La seguí un poco asustado. Tuve una sensación extraña al pisar el recibidor. Ella actuó como si me conociera y se ofreció a mostrarme el lugar. Caminé con prudencia. La casa era enorme. Ella corría y yo apenas podía seguirle el ritmo. Había pasillos estrechos que desembocaban en puertas de madera. Esta es mi habitación, me dijo. Me pregunté dónde era la mía. Me fui metiendo por varios senderos oscuros, pero ninguno llevaba a mi pieza o, por lo menos, al lugar donde dormiría. Abrí una puerta y descubrí que era un armario muy pequeño. Toqué la pared del fondo y me di cuenta que era de papel. Comencé a moverlo y, detrás de él, había un sótano lúgubre similar a una fábrica o un depósito de máquinas. Llamé a la mujer rubia y se lo mostré. Es raro, comentó. El papel de la pared del armario tenía algunas noticias viejas sobre asesinatos. El rostro de una señora se destacaba. Cerré la puerta y seguí buscando mi habitación. Había mucha gente dando vueltas. Subí al segundo piso y me encontré con un comedor y sala común que ocupaba todo el espacio. No había rastros de cuartos para ocupar así que subí otro piso. Me asomé y vi animales excitados dando vueltas por todo el lugar. Alcancé a distinguir un tigre, un elefante y un mono, entre otros. Es cosa del dueño, me dijo la mujer rubia, el último piso es de los animales.

sábado, 4 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #27

 

Anoche apareció un cuerpo en la clínica abandonada. Fue alrededor de las tres que escuché a los patrulleros. Salí a la calle y me encontré con el vecino. Es en la Santa Lucía, me dijo. Era un edificio a mitad de cuadra con las ventanas tapiadas y la puerta encadenada. Fue una clínica especializada en oftalmología en otra época. A pesar de la mudanza, la gente del barrio habla de ella como si todavía funcionara. Muchas veces se prometió derrumbarla y levantar edificios o locales para comercios, pero la Santa Lucía permanece firme en el paisaje de la cuadra. Esa noche, alguien que pasó escuchó un grito dentro de ella. Trató de romper el candado, pero ni siquiera pudo rasguñarlo. Adentro, el quejido, que parecía de un hombre, se hacía cada vez más agudo y espantoso. La policía llegó poco después del llamado. Los gritos se habían apagado y, luego de tirar abajo la puerta, recorrieron el edificio a oscuras. Los haces de las linternas se chocaron con un cadáver. Era un hombre de mediana edad. No se supo mucho de su estado. La poca información llegaba entrecortada. Según los diarios, no presentaba lesiones. Según algún vecino curioso, su rostro estaba desfigurado. Hubo gente de la policía científica trabajando todo el día. Se fueron recién a la mañana siguiente y pusieron unas fajas amarillas sobre la puerta de la clínica. Quedó en el aire un vaho espeso mezcla de carne podrida y cloaca. Todavía nadie puede explicar qué hacía ese hombre adentro de la Santa Lucía.

viernes, 3 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #26

 

Yo no le voy a mentir porque qué gano mintiendo con esto. Todavía siento esa cosa que aprieta en el pecho cuando pienso en ella. Y eso que hace rato no la veo, años diría. Pero igual no puedo evitarlo. No me pregunte por qué se quedó pegada a mí como si fuera un pedacito de piel. Le digo que ni tengo noticias suyas. Pero ninguna noticia, eh. No sé qué hace, si se volvió a juntar, si se recibió, ni idea sobre ella. No es más que una especie de fantasma. Sigue dando vueltas adentro mío. Es que ni siquiera me la crucé en la calle, en algún negocio, no, nada. La busco, no le voy a mentir, miro para allá, para acá, creo que es ella. Esa chica que viene ahí, por ejemplo, ¿será? No, ella no usaría el pelo así. A ver aquella. No, tampoco. No se vestiría así. Y aquella tampoco. No era tan alta, ni tan petisa. A veces, no le voy a mentir, me parece verla. Pero es a lo lejos, alguien que podría ser cualquiera. Es entonces que me miro, me observo en esa posición de desesperación, de atolondrado y me pregunto para qué. Para qué quiero verla. ¿Qué le voy a decir? ¿Qué puede cambiar si me la cruzo por la calle? Yo ya sé que no quiere saber nada. Pero, qué quiere que le diga, es algo que puede más que yo. Es como si no pudiera cerrar. Por más que conocí a otras, igual no puedo. Hay algo en ella que es diferente. Algo que no puedo explicar. Me acuerdo de un amigo que se cortó el brazo y nunca le cicatrizaba. Es como que se acostumbró a vivir con ese tajo, pero igual le dolía. A veces me pregunto por qué sufrí tantos días por ella. La recuerdo y digo que no era gran cosa, pero me miento, es así. Sabe usted que todavía siento una ilusión. Que va a volver y todo será como antes, pero distinto. Es como si estuviera siempre en alguna de esas orbitas. Ella es como un planeta y yo estoy alrededor. A veces soy un satélite con el corazón roto, a veces soy uno indiferente, a veces uno ilusionado, a veces uno que quiere olvidar. Pero ella siempre está en el medio. Es propietaria de una hectárea en mi cabeza. Pero sabe lo que pienso a veces, pienso que me la voy a cruzar y no me va a generar nada. Como si necesitara probar que ya no me importa. Pero no así. Es la verdad. Yo no le voy a mentir porque qué gano mintiendo con esto.

jueves, 2 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #25

 

Hoy se me descongelaron los dedos de los pies cerca del mediodía. Es la parte del cuerpo más difícil de calentar. Al menos en la bicicleta. Uso medias gruesas, de toalla. Sí, soy un hombre de setenta años atrapado en un cuerpo joven adulto. Las manos, por el contrario, toman temperatura enseguida. El movimiento constante hace que se olvide el frío con rapidez. Hay que aguantar un poco la brisa fresca cuando se arranca la jornada. Pero, en un rato, ya se olvida. Incluso, los guantes se tornan innecesarios. Hacen que se pierda sensibilidad para manipular el papel y las manos transpiran demasiado. Pero los dedos de los pies no hay forma de calentarlos. Se convierten en una roca de humedad fría. Se pueden mover para que no se entumezcan, pero el esfuerzo es fútil. Cada vez que uno detiene la marcha, el dolor aparece. La única manera es que salga el sol y la exposición vaya devolviéndolos a su estada habitual. Los días nublados, lluviosos, suelen ser los peores. Hoy fui a un domicilio a llevar un documento y había una nena vomitando. Es que la mareaste recién, decía la chica. La nena me daba la espalda y largaba una sustancia aguachenta que se esparcía por el cemento del patio. Lo hizo tres veces. Llevála adetntro, indicó una voz, acostála y dale un balde. Una mujer me recibió el documento. Es todo agua lo que largó, le comentaba a un muchacho, le debió caer mal el té. Me pidió disculpas y le dije que no pasaba nada. Me sorprendió un poco la tranquilidad ante una nena que no paraba de vomitar.  

miércoles, 1 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #24

 

Hoy a la mañana caminé hasta la parada del micro a través de la plaza. Cuando estaba por llegar a la esquina, escuché un grito. Instintivamente, me di vuelta y mis ojos se cruzaron con el de un hombre torcido, borracho, desalineado y cargando un balde plástico. Me insulté a mí mismo y apuré el paso, pero el semáforo cortó y me dejó atrapado. El hombre se acercó y se paró junto a mí. Yo te a conozco a vos, me dijo, estuvimos juntos en la jaula. Lo miré. Tenía una barba oscura y los ojos rojos. Los dientes amarillos parecían escaparse de la boca. No respondí a su pregunta y observé el contador rojo del semáforo. Estuvimos juntos en la jaula, repitió, vos y yo, ¿no te acordás? No me acuerdo, le respondí, algo titubeante. ¿Cómo que no te acordás? Dio un paso para atrás como si tratara de dejar el balde en el suelo. En ese momento, tuve miedo de que intentara pegarme. Le di la espalda y volví a escuchar su vos. Yo te voy a hacer acordar, me dijo, estuvimos juntos. Volví a mirarlo. Su rostro se pegó al mío y me invadió un hedor acido. Te estás confundiendo, le respondí. Pensé que qué pasaba si tenía que pelearme. Probablemente, si lo empujaba, el hombre caería sobre las baldosas, desarmado por su condición etílica, y se rompería algún hueso o, en el peor de los casos, se abriría la mollera. ¿Vos me decís que yo estoy confundido? me dijo. El contador del semáforo parecía estancando en el diez. Si se ponía en verde, cruzaría la calle y sería más fácil ignorarlo. Bueno, está bien, farfulló el hombre. Agachó la cabeza y se dio vuelta. El semáforo fue verde y crucé la calle. Sentí que el cuerpo se me relajaba, aunque no me había dado cuenta que estaba tan tenso. Desde la parada, lo vi charlando con el tipo que atiende el puesto de panchos. El hombre no soltaba su balde de plástico. Me pregunté cómo habría sido su noche, desde cuándo vendría esa caída, cómo era su vida. Un poco de pena tuve por él. Suspiré y subí al micro. Una manera de quitarse la modorra de la mañana.

martes, 31 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #23

 

Hay un capítulo de Seinfeld en el que una de las protagonistas, que trabaja en una editorial, debe ocuparse de la publicación de una novela de Yuri Testakov, un afamado escritor ruso. Al principio, tienen una reunión ella, el editor en jefe y el ruso en cuestión. El editor en jefe pregunta si Testakov prefiere trabajar en el hotel donde se hospeda o en las oficinas de la empresa. El escritor responde, con desdén, que prefiere el hotel, alejado de todos los chismorreos y charlas de los empleados. A Tolstoi le gustaba escribir en la plaza, comenta el editor en jefe, decía que el contacto con la gente lo inspiraba. Él no necesitaba inspiración, responde Testakov, Dios escribía a través de su pluma. Hay un compañero de trabajo al que mañana lo operan o algo así. Digo algo así no para ser gracioso o simpático, sino porque verdaderamente es algo así. Él no pudo explicarnos bien qué es lo que le hacen ni cómo ni si tiene que hacer reposo o puede seguir con su vida normal después de la operación que en realidad no es. Lo que sabemos es que tiene piedras en el riñón y van a inyectarle algo para que se le disuelvan. Cuáles son los pasos del procedimiento, desconocemos. Pero el hombre está preocupado. Está cerca de jubilarse y ya lo desahuciaron un par de veces años atrás. Le tomaron las medidas del cajón, para ser claros. Pero se salvó. Y ahora, otra vez, se lo ve inquieto. Además, mañana juega Argentina. No va a poder verlo, pero, para colmo, no sabe si van a tenerlo en la clínica esperando mientras los médicos ven el partido. Capaz que te dicen aguantá que hay penales, bromeamos nosotros. Sí, son unos hijos de puta, respondió, pero sus ojos se ensombrecieron. Todos nos volvemos niños ante la presencia de la muerte. Volví en el 273 a casa y se sentó un empleado municipal junto a mí. El muchacho respondía todas las conversaciones con audios y a los gritos. En pocas cuadras, me enteré que tiene que remarcar los carteles del lugar donde trabaja porque la gente no los lee, que está con dolor de pecho desde la mañana y tal vez a la tarde vaya a la guardia, que está tratando de construir su casa, pero es difícil porque todos los materiales están muy caros y que hace cuatros años que siempre está enfermo y nunca se puede mejorar. Tuve que bajarme del micro, pero yo estaba fascinado con la historia y la vida de ese muchacho, tan parecida esa existencia a tantas otras. Había algo en esa sencillez particular que me resultó complejo y misterioso como un espacio inexplorado. Fui al chino y le traje una caja a René para que juegue.

lunes, 30 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #22

 

Hoy me levanté después de las siete y el frío me pegó en el cuerpo. Apagué la alarma varias veces, pero de forma inconsciente. Estiré el brazo y moví el cursor hacia la izquierda del celular para postergar diez minutos más. Sin embargo, no había en mí noción de día u hora, como si estuviera rodeado de oscuridad. En un momento, abrí los ojos y comprendí que era lunes. El frío de esta parte del mundo, es decir, de La Plata, es peor que cualquier otro frío, es un frío húmedo que atraviesa la ropa, la piel, la carne, que se adhiere a los huesos. Fui a la parada del micro y casi me subo al colectivo equivocado. Vino uno con el cartel del 195, pero iba por autopista y no por Centenario. Una chica me sacó del error y me explicó la situación. Igual, le dije que iba siempre a esa parada, pero me confundió que tuviera un cartel siendo otro. Ella pareció aceptar con más tranquilidad las incongruencias del servicio de transporte. Llegué a la oficina y no había jefe ni supervisor, así que cundía el caos y el pánico. Tratamos de organizarnos como cooperativa de obreros. Salí a la calle alrededor de las nueve. El frío es mejor que el calor, al menos para este trabajo. A medida que transcurre el día, sube el sol y el cuerpo se calienta con la bicicleta motivo por el que el frío se vuelve tolerable. En cambio, con el calor ocurre lo contrario: crece con las horas y el movimiento hasta volverse un monstruo insaciable. Una señora me ofreció jugo de manzana. Estaba rico, pero me dejó la boca pastosa. Volví a eso de las dos y organicé las cosas para mañana. Hay mucha correspondencia por un operativo del consulado italiano al que se le tuvo que dar prioridad. Así que, si usted no recibió lo que esperaba, es por eso. A la vuelta, y viendo que era temprano, fui a comprar algo para comer al chino por peso. Caminé por las calles frías de la ciudad. A mí no me desagrada para nada el invierno y eso que debería. Supongo que porque soy como un oso polar. Carlos tuvo su clase de pintura y yo me encerré en una de las piezas con las gatas. Polly y René están cariñosas porque buscan calor. Son interesadas.

domingo, 29 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #21

 

Últimamente, no recuerdo casi ningún nombre. Reconozco y hasta puedo describir con algo de facilidad a cualquier persona que trato, ya sea amigo, conocido, vecino, almacenero, o puedo trazar un contorno de todo personaje que aparezca en una serie que esté viendo o libro que esté leyendo, pero no hay manera de que su nombre quede impreso en mi mente. Lo olvido, no lo retengo, escapa de mí por completo. Se acumulan sobre mí ojos, pelos, bocas, orejas, expresiones faciales, vestidos, buzos, camperas, anteojos, sombreros, todo aquello que sirva para distinguir a alguien, pero no sus nombres. Salgo a la calle, entonces, y veo al vecino del bigote negro y pelo desordenado. Lo saludo, le digo capo, maestro, fenómeno o nada, simplemente evito agregar el detalle de su nombre. O ahí va la señora con cara de sapo que vive en la casa azul. O el hombre con forma de guante que siempre tiene una mochila negra. Cuando tengo que hablar de los vecinos con mi pareja, voy pasando en limpio toda una cosmogonía de figuras que solamente yo, y un poco ella, entendemos. Tampoco recuerdo el nombre de mi pareja. Ni siquiera el mío puedo recordar, sólo leyendo el documento puedo mencionarlo. Esto me pasa desde hace un mes, tal vez dos. Comenzó una tarde de otoño cuando el vecino del bigote negro me hizo notar que las hojas no habían caído de los árboles. Levanté mis ojos y noté las copas plagadas de verde, relucientes, como si fuera octubre. Sonreí y traté de hacer un comentario, pero cuando la cara de mi vecino quedó frente a mí, su nombre desapareció. No tuve modo de recordarlo. Es algo extraño, me comentó, ya deberían estar secas las ramas para esta época. Asentí, pero seguía buscando su nombre en mi cabeza. Me fui con la excusa de llegar tarde a algún lado. Caminé hasta la plaza y me detuve. Todos los arboles estaban florecidos, brillaban de pájaros y movimiento. Una leve brisa movía las hojas. El verde pareció salir de ellas y mezclarse en los edificios, en las calles, en los autos, en las personas.

sábado, 28 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #20

 

ESPACIO PROMOCIONAL

-Buenas tardes, mi nombre es Florencia y hoy estamos con una persona a la que muchos consideran un visionario, una persona que ha recorrido el mundo llevando su metodología, que ha sido reconocida en diversos países por sus novedosas formas que le han valido la fama a lo largo y ancho del planeta. Seguramente, muchos de ustedes ya están adivinando de quién hablo, un orgullo para todos los argentinos, y es ni más ni menos que Eduardo Bermúdez. Muchas gracias, Eduardo por estar con nosotros hoy.

-Gracias a vos, Flor, ¿te puedo decir Flor, no?

-Sí, por supuesto.

-Es que con estas cosas que pasan ahora por ahí hay gente que se ofende si uno se toma algún atrevimiento.

-No, para nada. Eduardo, contáme, recientemente estuviste en Francia presentando una conferencia.

-Sí, estuvimos en París charlando sobre el método ERVA y buscando gente interesada en desarrollarlo en esa ciudad. Días antes habíamos estado en Madrid y en Milán y dentro de un par de semanas viajamos hacia Centroamérica.

-¿Cómo te recibe la gente en esos lugares? Porque vos iniciaste tu proyecto acá, pero lo fuiste expandiendo a culturas muy diferentes a la nuestra.

-Sí, parece algo muy extraño, pero todo resulta mucho más simple porque el ser humano quiere lo mismo en todas partes: alcanzar la plenitud en todo aspecto de su existencia.

-Y, para la gente que no te conoce, ¿podés contarnos un poco en qué consta tu método revolucionario?

-Bueno, Flor, es algo un poco difícil de sintetizar en pocas palabras. Siempre digo que lo mejor es que la gente se acerque a nuestro local y lo averigüe con mayor detalle.

-Claro, pero, por lo que tengo entendido, ustedes apuntan a que la gente saque el mayor potencial de sí. Esto lo hacen con ejercicios de meditación, de concentración y físicos, por lo que pude saber.

-Hay algo de eso. Mirá, ya que insisitís, sería como el crecimiento de un árbol. ¿Vos viste que en el campo o los lugares con mucho verde las raíces de los árboles se expanden por encima de la tierra, se hacen enormes? Pero, cuando están en la ciudad, hay que podarlos, hay que ahorcarlos, las raíces rompen las baldosas. Entonces, hay una especie de disputa insoluble entre el potencial de la cosa y su contexto. Bueno, la idea de nuestros talleres es que la gente expanda su potencial a limites impensados.

-Pero y cuáles son los métodos que…

-Eso es parte de la confidencialidad de nuestra organización. En ERVA, creemos que cada persona es única y tratamos de adecuarnos a cada necesidad. Si yo acá te cuento algo general, quien esté escuchando puede pensar que es una estafa, un cazador de ingenuos para quitarles plata y no es así. Nosotros realmente sacamos el potencial de las personas.

-¿Ustedes garantizan resultados al cien por cien?

-Sí, ustedes van a poder sacar todo lo que tienen dentro de sí y podrán alcanzar sus más anhelados deseos y sueños.

viernes, 27 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #19

 

Caminé por una calle deshabitada. De fondo, escuché bombos y trompetas. Todo parecía una fiesta. Un grupo intentaba corear una canción, pero no logran acertar la melodía ni la rima. Me fui adentrando en un parque del que no se veía el final. (A veces sueño con este lugar. Es una especie de bosque que bordea una vía de tren y desemboca en un barrio oscuro) Me acerqué a un grupo de cinco o seis jóvenes que estaban sentados esperando algo. Me acomodé en un hueco junto a uno de ellos. Frente a nosotros, se amontonaban cientos de personas, todas menores de treinta, que parecían estar armando una fiesta. Lejos de nuestra vista, una especie de escenario con tribunas decía ser el motivo de todo el alboroto. Uno de los jóvenes explicó la situación, pero me distraje porque una de las chicas, sentada junto a mí, apoyó su cabeza sobre mi hombro. Sentí el pelo lacio sobre la piel de mi cara y un dejo de su perfume entró en mí. No supe qué hacer, ni tampoco pude ver el rostro de la chica o interactuar con ella. La situación duró unos segundos hasta que me levanté. La miré y sólo recuerdo su sonrisa. Busqué un baño, pero no encontré por ningún lado. Todo alrededor se sumía en el caos. Los jóvenes estaban excitados, gritaban y rompían lo que les quedaba a mano. Destruyeron los bancos del parque y grafitearon la estatua de un prócer desconocido. Se me acercó un chico morocho y con un lunar peludo sobre el pómulo. Me indicó que, bajando la cuesta, había otro baño. Seguí sus instrucciones, pero me encontré con un rancho de chapas. Moví la puerta y había un inodoro con un espejo. Dudé si debía usarlo o no, pero, antes de decidirme, golpearon la chapa y me sobresalté. Un hombre de anteojos y camisa abierta me sonrío y me dijo que no tuviera miedo. Junto a él, un joven alto y de gorra blanca caminaba en silencio. Salí de esa especie de baño y ya era de noche. Noté manchones de luz en algunas zonas del parque, pero el resto era oscuridad. Se escuchaban risas y el sonido de sirenas. Caminé por un sendero de baldosas y pasé junto a un pequeño monumento que constaba de un hombre y un perro. Lo habían pintado de azul y habían arrancado la cabeza del perro. Todo alrededor comienza a temblar y una campana aguda y constante destruye la noche. Despierto como si no hubiera soñado. Voy al baño y después preparo el desayuno. Prendo la radio mientras miro por la ventana. Un viento leve mueve unas nubes azules y frías. El locutor de la radio cuenta que aparecieron tres estatuas de la región vandalizadas.

jueves, 26 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #18

 

Hay que prender el televisor a eso de las cinco, seis de la tarde y comenzar a cambiar de canal con parsimonia, con la delicadeza propia de una tarea artesanal. Hay que frenar el ímpetu del zapping en el primer programa y ver durante unos minutos. Un hombre de traje azul, con corbata negra y camisa celeste mira a la cámara con la convicción de quien está mirando a los ojos. Hace unos segundos de silencio para presentar al invitado del día. Con un tono solemne, serio, como si las palabras estuvieran apretadas en su boca y fueran saliendo de a una, el conductor del programa cuenta que lo acompaña un conocido de la víctima del último caso policial resonante. La cámara muestra a un hombre de mediana edad, de saco sin corbata y boca semiabierta, que se acomoda en su silla con algo de dificultad. Explica, cuando le dan la palabra, que él trató al occiso en un par de ocasiones y que una vez lo vio comprando el diario. Una voz interrumpe el precario monólogo del invitado y ahora podemos ver a dos periodistas acodados en una mesa que se encuentra casi afuera del estudio. Un joven rubio y delgado, piel pálida y dientes enormes, emite una pregunta sobre el invitado. Una chica morocha y de labios rojos aguarda silenciosa a su lado. ¿Qué diario compró aquella vez?, lanza al aire el panelista sobre un invitado ahora relajado y hasta algo arrogante. No pude ver bien porque yo estaba hablando con el canillita, responde como si estuviera revelando una verdad oculta a los ojos de los demás. Qué impresión le quedó cuando lo pudo tratar, pregunta la chica con una voz ronca y persuasiva. Parecía un hombre agradable, retruca el invitado, mientras el conductor del programa mira detrás de cámara como si entendiera que debe llenar media hora con alguien que no puede aportar ningún dato. Es el momento, ese, después de esa mirada aciaga, en el que hay que cambiar de canal. Ahora, una mujer ancha, agradable, con el pelo medio rubio y medio castaño, de saco rosa y camisa blanca escotada, labios rojos que parecen ser la norma para la feminidad televisiva, está sentada en un sillón azul en el que podría caber una y hasta quizás dos personas más, pero lo ocupa ella sola, a cuerpo de reina. A su lado, en un sillón azul individual, un hombre de unos cuarenta años, de traje gris y voz mecánica, explica detalles del caso policial del momento. El especialista en policiales no altera nunca su tono ni su semblante, parece una guitarra con una sola cuerda, pero, cada tanto, un arrebato de ira intenta salir al exterior, romper las barreras de enduido que cubren el cuerpo y el corazón de este sujeto y, con la fuerza de una proyección, cada vez que debe ejemplificar algún incidente del caso, utiliza a la conductora. Imagináte, dice, que yo te apuñalo y después prendo fuego el estudio. La mujer observa con calma, tal vez ya acostumbrada al estilo retorico de su compañero. Imagináte, dice, que te agarro a trompadas acá mismo. La mujer asiente imperturbable, aunque por dentro algo debe hacer ruido como un reloj que se rompe, pero sigue funcionando. Es ahí, en ese instante, en que hay que cambiar de canal otra vez.  

miércoles, 25 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #17

 

La noche anterior, hubo un viento durante varias horas. La fuerza era tal que la copa de los árboles se movía con un silbido. Las ráfagas corrían por el techo deslizándose por la chapa con un ruido metálico. Me despertó el golpe húmedo de algo contra la ventana. Abrí la puerta de la calle y vi una forma tirada sobre la vereda. Me acerqué y me di cuenta que era un pez. Un sábalo muerto. Lo tomé con la punta de los dedos y un vaho asqueroso invadió mi boca. Lanzaba una pestilencia espesa y resbaladiza. Miré la silueta que el pez había dibujado al chocar contra la ventana. Miré el cielo y me pareció ver al viento que corría entre las estrellas. Un ruido acuoso, profundo, vino desde las bocas de tormenta. Volví a meterme a la casa. Al día siguiente fue una pestilencia conocida lo primero que sentí al levantarme de la cama. Era igual a la del sábalo, pero más pesada e insoportable. Me asomé por la ventana. Las calles estaban tapizadas por un agua marrón y estancada, quieta, que apenas se mecía con una brisa suave. El sol caía, fulgurante, sobre los ríos improvisados y, en las veredas, descasaban cientos de ratas y sábalos muertos, que apestaban el aire de todo el barrio. Salí a la puerta y me encontré con la expresión de asombro y asco de varios vecinos. Según me contaron, la inundación era de una escala muy pequeña: se remitía al triángulo de plazas donde vivíamos nosotros y en ningún caso el agua había sobrepasado los cordones de las veredas. La municipalidad está trabajando para solucionarlo, dijo algún funcionario que se acercó al mediodía. Estuvimos todo el día así. Muchos debimos avisar que no podíamos ir a trabajar y la noticia llamó la atención de algunos medios. Esa noche, volvió el mismo viento huracanado. Me acosté con algo extraño que rascaba mi pecho. Era una sensación difícil de explicar, como si se hubiera desplomado parte de la tierra de mi cuerpo y no quedara más que un abismo profundo dentro de mí. Me dormí sin darme cuenta. Soñé que caminaba por la cuadra de mi barrio y había peces con alas durmiendo en las ramas de los árboles. Parecían tranquilos y emitían un graznido agudo y metálico. En el sueño, doblé la esquina y vi una casa que no conocía. Había una montaña de escombros en su puerta y, detrás de sus rejas, un perro con ojos negros. Observé la ventana de esa casa y vi una figura oscura que sonreía mientras fumaba un cigarrillo. No pude distinguir los rasgos de la cara, pero sentí que era un sonrisa quieta y reconfortante. A la mañana siguiente, desperté y la peste ya no estaba en el aire. Salí a la calle y el agua se había ido. También los cadáveres de animales. Era como si nunca hubiera ocurrido.

martes, 24 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #16

 Fue el tercer miércoles de noviembre cuando un camión de mudanza se estacionó frente al local, abandonado durante años, y comenzó a descargar cajas. Levantaron la persiana y pasaron frente a mis ojos sillas, plantas, mesas, lámparas, bolsas, camas, colchones, entre varias otras cosas. No parecía haber nadie a cargo. Fueron los propios empleados del flete los que pusieron llave al candado y a la puerta para empezar la tarea. No se veía, al menos desde la ventana de mi casa, a nadie que fuera ordenando donde dejar cada objeto, cada caja, cada mueble. Parecía que los empleados reaccionaban de modo intuitivo o quizás habían sido adiestrados con anterioridad sobre lo que debían hacer. En poco menos de una hora, ya habían terminado y vuelto a bajar la persiana. El conductor del camión colocó el candado, se subió al vehículo y así terminó el movimiento de toda la mañana. Le comenté a mi esposa todo esto y no le pareció para nada llamativo. Al contrario, se alegró de ver que ese local antiguo y repleto de polvo se volviera utilizar para algo. A la tarde de ese mismo día, cuando salí a pasear al perro, noté que había colocado una marquesina sobre la persiana del local con un cartel que solo tenía cuatro letras en mayúsculas: ERVA. En la puerta, había un hombre de pelo largo y oscuro, vestido con una camisa blanca y chupines azules. Caminé unos metros con el perro sujetado a la correa mientras observaba la conducta del vecino nuevo. Transmitía un semblante tranquilo y una sonrisa muy quieta invadía su cara. Sus ojos, demasiado oscuros, tenían un leve brillo que parecía reconfortar a quien los mirara. Hice el recorrido habitual por la plaza y, cuando volví, el hombre ya no estaba. A través del ventanal del lugar, podía verse un espacio blanco, con varios helechos e iluminado con luces led, con una mesa de vidrio y varias sillas alrededor. Apenas visible desde la calle, detrás, de una de las plantas, había una puerta entreabierta que debía dar al fondo del local. Esa misma noche, cuando salí a sacar la basura, vi no menos de doscientas personas en la puerta del local. Se mezclaban hombres y mujeres con tragos en la mano y, por la ropa y el cuidado del pelo y los dientes, parecían todos de clase acomodada. La fiesta, por lo que escuché desde la pieza hasta dormirme, duró hasta bien entrada la madrugada. Tuve un sueño extraño en el que un animal deforme caminaba por las calles del barrio. Era una especie de cabra con pico y muy alto. Cada tanto, lanzaba un chillido agudo que podía asimilarse con un grito de terror. En un momento del sueño, sonaban sirenas y la policía trataba del atrapar al animal. Al otro día, cuando salí a la calle, el hombre estaba parado en la puerta del local, pero su pelo había cambiado de oscuro a canoso.

lunes, 23 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #15

 

Amaneció tarde en el barrio, cerca de las diez de la mañana. Algunas señoras se asomaron a la vereda, vieron el cielo todavía negro y se sorprendieron. Persistían algunas estrellas como manchas luminosas. Tal vez no hubiera llamado la atención este hecho, pero, sumado a otros acontecimientos inusuales, algunos vecinos comenzaron a sospechar que ocurría algo raro. Tampoco es que se organizaron para averiguar qué era eso raro que ocurría, pero, cada vez que salían a la calle y se enteraban de algo nuevo, lo sumaban a la serie de acontecimientos inusuales que venían ocurriendo. Primero fueron las estatuas vandalizadas. Las tres plazas que forman el triángulo del barrio aparecieron, la misma mañana, con sus monumentos destruidos, pintados con aerosol de colores y quemados. Hubo algo de repercusión sobre el tema en medios locales, con notas en el diario y una entrevista a un funcionario municipal en la radio de la provincia. Se responsabilizó a adolescentes aburridos, agrupaciones anarquistas y políticos reaccionarios, pero la preocupación se diluyó con el correr de los días y el tema pasó al olvidó. Al poco tiempo, otro hecho inusual ocurrió en el mismo triangulo. Las cloacas desbordaron y los cordones de las veredas fueron alcanzados por aguas negras. Las calles se vieron vestidas por una marea marrón y densa, pero que no ingresó a las casas. Lo más llamativo fueron los cadáveres de ratas y peces que trajo la inundación. Largaban una peste insoportable que quemaba la nariz de cualquiera que recorriera el barrio. Esta vez, la noticia trascendió un poco más y alcanzó el nivel nacional, siempre con la excusa de criticar la ausencia de gestión del intendente. Para evitar la huida de votos, las calles se limpiaron con una eficiencia excepcional y todo volvió a caer en el olvido. Unos meses transcurrieron hasta que los vecinos notaron que era junio y las hojas de los arboles no se habían caído. Por el contrario, se mantenían verdes y radiantes como si fuera pleno octubre. Debió ser por eso que, ese día que amaneció a las diez de la mañana, nadie se impresionó demasiado. Algunos estaban un poco preocupados con estos hechos, sobre todo porque relacionaban todo con algo ocurrido antes de la vandalización de estatuas. La semana anterior a la destrucción de monumentos, un hombre de pelo blanco había alquilado un local en el barrio y colocó un cartel en la puerta con unas letras que nadie entendía. Algún curioso se acercó a preguntar de qué se trataba todo, pero lo único que recibió fueron respuestas genéricas y ambiguas. El local se convirtió, de un día para el otro, en el lugar más transitado de la zona. Gente de toda clase entraba y salía de ese lugar a cualquier hora, pero ninguno vivía en el triángulo del barrio. Los vecinos observaban el movimiento entre sorprendidos y temerosos.

domingo, 22 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #14

 

Hoy me levanté al mediodía y sigo cansado. Escribo esto desde la pesadez del domingo. Realmente tantos días de trajín se sienten en la cabeza y en el cuerpo. No soy una persona demasiado activa. Me doy cuenta que estoy una semana haciendo cosas, viendo gente o yendo a lugares y quedo fundido. Estoy para una quincena de vacaciones encerrado en casa. Espero con ansias el feriado del miércoles. Estuve acostando viendo partidos de fútbol. Primero la definición de la Premier League, mi campeonato extranjero preferido por excelencia y gusto. El equipo que me simpatiza es el Arsenal, que no jugaba por nada. Hubo emociones y goles a granel. Después me levanté y fui a comprar una milanesa al Dante. Es un restaurante que está a una cuadra de casa y venden milanesas y otras cosas. Resalto el tema milanesas porque se suponen que son las mejores de la ciudad. No estoy en condiciones de realizar tal afirmación. Entiendo que son unas muy buenas milanesas, pero no probé todas las milanesas de la ciudad así que no voy a decir que son las mejores. Tal vez sí, tal vez no. Y no hay que ser injusto porque esas mediciones se realizan con negocios tradicionales de la zona céntrica. Quizás una rotisería de Los Hornos tiene la receta secreta de la milanesa perfecta y sólo los vecinos del barrio conocen tal tesoro. Me comí la milanesa y volví a acostarme para ver la apasionante definición de la copa de la liga argentina. Bueno, al menos eso parecía porque Boca le dio tres sopapos a Tigre y lo mandó a dormir así que apasionante, lo que se dice apasionante no fue para los hinchas neutrales que nos sentamos a disfrutar de un rato de fútbol. Terminaron todos los campeonatos importantes y serán meses largos en los que habrá muy pocos partidos, veremos cómo se apechuga. Tal vez me incline a ver partidos de la MLS, el soccer yanqui que es el único torneo que seguirá en activo. Ahora me levanté a escribir esto y ya es de noche. Debería proponerme objetivos para la semana, pero muchas ganas no tengo y estoy harto de no cumplirme promesas. Hay una marea densa de domingo a la tarde. Se vuelve pesado porque es un momento de sopor y espera. A mí, en general, nunca me deprimió el domingo. Siempre lo pensé como un momento libre para disfrutar antes de volver a la actividad semanal. Bueno, hay gente que se suicida en esta época de la semana. Me parece un poco exagerado. Pero, qué sé yo, capaz que un rato me mato y listo. Igual, no. A ver si me mato y esto es tomado como una despedida. Mi familia diciendo Miró el partido de Boca y después se corcheó. Una fea imagen.

sábado, 21 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #13

 

Anoche no terminó demasiado tarde la despedida. Comimos un costillar, riñones, morcilla y chorizo, regado todo con cerveza, vino tinto y fernet. Hicimos chanzas, reímos, brindamos y escuchamos música. Siguieron las bromas sobre mi condición de ventanillero temporal, más que nada haciendo referencia a cuestiones del pasado de las que NO voy a hablar ahora y tal vez nunca. En algún momento de la noche, cambié la cerveza por gaseosa dado que estoy harto de la resaca. Es decir, me gusta la juerga, tomar algo, pero el dolor de estómago y cabeza al día siguiente se me hace intolerable. Hay que decir que con los carteros hemos tenido épicas jornadas de alcoholismo y eso hace que uno también se agote. Volvimos alrededor de una y media por las calles angostas y laberínticas de Villa Castells. ¿Necesitaré, acaso, una juega mortal para poder escribir?¿deberé recurrir a sustancias para buscar inspiración?¿por qué aquello que me llamaba la atención ahora no me interesa?¿estoy, acaso, cambiando y no puedo percibirlo? Hoy me desperté sin resaca y llevé adelante la limpieza de sábado junto con Carlos. Cuando estaba barriendo el patio, noté que una vaquita de San Antonio caminaba entre las hojas y la mugre que debía juntar y tirar. Puse mi dedo para subirla porque no quería que corriera esa suerte. Dicen que matarlas trae desgracia y es lo último que necesito en estos momentos. Apoyé mi dedo contra la pared, pero ella insistía en ir por mi piel. Traté de mover mi mano para alinearla con el camino de la medianera, pero la brusquedad de mi movimiento hizo que la vaquita cayera al vacío y diera contra el suelo del patio. Ahí estaba, las alas medio abiertas, de espaldas, revoleando sus patitas de insecto al aire. Volví a juntarla, aterrado, pensando que tal vez la haya ocasionado heridas mortales. Se acomodó nuevamente en mi mano y esta vez logré que caminara por la pared. Misión cumplida. Luego fuimos a la dietética con Carlos. A la tarde, tuve la reunión del club de lectura. Este mes nos tocó leer Mugre Rosa de Fernanda Trías. Las opiniones estuvieron dividas, pero a mí me gustó en líneas generales. Me volví caminando y le compré unos caramelos confitados a Carlos. Polly y René comieron y ahora duermen. No hace tanto frío. Sigo con algo de tos. Lo único que quiero es acostarme y descansar la mente.

viernes, 20 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #12

 

Hoy me desperté un rato más tarde porque fue un día diferente. Es que como tocó pasar la jornada de trabajo adentro. El motivo: empezar a capacitarme para ser ventanillero. No sé si quiero serlo, pero es bueno sumar alguna herramienta sobre todo por la situación actual de la empresa. Pasar toda la mañana encerrado, viendo como la gente va y viene, escuchando voces, ruidos, plata, números, papeles, encerrado en un cuadrado de durlock, vidrio y madera, no es lo mío. Más que nada porque estoy acostumbrado a estar en la calle, andar como un pájaro entre los árboles, sin ataduras, siendo mi propio jefe, responsable de mi trabajo, sin estar pendiente de otros tiempos y otras necesidades a la hora de hacer mi tarea. Entiendo que para muchos lo habitual sea tener un jefe encima y no poder organizar a su propio ritmo el trabajo, pero para alguien que hace más de trece años se maneja haciendo un poco lo que quiere es difícil. Hubo alguna sorpresa entre mis compañeros porque no esperaban verme ahí y de hecho no se lo conté a nadie, ni siquiera a Carlos. Alguno me dijo que estaba buscando viejos recuerdos, en referencia a una situación ocurrida hace unos años y que involucró a una mujer y de la cual NO voy a hablar ahora y tal vez nunca. Cosas que hice hoy: imponer encomiendas, despachar cartas documento, entregar tarjetas, subir cosas al sistema, pagar planes sociales, comer dos porciones de pizza. Por lo que tengo entendido, fue un día bastante tranquilo y relajado. Salí con la cabeza quemada y recién ahora pude despejarme un poco. Carlos me pidió que le reseñé su novela para subirlo a la página de su editorial. Voy a ser implacable. Ahora tenemos la despedida de un compañero que se va a vivir a España porque la única salida de este país despoblado es Ezeiza. Vamos a comer y tomar como si no existiera un mañana para descubrir mañana que si lo hubo. René está pidiendo comida, pero todavía no es la hora.

jueves, 19 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #11

 

Hoy fue un día frío, pero con sol, de esos que uno espera que haya en mayo. Todavía no renuncié a mi trabajo para seguir mi sueño de ser un ilusionista, un prestidigitador, un mago. Hubo problemas con la entrega de telegramas y planillas así que salí a las diez de la mañana. Explico para aquellos que no están empapados con el mundo telepostal que salir a las diez es tarde. Encima armé un recorrido extraño y terminé dando más vueltas de las necesarias. Ando con una tos de perro espantosa. Fui a la farmacia a comprar caramelos de arrope. En realidad, fui para comprar un jarabe para la tos, pero después pensé que, mejor que medicarme con una sustancia pesada, era comprar un caramelo de jengibre o algo así. El farmacéutico me recomendó el de arrope. Así que no fui específicamente a comprar un caramelo de arrope, pero lo dije de ese modo porque la comunicación exige atajos. Después, más tarde, fui a otra farmacia para acompañar a Carlos a retirar su cepillo de dientes. Al parecer, ahora podés comprar algo por internet y lo retirás por la farmacia. En verdad, sólo si es algo que tenga que ver con el rubro. A mí no me gusta mucho ir a la farmacia porque nunca sé qué pedir. Algo similar me ocurre en la ferretería, no sé cómo solicitar el coso. También me parece que siempre uno expone sus debilidades ante el farmacéutico o empleado de turno. Y tampoco se sabe cuánto vas a tardar. Se dilata la entrega de los medicamentos, tienen que firmar y autorizar un montón de papeles. Capaz que hay una persona, pero como fue a buscar una droga muy particular está cuarenta minutos hasta que lo despachan. Otra cosa que salió estos días es que se viene el virus del simio. Es decir, se viene la del mono. Hay que tener cuidado con la del mono. Ja, es un chiste. Para los que no saben ni quieren googlear, la del mono es una forma vulgar de referirse a la masturbación. Escribo esto acostado y tapado, con Polly encima de mis brazos y René durmiendo sobre mis piernas. Tengo que empezar a practicar mis trucos de magia.

miércoles, 18 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #10

 

Hoy es el día del censo. Para los que no son argentinos, el censo es un día en que se suspende toda actividad y nos quedamos en nuestras casas para que el Estado nacional nos cuente y haga un relevamiento de la población. Me levanté temprano para esperar al censista, censor o censador, no sé cómo se pronuncia. Vino el masajista de Carlos para acomodarle los dolores de espalda. Me quedé sentado en la cocina sin moverme, esperando, zambullido por completo a la llegada del censista, censor o censador. Es difícil el tiempo sin actividad para el trabajador. Como Carlos me dijo que estas líneas se vuelven aburridas, pensé en secuestrar al censista. Lo retengo atado a una silla y armó un escándalo local. Cuando venga la policía, pido una pizza, un auto y hablar con un juez. Digo que lo hago porque estoy en contra de las mediciones de población. Yo no soy un número, gritaré, soy una persona con anhelos, sentimientos, certezas, temores, una persona que ama, que llora, que ríe, que duerme cuando tiene sueño y come cuando tiene hambre. Tal vez pueda huir del país o tal vez me acribillen a mí y al rehén cuando quiera subir al auto y todo será recordado como La Masacre del Censo. Tocan el timbre y me pongo en guardia. Trató de pispear quién es. Parece una chica. Abro un cajón de la mesada y miro el cuchillo. Será hora de cometer un delito para entretener a mis magros lectores, pero me arrepiento. Atiendo a la censista, censora o censadora. Le doy mi código y me comenta lo rápido y fácil que es todo ahora con eso del censo digital. Se despide afable y yo vuelvo a lo mío. Tengo el día libre por delante, pero hace frío y todo está cerrado. Me pongo a leer y trato de pensar en qué escribiré hoy en este espacio dado que no hice nada. Recordé una vieja lección de biología que nos enseñó una maestra. Según ella, los hombres tenemos el hemisferio izquierdo y el derecho separados, mientras que las mujeres los tienen conectados. Por eso, las mujeres pueden hacer dos cosas a la vez, como cocinar y mirar la novela. Esto fue lo que nos dijo a nosotros, alumnos de trece años. Ahora ya oscureció y mañana espera la rutina. Sé que se vienen días agitados y eso un poco me angustia porque soy un amante de la tranquilidad. Estuve pensando y creo que me voy a dedicar a la magia. Renuncio al trabajo y hago un cursito y listo. Arranco con cumpleaños y cosas pequeñas y así hasta llegar a Las Vegas. Seré un mago. René tiene frío y estuvo durmiendo tapada toda la tarde. Se levantó para comer.

martes, 17 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #9

 

Hoy me desperté cerca de las siete y veinte. El cielo estaba nublado y había mucho viento. Esta vez, el clima se unió, llegó a acuerdos y tiró siempre para el mismo lado: el lado del frío. Jornada tranquila en la oficina dado que mañana no se trabaja. El portero del San Facundo me contó que tuvo un accidente en la moto. Se magulló un poco, pero nada grave. Después, un vecino me dijo que le quisieron hacer el cuento del tío. Lo llamó alguien desesperado y gritando. Le repetía que estaba mal y necesitaba plata. Él, en la desesperación, le preguntó si era la sobrina. Pronunció un nombre. Ahí el tipo empezó con que sí. Le pidió pesos, dólares, cheques, objetos de valor. El hombre se dio cuenta y le respondió que no tenía nada. Como esa misma mañana había estado con la sobrina, le preguntó si ella podía decirle a dónde habían ido. El malviviente colgó. Entonces, el hombre me empezó a explicar sus sospechas sobre el hecho. Al parecer, la sobrina se hizo cargo de una piba abandonada del barrio, la crío y ésta, ahora grande, se juntó con un malandra y tuvieron una bendición. El malandra había salido de prisión hace no mucho tiempo y, según este vecino, sería él quien realizó la llamada. Seguiremos informando sobre este tema. Acá quisiera aclarar que a los vecinos en el correo los llamamos clientes. Es decir, toda la gente que vive en la zona de mi reparto es mi cliente. Ayer, vi a un perro viejo que trataba de comer una rata muerta. La masticaba con esfuerzo, pero los dientes, poco habituados al cuero y la carne cruda, no podían desgarrar la piel cerdosa de la rata. El perro soltaba el cadáver y lo volvía a morder, pero era como si jugara con un pedazo de goma. Hoy, vi a un carancho que trataba de llevarse al vuelo a una rata muerta. Al acercarme, intentó despegar, pero el cuerpo inerte se resbaló de sus garras. Volvió a buscarlo, pero al sentir la presencia de mi bicicleta, escapó. El cadáver del roedor yacía entre el pasto junto a la calle, mientras el carancho se posó en un poste de luz a esperar mi retirada. Esquivé el frío y volví a mi casa. Mañana es día de censo y no hay actividades de ningún tipo. René comió y ahora duerme. Estoy esperando a Carlos para cenar.

lunes, 16 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #8

 

El día de hoy fue indeciso, inconstante, no sostuvo un plan a largo plazo. Es importante que el clima tire siempre para el mismo lado, que trabaje en conjunto, que genere tranquilidad en el ciudadano de a pie para que puede este (el ciudadano, no el pie) tener tranquilidad en que, si hay sol, lluvia o caen Bullrichs de punta sepa cómo prepararse para tales contingencias. Hoy hubo internas en el gobierno del clima, marchas y contramarchas, un rumbo político poco claro. Bueno, sí, llovía en una calle –lluvia fría, además- y un sol quemante despuntaba a la vuelta. Y encima el viento que, en bicicleta, resulta un alivio cuando sopla a favor, pero una especie de castigo impuesto por Dios cuando toca en contra. Nobleza obliga decir que el equilibrio entre viento a favor y en contra hoy fue perfecto porque, como se sabe, Dios aprieta, pero no ahorca. Hablando de soplar, hoy pensé en la cumbre de la literatura universal, me refiero al cuento de los tres chanchitos y el lobo feroz. Creo que lo único que hay que leer en la vida es este cuento, el resto de lo que uno lea en la vida es de puro vicio. La enseñanza de este relato es que es importante construir estructuras sólidas para defendernos de los peligros que acechan afuera. Esto puede ser aplicado, a primera vista, para individuos o grupos familiares, pero también es útil para naciones o gobiernos que hacen la plancha y regalan a los trabajadores en bandeja de plata para que la derecha termine de barrerlos. Bueno, no quiero desviarme del tono general de estas líneas. Volví en el 273 ramal F, el micro que pasa por Gorina. Es una sensación extraña la de subirme a la F porque la mayoría de las caras suelen resultarme conocidas y un poco me siento observado. En el micro, uno es un extraño rodeado de extraños, pero en este no. Luego, tuve que hacer unas compras y caminé varias cuadras antes de llegar a mi casa. Pensé en la siguiente situación para un relato. Un personaje piensa en alguien. De pronto, nota sutiles cambios en el clima, la atmosfera, la gente, pasan un par de cosas nimias, pero inusuales. Entonces, se cruza a ese alguien en quien pensaba por la calle. Caminan juntos y, dado que ambos tenían una historia en común, hablan de cosas con sinceridad y sabiendo que tal vez no vuelvan a verse. Se despiden con la certeza de que no se cruzarán jamás. El personaje protagonista siente un enorme alivio. Otra vez las cosas parecen cambiar a su alrededor: el clima, la atmosfera, etc. Continúa caminando con el curso anterior de sus pensamientos. Bien, si esto perteneciera a un relato más amplio podríamos pensar que esta escena cierra algo anterior. Me parece necesario que haya ese cuerpo para que esto funcione. Escrito, agrego, de forma densa y realistas, expresando con claridad los deseos y acciones de los personajes. Así, esto, que sería un final, podría servir. Ahora, si se lee con atención, se nota que hay esos cambios antes y después de la aparición del segundo personaje. La única intención es crear un ambiente que permita dar lugar para que quien lee piense que es toda la charla una fantasía. Podemos pensar que el protagonista está atormentado por esta historia no solucionada y construye algo a su alrededor para cerrarla, una capa protectora de su cerebro. O se puede pensar que ocurrió dado que los elementos son externos, pero al fin y al cabo ¿qué es lo externo y lo no externo en la escritura? Igual, no voy a escribir todo esto porque es una paja y me embola, pero estos pequeños trucos me gusta probarlos y pensarlos, aunque la literatura ya no usa estas argucias, ahora es todo drama, hasta pondrían un cartel gigante de ESTO TAL VEZ SEA UNA ALUCINACIÓN. Bueno, ahora Carlos me dijo que estoy al salto por un bizcocho. René duerme encima de mí.

domingo, 15 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #7

 Otra vez escribo desde la pujante ciudad de La Plata. Mi retorno a estas tierras no estuvo exento de problemas y desvíos. En realidad, no. Fue un viaje bastante tranquilo. Anoche hubo cena y festejo. Metieron barra libre de tragos y llevaron a un tipo para que cante. No lo conozco, pero decían que estuvo en la Voz argentina o en soñando por cantar o uno de esos. La opinión generalizada de los carteros es que cantaba bien. Se siguieron repartiendo regalos entre los jerarcas del sindicato y después hubo baile, descontrol, fandango, juerga, meresunda, aunque algunos paranoicos decían que no hubo, pero sí, estaban todos de la cabeza. Después alguien dijo que se iban a bailar a San Bernardo y que el micro nos llevaba. Yo me quería ir a dormir y el frío oceánico que hacía en ese pueblo infernal fue lo único que me detuvo de irme caminando hasta el hotel. La cosa es que empezaron a subir al micro con botellas y tragos y el chofer incautó todo. También dijo que no iba a una mierda a San Bernardo y le quisieron pegar. Varios nos fuimos a dormir y otros se fueron caminando hasta San Bernardo, dejando en claro que sí había meresunda. Me acosté y puse una repetición de un partido de futbol mexicano para dormirme. Al otro día, me levanté temprano. Desayuné mirando el mar y allí estaba el gordo de Ensenada fumando porro. Ese tipo fuma porro todo el día, nunca baja, vive en una nube. Admiro esa constancia. Salimos a las diez y el micro parecía una trinchera de heridos de guerra. Me fui observando el campo otra vez. El regreso fue por otra ruta. El sol picaba la cara y yo me empecé a preguntar cómo hace la gente para hablar todo el tiempo. Yo no puedo hablar mucho, me canso. Si estoy un rato largo hablando, después necesito compensarlo con un rato de silencio. Mis palabras salen como espasmos, como una descarga eléctrica. En cambio, otros hablan como un río. Me pregunto cómo hacen. Paramos en una estación de servicio y comimos un sanguche de bondiola. La parrilla la atendía una familia que salvó la tarde. Llegamos cerca de las cuatro. Vinimos por 66, atravesando el mítico barrio de Los Hornos. Ya comenté que si te secuestran caminando por Los Hornos y te sueltan en Mar de Ajó es posible que tardes en darte cuenta del cambio. Tal vez camines un rato y mirés el mar y digas No conozco esta parte de Los hornos porque, claro, es tan grande el barrio que puede haber una zona con salida al mar.

sábado, 14 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #6

 Ayer nos tuvimos que ir caminando a la cena. El chófer dijo que él no recibía pago por llevarnos, sólo por traernos de La Plata. Uno gritó Somos carteros y arrancó la peregrinación. Fue una cena contundente, bordeando lo pantagruelico. A la vuelta, lloviznaba y nos amucharon a todos y todas en un micro. Me fui a dormir, pero la mayoría siguió de caravana. Hoy a la mañana, comenzó la asamblea en sí propia. Hubo un inicio con bombos, trompetas y un desayuno. Hicimos flamear unas banderas, cantamos el himno y luego se inició con la orden del día. Se mocionó la aprobación de balances y luego se dio lugar a la charla sobre la (siempre) preocupante situación de la empresa. En el cuarto intermedio, comimos y después me fui a mirar el mar, pero fue un ratito porque no estoy contemplativo últimamente y además se te llenan las zapatillas de arena. El gran drama de la costa argentina, el enemigo silencioso, el paciente invasor: la arena. La charla prosiguió a la tarde en los mismos términos. Nos liberaron cinco y media y nos regalaron alfajores. Cada uno es responsable de su destino hasta la cena. Me vine a un bar a tomar un café y mirar el partido. Estoy un poco saturado de la gente del correo y prefiero mezclarme con los lugareños, absorber algo de color local, contemplar la pintura de un pueblo opaco y que es incapaz de albergar alguna clase de energía vital. La gente parece afable.

viernes, 13 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #5

 Hoy escribo estas líneas desde la pujante ciudad de Mar de Ajó. Me tocó venir para la asamblea anual de delegados sindicales. Tuvieron que agregarme porque no estaba en la lista de pasajeros. Salimos desde 4 y 51 a las dos y cuarto de la tarde. El micro agarró por 44 y fue dejando la ciudad atrás. Vi como, con delicadeza, barrios alejados sobreviven en su propio micro mundo. Los negocios van perdiendo sofisticación y marketing. Se convierten en tiendas de tela y chapa, anunciados por un cartel escrito con tiza. Nos dieron de comer un pebete de jamón y queso con una gaseosa. Más tarde, un alfajor Guaymallén. El ambiente en el colectivo es de una excursión escolar. Hay gritos, chicanas, bailan cumbia. Uno se puso una boina y le dijeron que parecía el cuñado de Rocky. Paramos en Minotauro a fumar y estirar las piernas. Seguimos y frente a nuestros ojos sólo se abre el campo. Hay incendios a lo lejos. La presencia humana se adivina por los objetos. La maquinaria agrícola, los caminos, los alambrados, el tendido eléctrico, las tranqueras, la pasarela esa que usan para subir a las vacas al camión. Hay muchas vacas y ninguna sabe que forma parte del sistema capitalista, que es una pieza de intercambio, que hace rica a algunas personas. La vaca nomás camina y come pasto. Observo la planicie y me invade una melancolía. Me pregunto cómo será vivir en estos lugares y me doy cuenta que nunca lo sabré con certeza. Llegamos a Mar de Ajó de noche. El micro da vueltas por calles oscuras y laberinticas. Parece Ringuelet con mar. Llegamos a la hostería. No hay agua caliente. En un rato, es la cena.

jueves, 12 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #4

 

Hoy me desperté pasadas las siete y hacía frío. Tuve que salir con campera. Otra vez, el 418 pasó cuando estaba cruzando la plaza y lo perdí. Tomé el 195. Cuando llegué a la oficina, estaban todos a los gritos y enojados. El motivo era alguna clase de descuido sin importancia y que ya se había solucionado, pero igual fue una buena excusa para intercambiar improperios. Al rato, uno se puso a contar que la hija de la sobrina, de apenas un año y medio, se quedaba dormida en lugares. La llevaron al hospital y quedó internada en observación. Un médico, o al menos eso entendí, le dijo a la madre que la niña sufría depresión. Un diagnostico un poco extraño para una criatura tan pequeña. Hay un antecedente en la familia: la otra hija estuvo varios meses sin hablar después de ver como el padre apuñaló a la madre delante de ella y el hermanito, pero, en todo caso, había un justificativo para la conducta inusual. Salí a la calle y me encontré con el frío. También me crucé con una compañera de taller que estaba paseando al perro. Me preguntó por qué no me sumo a las reuniones y dije que estoy en una. Después fui hasta atrás del frigorífico a llevar una carta. Cuando se pasa por el matadero, hay un olor a bosta y sangre muy particular, sólo vinculable a ese lugar. Para llegar, hay una calle poceada rodeada de campo. A veces, los pastizales se mueven, aunque no haya viento. Está lleno de cuises que no se esconden a la vista humana. Se sienten fuertes y seguros de su victoria. Cuidado, cuises, nunca hay que sentirse seguro de la victoria. Atrás del frigorífico, muy atrás, hay un hogar para chicos con discapacidad abandonados. Los pibes corren por un patio con huertas y gallinas. Había dos cabras pastando. Algún día, hablaré con más detalle. Es la representación más cercana de olvidados de Dios que conozco.  Volví a la oficina y preguntaban por el Sugus, un compañero de oficina morocho al que apodan así por la otrora mascota (políticamente incorrecta) de los caramelos. Acaban de leer el peor uso de paréntesis de la historia de la escritura, aplausos. Hoy hay fulbito y hubo quejas por la nueva canchita. Es cierto que es pequeña e irregular y que cambiamos porque la anterior era al aire libre y los –cito textual- viejos maricones esos tenían frío. La semana que viene quizás volvemos a cambiar a una por Tolosa que es un pasillo al fondo, preguntar por Tito. Quiero contar que vivo con una persona publica a quien mantendré en el anonimato y me referiré a ella como Carlos. Aclaro esto porque esa persona leyó uno de estos escritos y me dijo que eran aburridos y que era necesario agregar acción, ovnis, tiros, insultos y minas en bolas. Le expliqué que la idea era la escritura por la escritura misma, no acumular efectismos y giros dramáticos. Me respondió que eso era un bodrio y que a nadie le interesaba. No importa, seguiré, esto es de largo aliento.

miércoles, 11 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #3

 Hoy me desperté alrededor de las siete y hacía un frío esperable para mayo. Igual, salí sin campera porque el verano no quiere despegarse de mí. El 418 pasó mientras cruzaba la plaza así que lo perdí. Tomé el 195. El otoño es una estación de postales. Levanta uno la mirada y ve el amanecer naranja caer sobre las casas, los rayos de sol que atraviesan las ramas amarillentas de los árboles, las nubes que van dando un tono gris a los contornos del cielo, todo muy lindo. Pero después cae helada, llueve y hace calor en el transcurso de dos horas. Las hojas tapan desagües y canaletas provocando inundaciones y desbordes del agua. El otoño es una estación con un buen departamento de marketing. Llegué a la oficina y cundía el caos porque quien abre siempre se quedó dormido y nadie sabía bien qué hacer. Su excusa fue que se le durmió el gallo. Después salí a la calle a observar las bellas postales que regala la época. El portero del country al que voy a llevar cartas no me habló mucho hoy. Cuando es así, es porque está el jefe de él controlando. A veces me cuenta de sus problemas de pareja, de que se está armando una bicicleta o de alguna cosa que le pasó en el trabajo. El otro día me contó que tiene pocos amigos. Yo tampoco, ni quiero tener, aunque esto no se lo dije. Crucé varios vecinos que no veía hace tiempo y me llamó la atención lo mucho que envejecieron. Los que ayer eran niños, hoy son adolescentes; los que ayer afilaban en un banco del parque, hoy tienen tres pibes; la gente se muere y es reemplazada por sus hijos. El asfalto que hace unos meses arreglaron o pusieron como nuevo, hoy está agrietado y un mapa irregular se forma en su superficie. Los postes de luz se pudren y los cables, antes tensados, ahora se balancean. El tiempo no aparece frente a nosotros como algo abstracto, se muestra como la degradación constante, imparable, inevitable, de todo lo que nos rodea, de todo lo que conocemos y amamos. En eso pensaba, cuando me distraje con unos municipales pintando los cordones de la vereda. A la tarde, fui a comprar unas cosas al chino. El chino se llama Diego y es admirador de Cristina. Cuando entré, uno le estaba recriminando que no da bolsas y por eso no va más. Es cierto, tenés que meter las cosas en una caja o llevar tu propia bolsa. Tal vez lo hace para erradicar la mala fama que tienen los chinos en occidente. A mí no me molesta la caja porque René la usa para jugar. Hoy René no está encima de mí. Comió un pollito y se fue a dormir por algún lado.

martes, 10 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #2

 

Hoy me desperté poco después de las siete y tampoco hacía el frío que uno espera en mayo. Esta vez sí estaba nublado y una niebla espesa tapaba la copa de los árboles. Observé el paisaje satisfecho porque era una imagen que me permitiría agregarle cuerpo al texto. Para quienes no lo sepan, la niebla es ese extraño fenómeno climatológico que consiste en una especie de cortina de baba blanca que obtura la visión y deja la ropa humedecida. Lo curioso de la niebla es que siempre está unos pasos más allá de uno, nunca estás dentro de la niebla, aunque lo estés. Caminás en una especie de claro dentro del bosque de humedad. Tomé el 418. Cuando llegué a la oficina, había menos gente que de costumbre. Pregunté y nadie sabía bien porqué, cosa que es habitual en el correo. Nadie sabe bien qué pasa ni porqué. Al rato, llegó el jefe y dijo que iba a venir gente de operaciones. La tan temida tormenta que anunciaba la calma de los días anteriores. A acomodar el escritorio y fijarse que no haya nada fuera de lugar. La actitud de la gente de operaciones siempre se sospecha insidiosa, pero la mayoría de las veces cae en la desidia en la que duermen todos los jerárquicos de la empresa. Uno de mis compañeros estuvo enojado toda la mañana por el destrato que sufrió con la médica laboral. Al parecer, ahora para faltar por enfermedad, tenés que ir a avisar a medicina laboral que al día siguiente vas a enfermarte. No es exactamente así, pero casi. Salí a la calle y la niebla, cobarde, ya se había dispersado. Una mañana demasiado tranquila, con poca gente en la calle. Esto es algo bueno sobre todo porque la gente está muy alterada últimamente. El único que no parecía alterado era un tipo que estuvo estacionado diez minutos en un semáforo que no funciona. La gente le tocaba bocina, pero él permanecía ajustado a sus férreas convicciones. Yo pensé que, tal vez, en algunas ocasiones, un error de mirada puede ser tomado como una bandera a defender, pero lo pensé porque a veces me hago el filosófico. Cuando volví, me dijeron que había pasado uno de operaciones a tomar un mate y decir que todo marchaba bien. Nos sigue faltando un cartero. Mientras preparábamos lo de mañana, uno se puso a contar que, el día anterior, tuvo que robarle un huevo a la gallina de la suegra para hacerse un sándwich. Otro preguntó si la gallina pone huevos todos los días. Sí, excepto los domingos, le contestaron. Después, comentó que la suegra también tiene gansos, pero es más difícil robarle los huevos. Hay que pararse de manos, explicó. También dijo que los gallos ponen un huevo chiquito y, cuando lo hacen, hay que matarlos. Yo comenté que ese es el huevo del basilisco y otro dijo que es porque el gallo se hizo trolo. Luego de eso, nos retiramos. Volví en el Norte 17, que nunca tomo, y noté que la gente cambia mucho según el micro en el que se viaje. Uno ve a alguien y dice Este es un pasajero muy 273. La tarde transcurrió sin mayores novedades. Ya está terminando la temporada de fútbol en Europa así que no hay muchos partidos para ver. Mientras escribo esto, René duerme encima de mí.

lunes, 9 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #1

 

La idea de escribir esto es poder retomar cierto ejercicio y práctica de la escritura que creo que perdí por circunstancias. No debería hacer esta aclaración porque no se me ocurrió hoy hacerlo, pero no podía empezar respetando mi propia consigna. Intentaré hacerlo corto y entretenido porque vivimos en una época de etcéteras. Bueno, pasemos al coso en cuestión.

Hoy me levanté a las siete y hacía menos frío del que uno espera en mayo. Salí sin campera. El pasto de la plaza estaba húmedo, lo que me hizo suponer que cayó rocío. Ahora que lo pienso, no recuerdo si estaba húmedo o tal vez estoy haciendo un agregado literario para darle cuerpo al texto. Desconfiar de este dato. Después me subí al micro. Hoy tomé el 418. La gente hace fila en la parada, pero me resulta incomprensible. Para mí, la fila tiene algún sentido si todos tomaran el mismo micro, pero pasan diez ramales distintos. Igual, por lo que tengo entendido, La Plata es una ciudad amante del caos y sus habitantes no acostumbran a hacer filas. Cuando llega el micro, hay una especie de código de honor en el que los que llegaron primero van subiendo o se cede la prioridad a mujeres, niños, ancianos y/o tullidos. Siempre hay alguien que intenta prevalecer por la fuerza y pone su cuerpo como tapón para subir primero, pero, si uno toma siempre en la misma parada, ya conoce donde frenan los micreros y es fácil dejar en ridículo a estos individuos. Bueno, lo cierto es que me tome el 418. Hoy fue una jornada de trabajo relativamente tranquila. Somos un efectivo menos porque hay un cartero que se fue a España, haciendo carne esa frase que dice que la única salida es Ezeiza. A mí me gusta esa frase porque demuestra que ya nadie piensa en irse en barco. Nunca la salida es el puerto. Nadie sabe cómo se llama el puerto o tal vez no queda bien decir la única salida es Dock Sud. No lo sé. Lo cierto es que demasiada tranquilidad en el correo es señal ineludible de que acecha una tormenta, sea dicho. Habrá novedades. Salí a la calle y vi muchas cosas. Una de ellas fue un rottweiler. Es una raza de perro, si no la conocen, van y googlean que no estamos en el siglo XV. Siempre me llamaron la atención los ojos de esos perros. Son como dos bolitas marrones con un punto negro, perdidos detrás de un hocico enorme. Hay algo de monstruoso en ese tipo de ojos. Me quedé pensando en que esa raza de perros era la más temible hace unos años. Suplantaron a los doberman como la raza de perros más agresivas, pero ahora fueron destronados por los pitbulls. Tal vez en unos años aparezca una nueva raza de súper perro, al que crearon genéticamente para matar elefantes, pero la gente lo adoptará como mascota de casa y lo tendrá atado a una cadena en un patio de dos por tres hasta que se escape y se coma a un barrendero sin ni siquiera necesidad de masticar. Bien, después volví a la oficina, es decir, no inmediatamente después, pero esto se está haciendo largo y es justo lo que no quería. Hoy también hice algunos mandados y cambié la manguera de desagote del lavarropas. Las gatas pelearon por algo y ahora René duerme encima de mí.