jueves, 12 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #4

 

Hoy me desperté pasadas las siete y hacía frío. Tuve que salir con campera. Otra vez, el 418 pasó cuando estaba cruzando la plaza y lo perdí. Tomé el 195. Cuando llegué a la oficina, estaban todos a los gritos y enojados. El motivo era alguna clase de descuido sin importancia y que ya se había solucionado, pero igual fue una buena excusa para intercambiar improperios. Al rato, uno se puso a contar que la hija de la sobrina, de apenas un año y medio, se quedaba dormida en lugares. La llevaron al hospital y quedó internada en observación. Un médico, o al menos eso entendí, le dijo a la madre que la niña sufría depresión. Un diagnostico un poco extraño para una criatura tan pequeña. Hay un antecedente en la familia: la otra hija estuvo varios meses sin hablar después de ver como el padre apuñaló a la madre delante de ella y el hermanito, pero, en todo caso, había un justificativo para la conducta inusual. Salí a la calle y me encontré con el frío. También me crucé con una compañera de taller que estaba paseando al perro. Me preguntó por qué no me sumo a las reuniones y dije que estoy en una. Después fui hasta atrás del frigorífico a llevar una carta. Cuando se pasa por el matadero, hay un olor a bosta y sangre muy particular, sólo vinculable a ese lugar. Para llegar, hay una calle poceada rodeada de campo. A veces, los pastizales se mueven, aunque no haya viento. Está lleno de cuises que no se esconden a la vista humana. Se sienten fuertes y seguros de su victoria. Cuidado, cuises, nunca hay que sentirse seguro de la victoria. Atrás del frigorífico, muy atrás, hay un hogar para chicos con discapacidad abandonados. Los pibes corren por un patio con huertas y gallinas. Había dos cabras pastando. Algún día, hablaré con más detalle. Es la representación más cercana de olvidados de Dios que conozco.  Volví a la oficina y preguntaban por el Sugus, un compañero de oficina morocho al que apodan así por la otrora mascota (políticamente incorrecta) de los caramelos. Acaban de leer el peor uso de paréntesis de la historia de la escritura, aplausos. Hoy hay fulbito y hubo quejas por la nueva canchita. Es cierto que es pequeña e irregular y que cambiamos porque la anterior era al aire libre y los –cito textual- viejos maricones esos tenían frío. La semana que viene quizás volvemos a cambiar a una por Tolosa que es un pasillo al fondo, preguntar por Tito. Quiero contar que vivo con una persona publica a quien mantendré en el anonimato y me referiré a ella como Carlos. Aclaro esto porque esa persona leyó uno de estos escritos y me dijo que eran aburridos y que era necesario agregar acción, ovnis, tiros, insultos y minas en bolas. Le expliqué que la idea era la escritura por la escritura misma, no acumular efectismos y giros dramáticos. Me respondió que eso era un bodrio y que a nadie le interesaba. No importa, seguiré, esto es de largo aliento.

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