lunes, 23 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #15

 

Amaneció tarde en el barrio, cerca de las diez de la mañana. Algunas señoras se asomaron a la vereda, vieron el cielo todavía negro y se sorprendieron. Persistían algunas estrellas como manchas luminosas. Tal vez no hubiera llamado la atención este hecho, pero, sumado a otros acontecimientos inusuales, algunos vecinos comenzaron a sospechar que ocurría algo raro. Tampoco es que se organizaron para averiguar qué era eso raro que ocurría, pero, cada vez que salían a la calle y se enteraban de algo nuevo, lo sumaban a la serie de acontecimientos inusuales que venían ocurriendo. Primero fueron las estatuas vandalizadas. Las tres plazas que forman el triángulo del barrio aparecieron, la misma mañana, con sus monumentos destruidos, pintados con aerosol de colores y quemados. Hubo algo de repercusión sobre el tema en medios locales, con notas en el diario y una entrevista a un funcionario municipal en la radio de la provincia. Se responsabilizó a adolescentes aburridos, agrupaciones anarquistas y políticos reaccionarios, pero la preocupación se diluyó con el correr de los días y el tema pasó al olvidó. Al poco tiempo, otro hecho inusual ocurrió en el mismo triangulo. Las cloacas desbordaron y los cordones de las veredas fueron alcanzados por aguas negras. Las calles se vieron vestidas por una marea marrón y densa, pero que no ingresó a las casas. Lo más llamativo fueron los cadáveres de ratas y peces que trajo la inundación. Largaban una peste insoportable que quemaba la nariz de cualquiera que recorriera el barrio. Esta vez, la noticia trascendió un poco más y alcanzó el nivel nacional, siempre con la excusa de criticar la ausencia de gestión del intendente. Para evitar la huida de votos, las calles se limpiaron con una eficiencia excepcional y todo volvió a caer en el olvido. Unos meses transcurrieron hasta que los vecinos notaron que era junio y las hojas de los arboles no se habían caído. Por el contrario, se mantenían verdes y radiantes como si fuera pleno octubre. Debió ser por eso que, ese día que amaneció a las diez de la mañana, nadie se impresionó demasiado. Algunos estaban un poco preocupados con estos hechos, sobre todo porque relacionaban todo con algo ocurrido antes de la vandalización de estatuas. La semana anterior a la destrucción de monumentos, un hombre de pelo blanco había alquilado un local en el barrio y colocó un cartel en la puerta con unas letras que nadie entendía. Algún curioso se acercó a preguntar de qué se trataba todo, pero lo único que recibió fueron respuestas genéricas y ambiguas. El local se convirtió, de un día para el otro, en el lugar más transitado de la zona. Gente de toda clase entraba y salía de ese lugar a cualquier hora, pero ninguno vivía en el triángulo del barrio. Los vecinos observaban el movimiento entre sorprendidos y temerosos.

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