Caminé
por una calle deshabitada. De fondo, escuché bombos y trompetas. Todo parecía
una fiesta. Un grupo intentaba corear una canción, pero no logran acertar la
melodía ni la rima. Me fui adentrando en un parque del que no se veía el final.
(A veces sueño con este lugar. Es una especie de bosque que bordea una vía de
tren y desemboca en un barrio oscuro) Me acerqué a un grupo de cinco o seis jóvenes
que estaban sentados esperando algo. Me acomodé en un hueco junto a uno de
ellos. Frente a nosotros, se amontonaban cientos de personas, todas menores de
treinta, que parecían estar armando una fiesta. Lejos de nuestra vista, una
especie de escenario con tribunas decía ser el motivo de todo el alboroto. Uno de
los jóvenes explicó la situación, pero me distraje porque una de las chicas,
sentada junto a mí, apoyó su cabeza sobre mi hombro. Sentí el pelo lacio sobre
la piel de mi cara y un dejo de su perfume entró en mí. No supe qué hacer, ni
tampoco pude ver el rostro de la chica o interactuar con ella. La situación
duró unos segundos hasta que me levanté. La miré y sólo recuerdo su sonrisa. Busqué
un baño, pero no encontré por ningún lado. Todo alrededor se sumía en el caos. Los
jóvenes estaban excitados, gritaban y rompían lo que les quedaba a mano. Destruyeron
los bancos del parque y grafitearon la estatua de un prócer desconocido. Se me
acercó un chico morocho y con un lunar peludo sobre el pómulo. Me indicó que,
bajando la cuesta, había otro baño. Seguí sus instrucciones, pero me encontré
con un rancho de chapas. Moví la puerta y había un inodoro con un espejo. Dudé
si debía usarlo o no, pero, antes de decidirme, golpearon la chapa y me
sobresalté. Un hombre de anteojos y camisa abierta me sonrío y me dijo que no
tuviera miedo. Junto a él, un joven alto y de gorra blanca caminaba en
silencio. Salí de esa especie de baño y ya era de noche. Noté manchones de luz
en algunas zonas del parque, pero el resto era oscuridad. Se escuchaban risas y
el sonido de sirenas. Caminé por un sendero de baldosas y pasé junto a un
pequeño monumento que constaba de un hombre y un perro. Lo habían pintado de
azul y habían arrancado la cabeza del perro. Todo alrededor comienza a temblar
y una campana aguda y constante destruye la noche. Despierto como si no hubiera
soñado. Voy al baño y después preparo el desayuno. Prendo la radio mientras
miro por la ventana. Un viento leve mueve unas nubes azules y frías. El locutor
de la radio cuenta que aparecieron tres estatuas de la región vandalizadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario