Anoche
no terminó demasiado tarde la despedida. Comimos un costillar, riñones, morcilla
y chorizo, regado todo con cerveza, vino tinto y fernet. Hicimos chanzas, reímos,
brindamos y escuchamos música. Siguieron las bromas sobre mi condición de
ventanillero temporal, más que nada haciendo referencia a cuestiones del pasado
de las que NO voy a hablar ahora y tal vez nunca. En algún momento de la noche,
cambié la cerveza por gaseosa dado que estoy harto de la resaca. Es decir, me
gusta la juerga, tomar algo, pero el dolor de estómago y cabeza al día
siguiente se me hace intolerable. Hay que decir que con los carteros hemos
tenido épicas jornadas de alcoholismo y eso hace que uno también se agote. Volvimos
alrededor de una y media por las calles angostas y laberínticas de Villa Castells.
¿Necesitaré, acaso, una juega mortal para poder escribir?¿deberé recurrir a
sustancias para buscar inspiración?¿por qué aquello que me llamaba la atención
ahora no me interesa?¿estoy, acaso, cambiando y no puedo percibirlo? Hoy me
desperté sin resaca y llevé adelante la limpieza de sábado junto con Carlos. Cuando
estaba barriendo el patio, noté que una vaquita de San Antonio caminaba entre
las hojas y la mugre que debía juntar y tirar. Puse mi dedo para subirla porque
no quería que corriera esa suerte. Dicen que matarlas trae desgracia y es lo
último que necesito en estos momentos. Apoyé mi dedo contra la pared, pero ella
insistía en ir por mi piel. Traté de mover mi mano para alinearla con el camino
de la medianera, pero la brusquedad de mi movimiento hizo que la vaquita cayera
al vacío y diera contra el suelo del patio. Ahí estaba, las alas medio
abiertas, de espaldas, revoleando sus patitas de insecto al aire. Volví a
juntarla, aterrado, pensando que tal vez la haya ocasionado heridas mortales. Se
acomodó nuevamente en mi mano y esta vez logré que caminara por la pared. Misión
cumplida. Luego fuimos a la dietética con Carlos. A la tarde, tuve la reunión del
club de lectura. Este mes nos tocó leer Mugre Rosa de Fernanda Trías. Las opiniones
estuvieron dividas, pero a mí me gustó en líneas generales. Me volví caminando
y le compré unos caramelos confitados a Carlos. Polly y René comieron y ahora
duermen. No hace tanto frío. Sigo con algo de tos. Lo único que quiero es
acostarme y descansar la mente.
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