sábado, 21 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #13

 

Anoche no terminó demasiado tarde la despedida. Comimos un costillar, riñones, morcilla y chorizo, regado todo con cerveza, vino tinto y fernet. Hicimos chanzas, reímos, brindamos y escuchamos música. Siguieron las bromas sobre mi condición de ventanillero temporal, más que nada haciendo referencia a cuestiones del pasado de las que NO voy a hablar ahora y tal vez nunca. En algún momento de la noche, cambié la cerveza por gaseosa dado que estoy harto de la resaca. Es decir, me gusta la juerga, tomar algo, pero el dolor de estómago y cabeza al día siguiente se me hace intolerable. Hay que decir que con los carteros hemos tenido épicas jornadas de alcoholismo y eso hace que uno también se agote. Volvimos alrededor de una y media por las calles angostas y laberínticas de Villa Castells. ¿Necesitaré, acaso, una juega mortal para poder escribir?¿deberé recurrir a sustancias para buscar inspiración?¿por qué aquello que me llamaba la atención ahora no me interesa?¿estoy, acaso, cambiando y no puedo percibirlo? Hoy me desperté sin resaca y llevé adelante la limpieza de sábado junto con Carlos. Cuando estaba barriendo el patio, noté que una vaquita de San Antonio caminaba entre las hojas y la mugre que debía juntar y tirar. Puse mi dedo para subirla porque no quería que corriera esa suerte. Dicen que matarlas trae desgracia y es lo último que necesito en estos momentos. Apoyé mi dedo contra la pared, pero ella insistía en ir por mi piel. Traté de mover mi mano para alinearla con el camino de la medianera, pero la brusquedad de mi movimiento hizo que la vaquita cayera al vacío y diera contra el suelo del patio. Ahí estaba, las alas medio abiertas, de espaldas, revoleando sus patitas de insecto al aire. Volví a juntarla, aterrado, pensando que tal vez la haya ocasionado heridas mortales. Se acomodó nuevamente en mi mano y esta vez logré que caminara por la pared. Misión cumplida. Luego fuimos a la dietética con Carlos. A la tarde, tuve la reunión del club de lectura. Este mes nos tocó leer Mugre Rosa de Fernanda Trías. Las opiniones estuvieron dividas, pero a mí me gustó en líneas generales. Me volví caminando y le compré unos caramelos confitados a Carlos. Polly y René comieron y ahora duermen. No hace tanto frío. Sigo con algo de tos. Lo único que quiero es acostarme y descansar la mente.

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