domingo, 15 de mayo de 2022

Cosas que pasaron hoy #7

 Otra vez escribo desde la pujante ciudad de La Plata. Mi retorno a estas tierras no estuvo exento de problemas y desvíos. En realidad, no. Fue un viaje bastante tranquilo. Anoche hubo cena y festejo. Metieron barra libre de tragos y llevaron a un tipo para que cante. No lo conozco, pero decían que estuvo en la Voz argentina o en soñando por cantar o uno de esos. La opinión generalizada de los carteros es que cantaba bien. Se siguieron repartiendo regalos entre los jerarcas del sindicato y después hubo baile, descontrol, fandango, juerga, meresunda, aunque algunos paranoicos decían que no hubo, pero sí, estaban todos de la cabeza. Después alguien dijo que se iban a bailar a San Bernardo y que el micro nos llevaba. Yo me quería ir a dormir y el frío oceánico que hacía en ese pueblo infernal fue lo único que me detuvo de irme caminando hasta el hotel. La cosa es que empezaron a subir al micro con botellas y tragos y el chofer incautó todo. También dijo que no iba a una mierda a San Bernardo y le quisieron pegar. Varios nos fuimos a dormir y otros se fueron caminando hasta San Bernardo, dejando en claro que sí había meresunda. Me acosté y puse una repetición de un partido de futbol mexicano para dormirme. Al otro día, me levanté temprano. Desayuné mirando el mar y allí estaba el gordo de Ensenada fumando porro. Ese tipo fuma porro todo el día, nunca baja, vive en una nube. Admiro esa constancia. Salimos a las diez y el micro parecía una trinchera de heridos de guerra. Me fui observando el campo otra vez. El regreso fue por otra ruta. El sol picaba la cara y yo me empecé a preguntar cómo hace la gente para hablar todo el tiempo. Yo no puedo hablar mucho, me canso. Si estoy un rato largo hablando, después necesito compensarlo con un rato de silencio. Mis palabras salen como espasmos, como una descarga eléctrica. En cambio, otros hablan como un río. Me pregunto cómo hacen. Paramos en una estación de servicio y comimos un sanguche de bondiola. La parrilla la atendía una familia que salvó la tarde. Llegamos cerca de las cuatro. Vinimos por 66, atravesando el mítico barrio de Los Hornos. Ya comenté que si te secuestran caminando por Los Hornos y te sueltan en Mar de Ajó es posible que tardes en darte cuenta del cambio. Tal vez camines un rato y mirés el mar y digas No conozco esta parte de Los hornos porque, claro, es tan grande el barrio que puede haber una zona con salida al mar.

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