martes, 7 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #30

 Había empezado a trabajar con ellos un par de semanas atrás. Me contrataron para encargarme del buffet y tareas de limpieza. Era un centro cultural muy agitado. Todas las noches tenían actividades. No se acercaba mucha gente, pero eso no parecía desanimarlos. Se escuchaban sus voces entusiastas que clamaban diferentes consignas. No tengo mucha idea de política así que nunca entendí bien de lo que hablaban. A veces, alguno se acercaba al buffet y me pedía algo para tomar. Se quedaba acodado a la barra y largaba una sonrisa cansada. Todo bien, me preguntaba y yo le respondía con alguna frase de ocasión. Se llevaba el vaso y así todos se manejaban. Me tocaba limpiar el salón de eventos después de que lo usaran. Encontraba colillas de cigarrillos, tuqueras, vasos, envoltorios de caramelos, papeles con consignas, lapiceras. No se preocupaban demasiado por el orden y el aseo. A mí no me molestaba, al contrario, justificaba mi sueldo. Me esmeraba por dejarles el lugar impecable para que se dieran cuenta lo valioso que era tenerme ahí. De todos modos, no parecían percatarse. No se los veía demasiado conectados con aquello que los rodeaba. Supuse que así eran los hombres de ideas como ellos. Inmiscuidos en pensamientos profundos, no tienen espacio en su cabeza para lo que ocurre a su alrededor. Aquella noche, tal vez porque estaba aburrido, tal vez porque me distraje, por un momento presté atención a lo que hablaban. Uno de ellos, el gordo, vociferaba la necesidad de hacer algo. Basta de juntarnos a hablar, gritaba, tenemos que saltar a la acción. Todos asintieron con clamor. Hay que demostrarle a esta gente que vamos en serio, agregó el morocho. Pero cómo, fue la pregunta que alguien soltó y quedó pegada al aire del salón de eventos. El gordo se acercó a la puerta y la cerró. Al otro día, cerca de las seis, fue él quien se acercó a mí. Me pidió si le podía limpiar el auto. Le dije que no tenía los elementos para hacerlo, pero lo intentaría. El gordo portaba un gesto adusto y me dijo que sí con la cabeza mientras me alcanzaba la llave. Era un Ford Sierra modelo 98. La chapa estaba percudida y los vidrios llenos de polvo. Abrí el baúl y estaba vació. Sobre el tapizado, había cuero cabelludo pegado con sangre.

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