Cae
la noche. Es una primavera gélida. Ella se desprende de todo. El celular es lo
primero que cae, lo que tiene más a mano. Después los guantes, la blusa, la
colita del pelo, los aros, las pulseras. Tira con bronca contra el suelo todos
los anillos. Los zapatos, que acumuló por decenas durante años, los mete en una
bolsa y los deja en la vereda. Con toda la ropa hace lo mismo. Regala los electrodomésticos,
no quiere plata. También a sus mascotas regala; al gato, al perro, les abre la
jaula a todos los pájaros. Destruye las plantas, quema los libros. Se despoja. Por
completo se despoja. Rompe las fotos y destroza los adornos. Se deshace de los
tenedores, las cucharas, los cuchillos, las ollas, los coladores, los
ralladores, las fuentes, las sartenes, los abrelatas, de todo. Comprende la
cantidad de cosas inservibles que abundan en el departamento. Se agota llenando
bolsas y bolsas de papeles; facturas, recibos, contratos, telegramas, folletos,
instrucciones, garantías, toda clase de basura impresa. La comida la dona, por
lo menos que alguien la coma, se dice. El resto al botadero. Antes de irse,
rompe todos los platos contra el piso; el lugar vacío queda sembrado por los pedacitos
de vidrio azul. Cierra desnuda la puerta del departamento. Sale a la calle y
tira la llave al desagüe. Comienza a caminar para terminar de quitarse todo de
encima. A medida que avanza se le caen sus recuerdos, su historia, sus odios,
sus amores, sus simpatías, su ideología, sus prejuicios, sus traumas, sus
rencores, sus insatisfacciones, sus fantasías, sus decepciones, sus encantos,
sus anhelos, sus miedos, su tristeza, su felicidad. Todo se le va cayendo hasta
no quedar nada. Su cuerpo es lo único que le queda. Su cuerpo frágil, desnudo,
blanco, aliviado, tiritante. Cree haberse deshecho del dolor, pero no, porque
los pies le duelen, le sangran, de caminar por la vereda irregular y áspera. El
viento frío y húmedo le atraviesa los huesos. Lo siente, está helada. Tampoco eso
pudo sacarse de encima. Respira agotada, afloja la caminata. El cansancio le
gana el cuerpo, tampoco eso pudo quitarse. Dolor, frío, cansancio. Se incorpora,
quiere seguir caminando. Todavía no termina, todavía tiene que deshacerse de
cosas. No puede. Comienza a llorar, las lágrimas le caen sin poder evitarlo. También
eso le queda. Se apoya contra una pared despintada. Su pecho es como un agujero
interminable. La angustia sigue ahí, acechando. De eso tampoco puede
deshacerse.
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