lunes, 19 de septiembre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Treinta y tres.

Cinco Fábulas Neoliberales.

Fábula N° 1
El padre y la madre lo pensaron con detalle y premeditación. Pararon a cada uno de sus cuatro hijos mirando contra la pared; el menor de 2 años y el mayor de 11. A cada uno de ellos le clavaron un destornillador en la cervical; cayeron al suelo retorciéndose en sangre y dolor. Con parsimonia, los cortaron en pedacitos y separaron la carne del hueso; la carne la freezaron, los huesos los enterraron en cal. Se alimentaron de eso durante un par de semanas, hasta que la policía allanó su casa. Algunos vecinos y autoridades escolares denunciaron, preocupados, la desaparición de los niños. Encontraron los restos y los padres fueron detenidos. Prestaron declaración por separado, pero dieron la misma respuesta cuando se les preguntó los motivos de los asesinatos. Ambos, con voz seca y firme, sin asomo de compasión, contestaron la misma frase: “Porque representaban un gasto”.

Fábula N° 2
En una sala de jardín de infantes, dos niños de cinco años discuten. La Señorita se acerca donde están ambos. Escucha sus argumentos con paciencia. Luego, saca una navaja del bolsillo delantero de su pintor; de un solo golpe, corta la garganta de uno de los niños de lado a lado. El pequeño se retorció hasta morir, ahogado en un mar rojo y coagulado.
Cuando la madre del niño fallecido fue a buscarlo, le informaron lo ocurrido. La mujer entró en un ataque de nervios, insultó a la Señorita y a la directora, e intentó golpearlas con una silla. Finalmente, la retiraron del establecimiento, mientras seguía lanzando amenazas e improperios de toda laya. La Señorita, una vez que todo volvió a calmarse, reflexionó para sí: “La gente está inoculada con un odio incomprensible y ha olvidado como perdonar”.

Fábula N° 3
Un joven con espíritu emprendedor tenía muchas ganas de abrirse camino. Así que se compró una pala y decidió trabajar con esfuerzo y dedicación. Ningún obstáculo lo detendría; el joven estaba obstinado a abrirse camino con su pala. Hizo pozos en todos los lugares donde pudo, aun cuando nadie se lo pedía o cuando nadie le pagaba. El joven estaba convencido que, con esfuerzo y dedicación, lograría el éxito. Bajo soles tórridos o bajo lluvias torrenciales, trabajó y trabajó, sin descanso y sin recompensa. Al poco tiempo, mientras cavaba un pozo en medio de una calle de tierra, el cansancio y el hambre lo vencieron. Antes de morir, al rayo del sol primaveral, abrazado a su pala, el joven se limpió de tierra la boca y exclamó: “No me he esforzado lo suficiente para conseguir el éxito”

Fábula N° 4
Una chica, harta de los reclamos de su madre, decidió una tarde realizarse como mujer. Como le pareció demasiado engorroso obtener la pareja, parir los hijos, conseguir el trabajo y la casa, que le exigía la sociedad para ser una mujer completa, concluyó que era mejor robarlos. Así, comenzó a imitar a su vecina. Se vestía igual que ella, decía lo mismo que ella, trataba a los hijos de ella como propios; concurría al trabajo de ella y lo ejercía con sapiencia, frecuentaba su casa como si le perteneciera. Hasta que sedujo al marido y el hombre decidió echar a la original para suplantarla por una copia mejorada. La emoción del cambio duró poco: la nueva lo envenenó a él y a sus hijos, para luego huir al Caribe con los ahorros de la familia. Al final, las dos mujeres no eran lo mismo.

Fábula N° 5

Un hombre le debe dinero a su hermano. Para pagarle, pide un crédito en el banco; le paga al hermano y comienza a devolverle el dinero a la entidad financiera. Claro que la plata a devolver cada mes es más, así que el hombre decide pagar la deuda sacando un préstamo en la financiera. Cancela con el banco, pero el interés es aún mayor. Entonces, vende su auto y da en adopción a su hijo. Reduce el gasto, pero la deuda aumenta. Así que saca otro préstamo con el banco, quien le pone un interés más alto, por su mal desempeño financiero. Con el dinero, no alcanza a cancelar la deuda con la financiera, por lo que suma más huecos económicos. Para colmo, el uso de las tarjetas de crédito y de los supermercados le acumulan atrasos y multas. Le ejecutan la casa y el hermano le ofrece vivir con él. El hombre trabaja los siete días de la semana para pagar las deudas. Calcula que, por lo menos, deberá estar así dos años más. Una noche, mientras cenan, el hermano le comenta: “Lástima que pediste ese préstamo, yo no pensaba en reclamarte la plata”.

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