miércoles, 14 de septiembre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Veintiocho.

El día suena peor que ayer. Antes de salir, me paro frente a la puerta blanca. Intento tranquilizarme, darme ánimos. Vamos, que no te quiebren. Respiro. El viento golpea implacable; así imagina golpear toda la tarde. Torcido, otra vez. La bici rota, otra vez. Un perro sale al cruce. El personaje se baja y lo encara, dispuesto a trenzarse en lucha. El perro retrocede; con sus ojos, parece decirle “tranquilo, ameo, no quiero problemas, sólo estoy acá, ladrando un poco, oliendo el culo de otros perros”. El personaje siente el sudor caerle por el pelo negro; a pesar del frío, está empapado. Continua. Es el día del cartero. Nadie le dice Feliz Día. No importa, no tiene importancia. El Flaco le pregunta si está bien. Sí, responde, aunque no lo esté. Se pregunta si la tristeza se le delatará en los ojos. Está harto. Pero en un momento deja de pensar. Queda el vacío, la mente en blanco. Ya no hay por qué preocuparse. Todo se ha dicho y hecho. Por más que camine con la cabeza gacha, o que su mirada esté apagada. La oscuridad se aleja de pronto. Su cabeza le juega algunas malas pasadas, pero siempre lo salva. Es ese gol de Morata sobre la hora, ese cabezazo certero que devuelve la respiración. El viento golpea a favor por la tarde. El sol acompaña, tan cálido como indiferente. La mañana parece tan lejana, ahora. Piensa demasiado, pero son pensamientos sin salida. Especulaciones, fantasías. Es pérdida de tiempo y energía. Observa la noticia del rugby expulsado de San Cirano. Es gracioso. Porque la expulsión deja en evidencia una forma de entender y observar a las clases bajas por parte de las altas. El flaco que fue e hizo lo que hizo, no es más que un tallo que creció demasiado alto, que se alejó demasiado de la planta que lo cobijaba. Pero la planta de donde surgió sigue allí, tan robusta y reverdecida como siempre. Es una cuestión de formas, nomás. De intentar demostrar que ellos no son así, que toleran, que respetan, que son solidarios. Pero no. Eso está ahí, nadando en la oscuridad, esperando el momento para salir. Lo no dicho, lo que no puede decirse. Lo latente. Día del cartero, entonces. No voy a abundar sobre detalles técnicos que retraten el oficio, ni ensayaré palabras de ocasión sobre la importancia de la profesión, nada de eso. Simplemente decir que, en la calle, uno debe forjar un criterio propio y tomar decisiones que, muchas veces, contradicen a la fría letra del reglamento. La Fundación El Libro sacó un concurso de cuentos. Piden un libro de cuentos. No tengo nada. Cierra el 31 de octubre. Bien, según las bases, debería escribir algo así como 150 páginas en un mes y medio. Apenas puedo escribir treinta renglones para acá. No me veo.

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