No
es un soñador, es una persona con problemas psiquiátricos. Hoy es domingo y se
hace tarde. Es un día para no salir, para evitar a la gente. Da alergia la
calle. El frío no ayuda, a pesar del enamoramiento del personaje por este
invierno. Hoy es para comer, mirar una película. Sentir que el tiempo se muere
un poco. Que se muere adentro nuestro. La gata tampoco parece muy entusiasmada
con el domingo; se acuesta encima de mí, ya sea si estoy sentado, ya sea si
estoy acostado. Me sigue a todas partes. A veces me la choco, a veces no la
entiendo. Igual, la quiero. No importa esto. Es de noche, es tarde. Hay que
prender el horno. La luz de la lámpara apenas nos toca; el filamento está
gastado. También el encendedor, la piedrita falla. El fuego está en mis dedos,
lo veo. Pero no alcanza. Una voz de mujer en la oscuridad, otra vez. Me dice
que no sirve, que no se puede usar ese fuego. No la veo. Es apenas un recorte
en la lobreguez del cuarto. Busco los fósforos. La caja pesa, está cargada. Pero
no puedo agarrar ninguno; cada vez que los saco, se me caen. Finalmente, logro
atrapar uno. Mis dedos tiemblan, estoy cerca del éxito. Prender la hornalla es
como ganar una medalla olímpica. No comprendo cómo puede ser tan complicado. Intento
raspar el sombrero rosado sobre el borde corrugado. No pasa nada. Pequeños jirones
de cartón caen. Me desespero. Si no consigo el fuego, tendré que salir a
buscarlo. La mujer no habla, espera. Me pregunto quién es, qué hace acá. Son
más de las diez, no voy a conseguir un encendedor a esta hora. Doy vuelta la
caja de fósforos, intento en el otro costado. No sirve, no funciona. Me angustio.
Por qué me cuesta tanto lo que para otros es tan sencillo Es sólo prender el
horno, o una hornalla. Ya no sé. Perdí el rumbo, me desvié del camino. Si no
puedo con esto, como voy a seguir. Hay una mancha de café sobre la mesada. El personaje
no deja de pensar. Ya se convierte en un cliché de sí mismo. Una referencia de
una referencia de una referencia. Alguna vez, escuchó a un charlatán, con título
de psicólogo infantil, decir que había una diferencia entre un niño que gusta
de estar en soledad y un niño solitario. El primero, según decía, tiene una
actitud positiva, dado que es bueno que el niño desarrolle momentos consigo
mismo. El segundo, en cambio, debía ser tratado, porque un niño que no quiere
estar con otros tiene alguna clase de trastorno. El niño solitario es un niño
enfermo. Aunque no sea un niño, el personaje sigue siendo visto como un perturbado.
Se pregunta hasta cuándo va a tener que seguir justificándose ante los demás. Ser
solitario no es una enfermedad. Es una elección de vida.
Coincido, ser solitario es una eleccion de vida!!!
ResponderEliminarMe gusta esta forma de escribir y su contenido
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