Casandra
era (o es, dada la atemporalidad de los mitos) un personaje de la mitología
griega. Según parece, era sacerdotisa de Apolo; este le concedió el don de la
profecía a cambio de un encuentro, digamos, carnal. Pero ella, una vez obtenido
lo buscado, rechazó el amor del dios, por lo cual Apolo la maldijo escupiéndole
en la boca. Así, Casandra mantendría el don de la adivinación, pero nadie
creería sus profecías. Bien, últimamente me siento como Casandra. De nada sirve
tener razón, si no te llevan el apunte. En todo caso, he pensado varias cosas a
las que podría dedicarme en mi tiempo libre. Podría, por ejemplo, convertirme
en un judío ortodoxo. No estaría mal, me gustan la barba y los sombreros. Mañana
acompaño a mi hermanita a ver a Rammstein, lo cual será todo un acontecimiento,
imagino. La verdad, no hay nada para quejarme. Supongo que estoy bien. Demasiada
calma es sospechosa.
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