martes, 13 de septiembre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Veintisiete.

La gata me despierta. Me lame el ojo. 7 y 20. Hace varios días que la repetición del despertador no suena; no sé si la apago sin darme cuenta o no suena. Me despierta la gata en esas ocasiones. Frío, mucho viento. Pierdo los días, que el sol careta le pone metas a los suicidas. La bici se rompe. Hoy es martes 13. No soy supersticioso, pero hoy es martes, eso sí. El personaje está harto. Harto. De todas y cada una de las situaciones que lo rodean. No hay una partícula del Universo que no le provoque odio. No sabe que le pasa, por qué le pasa. Desde que se despertó, lo intuye. Hoy es un mal día. Se para en medio de un camino arbolado. Un último resabio de bosque, un oasis hecho por pinos, perdido en el barrio. Observa las ramas secas y torcidas. El Diablo parece habitar en ellas. Le gustaría escribir sobre eso, sobre el Diablo en las ramas. Pero no puede. Está agotado, la cabeza le pesa. Sufre cada cosa que le ocurre; se percibe cansado, sin fuerzas, sin reflejos. Hoy cada golpe es casi de KO. Perdió el espíritu, la voluntad. Tiene ganas de morirse, sin vueltas. Le duele el estómago. Ojalá que sea cólera, ojalá que me muera, se dice. Pide irse antes de la oficina. Está harto, lo invade la sensación de estar al borde. De decir o hacer cualquier cosa. Mejor cuidarse, se dice. Vuelve resignado, la cabeza apoyada contra el vidrio. Hoy no sólo lo derrotaron. Hoy lo golearon. Hoy fue una defensa inerme ante delanteros imparables. Le entraron de a uno y por todos lados. Pide la hora, pero al día todavía le falta demasiado. Quiere tomarse un sedante y dormir hasta mañana. Volver a foja cero. Eya le habla y le comenta sobre su sesión; la siente contenta, se alegra. Él también le dice una idea, pero Eya no le presta atención. Se va a sentir mal cuando se dé cuenta. A él no le importa, está feliz por Eya, porque esté mejor, por todo. El personaje quiere escribir, sabía con que empezar. “Si un papel la besa, la tinta fresca se esparce; al dibujo se le forma un acné azul”. No puede. Quería hacer otras cosas, dejar de lado esta etapa autorreferencial y depresiva. No puede, en días como estos no puede. Es una rata que le muerde el estómago. La gata lo espera. Se acuesta conmigo, es loca pero leal. Como todas las locas, se dice. En la tele, el Barsa. Messi tampoco falla. Tres goles, asistencias, un deleite. Por un rato, le cambia la cara. Messi es mejor que Cristiano, porque Messi tiene alma. Messi y la gata, todo lo que le queda. Sabe que, en un rato, Eya le preguntará cuál era esa idea que dejó pasar de largo. Era una inquietud, nomás. Seguro Eya tiene algo para responder a eso. Si nunca has pensado que el don de la conciencia, que Dios otorgó al hombre, no es un don sino un castigo. 

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