Hay
un capítulo de Seinfeld en el que una de las protagonistas, que trabaja en una
editorial, debe ocuparse de la publicación de una novela de Yuri Testakov, un
afamado escritor ruso. Al principio, tienen una reunión ella, el editor en jefe
y el ruso en cuestión. El editor en jefe pregunta si Testakov prefiere trabajar
en el hotel donde se hospeda o en las oficinas de la empresa. El escritor
responde, con desdén, que prefiere el hotel, alejado de todos los chismorreos y
charlas de los empleados. A Tolstoi le gustaba escribir en la plaza, comenta el
editor en jefe, decía que el contacto con la gente lo inspiraba. Él no
necesitaba inspiración, responde Testakov, Dios escribía a través de su pluma. Hay
un compañero de trabajo al que mañana lo operan o algo así. Digo algo así no
para ser gracioso o simpático, sino porque verdaderamente es algo así. Él no
pudo explicarnos bien qué es lo que le hacen ni cómo ni si tiene que hacer
reposo o puede seguir con su vida normal después de la operación que en
realidad no es. Lo que sabemos es que tiene piedras en el riñón y van a
inyectarle algo para que se le disuelvan. Cuáles son los pasos del
procedimiento, desconocemos. Pero el hombre está preocupado. Está cerca de
jubilarse y ya lo desahuciaron un par de veces años atrás. Le tomaron las
medidas del cajón, para ser claros. Pero se salvó. Y ahora, otra vez, se lo ve
inquieto. Además, mañana juega Argentina. No va a poder verlo, pero, para
colmo, no sabe si van a tenerlo en la clínica esperando mientras los médicos ven
el partido. Capaz que te dicen aguantá que hay penales, bromeamos nosotros. Sí,
son unos hijos de puta, respondió, pero sus ojos se ensombrecieron. Todos nos
volvemos niños ante la presencia de la muerte. Volví en el 273 a casa y se
sentó un empleado municipal junto a mí. El muchacho respondía todas las
conversaciones con audios y a los gritos. En pocas cuadras, me enteré que tiene
que remarcar los carteles del lugar donde trabaja porque la gente no los lee,
que está con dolor de pecho desde la mañana y tal vez a la tarde vaya a la
guardia, que está tratando de construir su casa, pero es difícil porque todos
los materiales están muy caros y que hace cuatros años que siempre está enfermo
y nunca se puede mejorar. Tuve que bajarme del micro, pero yo estaba fascinado
con la historia y la vida de ese muchacho, tan parecida esa existencia a tantas
otras. Había algo en esa sencillez particular que me resultó complejo y
misterioso como un espacio inexplorado. Fui al chino y le traje una caja a René
para que juegue.