El
tipo me mira, con los ojos de siempre.
-¿Y
esto sirve para votar?
-Sí-
le respondo- es el documento. Sirve para todo.
-¿También
para votar?
-Sí.
Que
espíritu cívico, pensé, pero es habitual que la primera pregunta sobre el nuevo
DNI sea por la metodología de votación, lo cual nunca deja de llamarme la
atención. No les interesa ningún otro tramite posible que puedan realizar, sólo
si sirve para votar y de qué forma se instrumenta. Más allá de todo, las
elecciones parecen representar algo para la gente. En otra casa, una señora le
dice a la nieta Yo no te escuendo
nada. Le amo. A mí, por otra parte, parece seguirme una mariposa naranja; la
veo por todas partes, siempre revoloteando alrededor de la bicicleta. Se podría
argumentar que las mariposas son comunes y, entre ellas, el color naranja es el
más usual. Puede ser, pero esta mariposa siempre parece surgir de la nada, no
es que la veo a lo lejos. Voy andando y, de pronto, veo un pequeño pliegue
anaranjado que revolotea alrededor de mí; pareciera que quisiera acercarse,
posarse sobre mí, pero el viento, la velocidad, el vértigo de la situación le
detiene. Atemorizada, se aleja, se pierde de mi vista. Mañana, en alguna otra
parte, volverá a aparecer. Tal vez, algún día, pierda la timidez y duerma sobre
mi pelo. Pero dejemos esta seudo poesía de lado, al menos por un momento. Hoy surgió
el tema, no recuerdo por qué, del premio al mejor compañero en la primaria. Y también
surgió del fondo de mi mente, otro frustrante recuerdo de mi infancia. No existía
momento del año escolar en que toda la farsa social quedara en mayor evidencia
que cuando se elegía al mejor compañero. Porque no se elegía a quien era el mejor
compañero (es decir, a quien mejor levantara las banderas del peronismo,
perdón, no pude evitarlo), se elegía, decía, a quien más amigos tenía. Es decir,
no era un premio a quien mejor ejercía la solidaridad y el respeto por el otro,
era un premio al lobby, lo cual era trágico. Y debe seguir siendo así. La lección
era (es) que no sirve ser bueno, que ser bueno no trae reconocimiento; el
rosqueo, el saber acomodarse, el rodearse de corroboradores es lo que,
finalmente, trae reconocimiento. Sin embargo, sigo creyendo que es mejor ser
bueno. Dos cositas para terminar. No creo que Marcos Peña represente a la
derecha cuando dice que “El pensamiento crítico puede ser dañino” o algo así. Cosas
similares he escuchado en militantes kirchneristas o de izquierda; hacer más y
pensar menos, se resumiría. Creo que la renuncia a la reflexión representa un síntoma
de época, es algo transversal a nuestras generaciones. Las personas, en
general, no quieren pensar, o quieren hacerlo lo menos posible. La frivolidad
no pasa, en todo caso, por una postura política o por esbozar cierto compromiso
social; pasa por no querer involucrarse con el otro de una manera más humana,
más real, más sincera. Y, por último, no fui a ver a Kiciloff en la plaza, no. Voy
a ir a verlo a Prat Gay, después de que abandone el ministerio y salga a
codearse con el pueblo por las calles.
PD:
En el entretiempo de la Copa Argentina, pasan una publicidad del Ministerio de Energía
de la Nación, hablando sobre el ahorro de electricidad. Basta chicos.
Perdón señor pato,pero ayer no están en condiciones de comentar. bueno lo fe este relato me gusta es el enganche del final, muy admirable
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