domingo, 4 de diciembre de 2016

El aire fresco de los árboles

Todas las mañanas, el piso de la cocina amanece regado de cucarachas muertas. La mayoría dadas vueltas, algunas partidas, otras que mueven una extremidad en un último estertor. El personaje las barre pacientemente. Son cucarachas gordas y negras, que parecieran estar demasiado pesadas para moverse, que parecieran morir por tanto comer. En una ocasión, una mañana que madrugó antes de tiempo, pudo observar como una particularmente gorda y negra se arrastraba, agónica, por entre los cerámicos blancos del suelo; el insecto caminó varios pasos, como si su propio cuerpo le pesara, como si no pudiera con el propio volumen de su existencia. La cucaracha se deslizó hasta quedar quieta a centímetros de la heladera; el personaje se acercó y, cuando lo hizo, ella se movió, intentando blandir estéril defensa. La pisó, para luego barrerla junto a los otras. El ritual se repite todas las mañanas, inevitable. Probó con toda clase de limpiezas, pero todas resultaron igual de inútiles. Desinfectó con poderosos químicos cada rincón de la cocina, la mesada, el bajo mesada, las alacenas, los estantes, los cajones, la heladera, el horno; no quedó rincón de la casa sin fumigar. No hubo caso, todas las mañanas el piso de la cocina amanece regado de cucarachas muertas. El personaje supone que es por el verano, los primeros calores, conjeturas naturales. No le sorprende verlas por la calle, paseando sin temor por la vereda, padeciendo el aire fresco de los árboles; supone que pertenecen a otras casas, a otras familias de cucarachas. Si puede, las pisa sin piedad y con altruismo, convencido de estar haciendo un bien a la comunidad. Menos aún se sorprende cuando encuentra algunos cadáveres en otras habitaciones o en el baño; supone que, a veces, logran arrastrarse más allá de la cocina. Las barre con escrupulosa eficiencia, sin preocuparse demasiado por el asunto. Lejos está de imaginar la verdad. No sabe que, en el bajo mesada, hay un pequeño cerámico que no está adherido al suelo. A simple vista parece, sí, ser parte de un todo solido e impenetrable. Pero en realidad esta suelto. De él, surgen las cucarachas todas las madrugadas. Vienen por una tubería desde donde se ocultan. Aun no tienen la fuerza suficiente para sobrevivir en la superficie. Pero de a poco se van acomodando. El personaje no sospecha lo que ocurre en realidad, no puede ver más allá de lo evidente. Cuando comprenda la situación, ya habrá sido demasiado tarde.

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