Te
conozco, a ver, miráme dice Eya, ya sé lo que te pasa. Ya está, ya fue esa
historia, no quiero saber más de ese enrosque, responde el personaje. Eya se
ríe, lo observa con ternura y algo de pena. Me das pena, le dice, en serio,
querete un poco. Ya está, insiste el personaje, intentando convencerla a ella y
también a él mismo. No va a terminar, le retruca Eya, te apuesto lo que
quieras. Bueno, dale, acepta el personaje, ¿qué te parece un kilo de helado…de
Thionis? Bueno, igual vos vas a tener que pagar, así que elegí lo que quieras. No,
vas a ver, ya se terminó. ¿Cuándo caduca la apuesta? ¿en una semana?, lo apura Eya.
Te tenes confianza, si queres hasta fin de año, total ya está. Que divertido,
son el folletín del verano y no se va a terminar, le insiste Eya, ay, bebé, que
ingenuo sos a veces. Si, sobre todo por no animarme a contar los detalles
escabrosos de la apuesta, piensa el personaje, mientras escribe esto. Eya lo
abraza y le dice que todo es inútil, que de nada le sirve quererlo, que al
personaje le gusta sufrir, que para escribir necesita esa conexión
autocompasiva consigo mismo, en realidad esto último es la conclusión del
personaje sobre lo que Eya le dice, no lo que Eya textualmente le dijo, pero no
importa. No escribís cosas que conecten sin ese sufrimiento, creo que en el
fondo te gusta eso, te gusta que te boludeen, te gusta ser el tipo al que le va
mal, continua Eya, no te conviertas en eso, no te conviertas en tu propio artilugio
discursivo. Es cierto, tal vez debería escribir sobre putos, queer, sexualidad
explicita, eso vende. Lo cual es irónico si uno lo piensa. Pero como siempre
digo, mejor no pensar. A veces, es como si todo hubiera sido una pesadilla,
como si aún estuvieramos sometidos a un sueño terrible; nos pellizcamos, nos
miramos, hay un vago balbuceo para explicar que fue lo que salió mal. Pero no
hay respuestas ante tanta perversidad. Ya pasó un año de la asunción de Macri. Sin
embargo, a veces la vida nos sonríe, trata de reivindicarse de tanta inmoralidad
a la que nos somete. Hoy, por ejemplo, en el supermercado me regalaron dos
Patynesas, que son una especie de manufactura alimenticia, un subproducto hecho
con sobrantes vacunos y comercializados por Quickfood. No es un gran regalo,
pero es algo. Por lo menos es un indicio de que las cosas pueden mejorar. Después,
el personaje se entera que el Arsenal enfrentará al Bayern en octavos de
Champions y otra vez se deja ganar por la desesperanza. No importa, se dice, el
Arsenal no va a pechear esta vez, esta vez va a ser campeón europeo. Pero se
miente, se miente a sí mismo como tantas otras veces.
Por suerte el día que Eya se enamore seguro sabrá que hacer, Eya cree en el amor, aunque muchas veces quede desnuda ante el mundo.
ResponderEliminarEs triste el relato como el verano, como el amor que ella siente por el personaje. Nadie la comprende, pareciera que la conozco hace años .... estas desfasados, hasta en eso son un oximoron.