jueves, 1 de diciembre de 2016

De la vez esa que soñé con vos.

“Por mí, hacé lo que quieras”: forma elegante que tiene una mujer de decir “O hacés lo que te digo o se pudre todo en serio”. Otras acepciones: “Vos sabés lo que tenes que hacer”, “No me importa lo que hagas”.
Extracto del Manual para el Hombre Idiota de Hoy.


Hay algo que, al final, tanto ir y venir, tanto esto y aquello, nunca te conté. De la vez esa que soñé con vos. Me quedó en el tintero. Qué se yo, supongo que hay tanta tensión, tanta incomodidad, tantas palabras que no se dicen, que estas cosas parecen banales. Pero, discúlpame por esto, tengo que contarlo. Un poco se me borró, algunas sensaciones al menos. Pasó mucho tiempo de esto. O no tanto, pero para recordar un sueño, es mucho. De lo primero que me acuerdo es de estar en una casa que no reconocía; o al menos no a primera vista. Era un lugar mal iluminado, con muchas ornamentaciones de madera, con manchones negros y amarillos en las esquinas de las paredes. Estaba en una especie de comedor y, desde allí, veía la cocina, en donde un hombre pequeño y calvo realizaba alguna tarea indescifrable para mí. Escuche tu voz, que provenía del patio. Caminé hacia allí y me di cuenta que, en realidad, vos estabas en la puerta, lista para irte a la facultad. Lo único que te frenaba era la lluvia; una tormenta de agua y viento se había desatado de un momento para otro, sin que nos percatáramos. Vos estabas ahí, subida a tu bicicleta, esperando a que amaine. Me causó gracia el detalle de la bici, dado el miedo que les tenes. Me acerqué y te ofrecí ayuda, aunque no sabía qué clase de ayuda podía brindarte. Recordé que había un paraguas y una capa de lluvia en mi pieza; me ofrecí a traértelos y tu gesto fue un poco despreciativo, como si no te interesara demasiado la idea. Tuve que insistirte para que aceptes mi ayuda. Finalmente, luego de rogarte que me esperes, subí las escaleras hacia mi cuarto. Vos te quedaste hablando con un chico alto y era el sonido de tu voz lo que me calmaba la ansiedad de la escalada. Antes de llegar a la habitación, había una ventana desde la cual se veían los nubarrones y el agua golpear. El chico alto con el que vos hablabas estaba allí, del lado de afuera, sonriendo y haciéndome un gesto con la mano; no lo comprendí, por lo que subí la última escalera hasta mi pieza. Cuando entré, las ventanas estaban abiertas; la lluvia y las ramas de los árboles habían entrado con violencia. La cama, la silla, los libros, la ropa, todo estaba empapándose. Como podía ayudarte a que no te mojes yo, justo yo, que estoy todo inundado. Divisé el paraguas y la capa de lluvia; los tomé junto a otras prendas y comencé a bajar. Las escaleras que salían de mi habitación se habían convertido en una pequeña cascada, por lo cual debía pisar con extremo cuidado. Como pude, sin mirar los escalones por momentos, bajé; cuando llegué, y estaba por dártelas, me di cuenta que no tenía ninguna de las dos cosas que había ido a buscar. Tu voz seguía sonando de fondo, por lo que entendí que, todavía, tenía chances de complacerte. Emprendí, un poco más angustiado, otra escalada. Ahora, las cosas no eran tan sencillas. Las escaleras habían adquirido unas enormes barandas de madera que, de sólo apoyarte en ellas, se partían. Además, los escalones ya no estaban adheridos al suelo. Ahora, estaban en el aire. Y a medida que subía, tanto los escalones como las barandas, se hacían más inestables y más frágiles. La dificultad no estribaba ahí únicamente. Había una reja de madera cada vez que subía un piso y debía pasar a otra escalera; para lograr mi cometido, tenía que meterme por un pequeño agujero, lo cual lograba hacer con enorme esfuerzo. Antes de la última escalera, cuando ya estaba por llegar a la pieza, me quedé atascado. No pude seguir. Escucho tu voz a lo lejos. Aun estás allí, esperando. Y yo que no puedo salir de este atolladero. Me angustió, me muevo. Es todo. Me despierto con algún calambre. Supongo que así me siento, a veces, cuando estoy con vos. No sé para qué te cuento esto. Si creo que ni siquiera te importa.

1 comentario:

  1. Como te extrañaba! Gracias por volver. El sueño queria decir que no se puede vivir para complacer al otro y no sabes lo bien que me viene en este momento!

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