“Por
mí, hacé lo que quieras”: forma elegante que tiene una mujer de decir “O hacés
lo que te digo o se pudre todo en serio”. Otras acepciones: “Vos sabés lo que
tenes que hacer”, “No me importa lo que hagas”.
Extracto
del Manual para el Hombre Idiota de Hoy.
Hay
algo que, al final, tanto ir y venir, tanto esto y aquello, nunca te conté. De la
vez esa que soñé con vos. Me quedó en el tintero. Qué se yo, supongo que hay
tanta tensión, tanta incomodidad, tantas palabras que no se dicen, que estas
cosas parecen banales. Pero, discúlpame por esto, tengo que contarlo. Un poco
se me borró, algunas sensaciones al menos. Pasó mucho tiempo de esto. O no
tanto, pero para recordar un sueño, es mucho. De lo primero que me acuerdo es
de estar en una casa que no reconocía; o al menos no a primera vista. Era un
lugar mal iluminado, con muchas ornamentaciones de madera, con manchones negros
y amarillos en las esquinas de las paredes. Estaba en una especie de comedor y,
desde allí, veía la cocina, en donde un hombre pequeño y calvo realizaba alguna
tarea indescifrable para mí. Escuche tu voz, que provenía del patio. Caminé hacia
allí y me di cuenta que, en realidad, vos estabas en la puerta, lista para irte
a la facultad. Lo único que te frenaba era la lluvia; una tormenta de agua y
viento se había desatado de un momento para otro, sin que nos percatáramos. Vos
estabas ahí, subida a tu bicicleta, esperando a que amaine. Me causó gracia el
detalle de la bici, dado el miedo que les tenes. Me acerqué y te ofrecí ayuda,
aunque no sabía qué clase de ayuda podía brindarte. Recordé que había un
paraguas y una capa de lluvia en mi pieza; me ofrecí a traértelos y tu gesto
fue un poco despreciativo, como si no te interesara demasiado la idea. Tuve que
insistirte para que aceptes mi ayuda. Finalmente, luego de rogarte que me
esperes, subí las escaleras hacia mi cuarto. Vos te quedaste hablando con un
chico alto y era el sonido de tu voz lo que me calmaba la ansiedad de la
escalada. Antes de llegar a la habitación, había una ventana desde la cual se
veían los nubarrones y el agua golpear. El chico alto con el que vos hablabas
estaba allí, del lado de afuera, sonriendo y haciéndome un gesto con la mano;
no lo comprendí, por lo que subí la última escalera hasta mi pieza. Cuando entré,
las ventanas estaban abiertas; la lluvia y las ramas de los árboles habían entrado
con violencia. La cama, la silla, los libros, la ropa, todo estaba empapándose.
Como podía ayudarte a que no te mojes yo, justo yo, que estoy todo inundado. Divisé
el paraguas y la capa de lluvia; los tomé junto a otras prendas y comencé a
bajar. Las escaleras que salían de mi habitación se habían convertido en una
pequeña cascada, por lo cual debía pisar con extremo cuidado. Como pude, sin
mirar los escalones por momentos, bajé; cuando llegué, y estaba por dártelas,
me di cuenta que no tenía ninguna de las dos cosas que había ido a buscar. Tu voz
seguía sonando de fondo, por lo que entendí que, todavía, tenía chances de
complacerte. Emprendí, un poco más angustiado, otra escalada. Ahora, las cosas
no eran tan sencillas. Las escaleras habían adquirido unas enormes barandas de
madera que, de sólo apoyarte en ellas, se partían. Además, los escalones ya no
estaban adheridos al suelo. Ahora, estaban en el aire. Y a medida que subía,
tanto los escalones como las barandas, se hacían más inestables y más frágiles.
La dificultad no estribaba ahí únicamente. Había una reja de madera cada vez
que subía un piso y debía pasar a otra escalera; para lograr mi cometido, tenía
que meterme por un pequeño agujero, lo cual lograba hacer con enorme esfuerzo. Antes
de la última escalera, cuando ya estaba por llegar a la pieza, me quedé
atascado. No pude seguir. Escucho tu voz a lo lejos. Aun estás allí, esperando.
Y yo que no puedo salir de este atolladero. Me angustió, me muevo. Es todo. Me despierto
con algún calambre. Supongo que así me siento, a veces, cuando estoy con vos. No
sé para qué te cuento esto. Si creo que ni siquiera te importa.
Como te extrañaba! Gracias por volver. El sueño queria decir que no se puede vivir para complacer al otro y no sabes lo bien que me viene en este momento!
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