Recordó
el episodio como si hubiera sido ayer. Incluso, por un momento creyó que había sido
ayer. Era un incidente muy menor, intranscendente diría. Sin embargo, la imagen
volvía constantemente a su cabeza. Una tarde de noviembre, cuando estaba por
cruzar la calle, una camioneta estuvo a punto de atropellarlo. Recordaba con
detalle cómo iba a dar un paso hacia la fatalidad, cuando el vehículo pareció
surgir de la nada; pasó frente a él como una exhalación, como dándole un beso. Estaba
tan distraído que no lo vio en ningún momento. Luego, se quedó parado unos
segundos, observando la vereda de enfrente. Por un instante, se salvó de sufrir
un horrendo accidente. Nadie se percató en ese momento de lo acontecido, y con
el tiempo el incidente parecía demasiado pequeño. Pero, regularmente, la imagen
de la camioneta gris, pasando a escasos centímetros de su cuerpo, retornaba,
molesta, a su cabeza. En alguna parte de él, sentía que todo lo que ocurrió después
de eso, tal vez fue de regalo. O mucho peor, tal vez no ocurrió, tal vez él
está muerto, tal vez está atrapado en una especie de purgatorio, esperando un
dictamen oficial que le asigne su lugar en la eternidad.
-Claudio,
te hago una pregunta- le dijo a su compañero de departamento- ¿no crees, a
veces, que en realidad estamos muertos, que nos morimos en algún momento, pero
nuestra consciencia se empeña en negarlo, se empeña en hacernos creer que aún
estamos vivos?
Claudio
quitó la vista de la computadora y lo miró con algo de hartazgo.
-Te
hago una pregunta yo, Bruno, ¿el objetivo de tu vida es arruinar la mía? En serio
te lo pregunto.
-Bueno,
es sólo una pregunta.
-La
mía también, la mía también, hablando en serio, me parece que David Lynch pasó
de moda. Creo que la novedad se trasformó en recurso, el recurso en cliché y el
cliché en autoparodia.
Bruno
abrió el paquete de cigarrillos y notó que estaba vacío.
-Puede
ser, tal vez la gente comprendió que él nomás puede hacer ese surrealismo
pomposo y oscuro, ¿no hay más cigarros?
-¿Hay
en el paquete?
-No.
-Entonces
no hay, no tengo cigarrillos escondidos por el depto, si no hay en el paquete,
no hay.
-Voy
a ir a la estación de servicio a comprar.
-Cualquier
excusa es buena para chamuyar a la cajera, ¿no?
-Es
lo único que está abierto a esta hora.
-No
sé por qué te gustan las mozas, las ventanilleras, las cajeras, las kiosqueras.
-Son
amables, por eso.
-Es
su trabajo, ser amables con los giles para vender.
Bruno
sonrió mientras abría la puerta.
-¿Necesitás
alguna otra cosa?
Claudio
negó con la cabeza mientras volvía a la pantalla de la PC. Mientras la brisa
invernal le golpeaba la cara, recordó cuando conoció a Clara; también,
inevitablemente, recordó su muerte. Eran cosas que habían pasado desde aquella
tarde en la que la camioneta lo rozó. También Lynch, de algún modo, había sido
tragado por la entropía. Y la estación de servicio seguía quedando a dos
cuadras…
Hola amigo Pato: qué tal? Gracias por la compañía aquí lejos de todo se siente la soledad, pero leerlo es como un mate que alguien me pasa a través de una pantalla.
ResponderEliminarBueno, en primer lugar quiero decir que después de la muerte de dios, toda muerte del ídolo o de uno mismo es normal. Por otro lado, siempre creí que había muerto en 1996 cuando entré al quirofano por primera vez, seguro soy una conciencia que no acepta su derrota, pero tan mala puedo ser conmigo y no fantasear cosas mejores? En fin La muerte tema hermoso para charlar sobre ella.
Luego quiero agregar que el personaje de Bruno me pareció simpático, muy "calentón" con las ventanilleras. Ojalá le tiren un centro, el ser humano puede caer muy bajo por un simple beso, o rose.
Me gusta mucho su estilo de escritura. Ese recuerdo creo que también lo viví muchas veces, o de alguien cercano a mi...