martes, 6 de diciembre de 2016

Cangrejos

Manuel salió del departamento en el único minuto que no llovía. Las nubes se apoderaban del cielo con total parsimonia. No eran muchas cuadras y, con el paraguas azul en la mano, imaginó que sería un recorrido tranquilo. Recordó una idea que tuvo en esos días para un programa de televisión; era para una serie de cámaras ocultas, tipo Disaster Date o esa clase de porquerías de MTV. Pero el concepto era un poco retorcido. La reflexión era la siguiente: si para realizar una humorada era necesario construir un contexto que la contuviera, entonces, para que la broma sea imposible de vislumbrar y absolutamente efectiva, había que estirar esa atmosfera, ese entre, como se dice habitualmente, hasta límites insospechados. Por caso, establecer una relación, casarse, tener hijos, adquirir un crédito hipotecario, sostener un matrimonio por veinte años, todo para, en el momento oportuno, jugar una estúpida broma y confesar que todo no era más que un engaño, un elaborado truco para rellenar un espacio televisivo. Se llamaría “Lo planeé durante años”. El principal escollo sería el presupuesto, dado que los productores televisivos verían como un gasto excesivo y a largo plazo la realización del programa. En todas estas cosas pensaba, cuando una lluvia helada y furibunda le comenzó a caer encima. Abrió el paraguas y se dispuso a continuar con sus cavilaciones, pero el viento se lo impedía. La tela azul volaba, como si quisiera huir pertinazmente del esqueleto de plástico. Debía reacomodar los pitutos marrones en las costillas del paraguas para poder seguir usándolo, pero se empapaba cada vez que lo hacía, aun cuando buscara un techo, dada la inusitada violencia del temporal. Fue a buscar a Magaly a la parada y la encontró hecha sopa; los dos apenas se podían refugiar debajo del paraguas.
-Me quedé conversando con una chica en la parada.
Manuel a veces se dispersaba cuando ella hablaba; sentía que debía realizar un gran esfuerzo para seguirla. En muchas oportunidades, sucumbía a sus fantasías.
-Entonces, me comentó que tenía un amor mal sano por el padre- relató Magaly.
-¿Quién? ¿la chica de la parada?
-No, no, ¿Cómo me va a contar eso la chica de la parada?
-Qué se yo, la gente se siente tan sola…
-No, bola, la gordilla que estaba el otro día en el asado.
-Ah, claro.
-Que está repartible, te digo.
Manuel nunca sabía que responder a esos comentarios, así que se limitó a sonreír. Caminaron en silencio unos metros. Ya casi estaban llegando a la editorial. Magaly le había conseguido una reunión con una gente que estaba dispuesta a publicarle su novela; ella iría como su representante y lo ayudaría a hablar.
-¿Te acordás el numero?
-235
-Acá es, igual tiene un cartel.
-Sí, tiene un cartel.
-Pero dijiste que era una casa.
-Sí, una casa con un cartel.
Los recibió un hombre de mediana edad, calvo, que se presentó como Nicolás y los invitó a pasar. El garaje era una pequeña cascada, dada la bajada del agua.
-Ese no es nuestro problema- comentó el hombre.
Ingresaron a una oficina bastante amplia, con una tenue luz ámbar y papeles por todas partes. Se sentaron los tres y hubo un silencio algo incómodo.
-Que buena película- dijo Nicolás, señalando la remera de Manuel.
Él se quedó callado, porque no sabía que responder cuando le decían eso. En todo caso, comenzaron a charlar sobre la novela en cuestión. Primero, encarando la parte operativa, de costos, modos de trabajo.
-Las cuestiones de corrección están a cargo de mi socio, Sergio, que ahora no está, pero es él el que lee todo a fondo.
Después le preguntó a Manuel de que iba la novela. Lo pensó durante unos segundos.
-Hay dos personajes, Alejandro y Fermín, que tienen una conexión, aunque durante la trama no se sabe cuál es, son amigos, pero nunca están juntos en la narración. Es difícil de contar, porque son dos historias paralelas que no parecen tener relación entre sí, pero finalmente se conectan. Alejandro es un personaje joven, melancólico, que siempre está fantaseando, un poco triste, un poco en su mundo. Bueno, él se enamora de una chica nueva en el barrio, Verónica, que medio lo histeriquea, medio no, y Alejandro se enrosca en un montón de cavilaciones y eso. Fermín, por otra parte, es un personaje que…
-Bueno, ahí llega Sergio justo.
Un hombre delgado y un poco encorvado ingresó a la oficina. Los saludó con cordialidad y se sentó.
-Me estaba contando la trama de su novela- dijo Nicolás.
-No, pero deja, no es necesario- respondió Sergio- después la voy a ir leyendo y ya la charlaremos.
-Bueno, bueno.
-Bien, entonces, ¿están adentro?
Manuel la miró a Magaly, que asentía con la cabeza.
-Ella es mi representante- comentó- sí, sí, estamos adentro.
Se dieron las manos y volvieron a la calle. Caminaron rumbo a 7, rodeados de silencio. La lluvia había cesado; ahora, una brisa fresca los envolvía.
-Para mí son pareja- dijo Manuel.
-¿Por qué siempre estas llevando todo a lo sexual?
-Vos me hiciste así, vos me hiciste ver eso.
Largaron una carcajada, mientras esquivaban algunos charcos.
-¿Sabés?- Manuel la miró de costado- tengo ganas de volver a Cine.
-Ah, bien, bien, la querés poner, me parece.
-¿Ves? Es lo que acabo de decirte, vos llevás todo para ahí.
Volvieron a reírse. Manuel no sabía si estar contento o no, con la decisión de editar la novela. Por un lado, le parecía un gran paso, y era natural estar entusiasmado. Pero por otro, sentía un enorme vacío en el pecho, como si nada pudiera satisfacerlo. Además, no era sólo el inicio de algo importante, también era abrir la puerta a un mundo de miedos, inseguridades y exposiciones que lo ponía muy nervioso. Magaly lo sacó de su cabeza.
-¿Qué pensás?

-En que cuando alguien ve a una persona pobre en bicicleta piensa Albañil, Hippie, Ecologista, Deportista, en cambio, cuando ve a una persona pobre en moto piensa Delincuente, Drogadicto, Peronista. ¿Entendes lo que digo? Es un pecado que el pobre ascienda materialmente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario