La
gata adoptó su personalidad. A veces, pareciera que sobra. Viene y maúlla; quiere
comer, bueno, le doy. Al rato, otra vez viene y otra vez maúlla; quiere un poco
de mimo, se me sube encima. Ahora mismo, me golpea la cabeza con su mano
izquierda; la miró, me mira, quiere atención. Viene y maúlla; quiere salir, que
le abra el pasillo o el patio. Al rato, viene y maúlla de nuevo; quiere
acostarse. Todo el tiempo así. Exige, insiste, llora. Muchas veces no sé qué
quiere. O tengo que dejar de hacer cosas para prestarle atención. Ella se pone
encima de toda prioridad. A la tarde, cuando llego, quiere comida, pero no le
alcanza con que le llene el plato, no, quiere que la acaricie un poco mientras
come, si no lo hago, maúlla. A la madrugada, me golpea con el pie para que me
despierte; a la noche, quiere acostarse debajo de la frazada, pero un rato, después
se pone encima de los pies. Tiene demasiadas mañas y me preocupo demasiado por satisfacérselas.
Y ahí viene, otra vez la patita en la cara, ¿qué quiere ahora? Me está por
golpear y la miro. Se queda congelada. Sigo. Otra vez quiere golpearme, otra
vez la miro, otra vez se congela. Me río. Está ahí, gorda y gris, esperando
algo. Maúlla levemente, a veces pareciera que me habla, que me contesta. Es bastante
respondona, si así fuera. Se me acuesta encima. No puedo seguir escribiendo. Tal
vez sea culpa mía que haya adoptado su personalidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario