Fui
a comprar galletitas; en el kiosco, tienen una foto enorme de una boca podrida,
según parece para prevenir el cáncer. Camino, pienso. Con Eya, todo está bien;
no se si bien, pero la cosa mejora, estamos acomodándonos. De a poco. La gata está
sana. Mi familia también. Puedo escribir, estoy más despejado, más tranquilo. El
otro día ganó Gimnasia. No digo que podría ser feliz, pero tampoco veo los
motivos de este malestar. Sin embargo, hay una pústula que molesta, que
fastidia. La Pibita. No querría hablar de esto, no es tan importante, pero por alguna
razón, me inquieta. Dudo en seguir. Estaba todo bien con ella, se los aseguro. Charlábamos,
había buena onda. Éramos amigos, o al menos podíamos serlo. Pero se cortó. Cómo
y por qué, no lo entiendo. No sé si dije o hice algo malo, no lo sé. Juro y
perjuro que jamás intenté nada. Tengo un cartel que dice “Friendzoname” tatuado
en la frente. No quiero otra cosa, menos ahora, en esta etapa. Quisiera preguntarle
qué le pasa, pero esquiva la mirada; últimamente no me dice ni Buen Día. Debo admitir,
eso sí, que a veces, cuando estoy ahí, me sonríe, pero sin decir nada. Actúa como
si yo no existiera; no entiendo cómo se enfrío todo así. Tal vez inició una tórrida
aventura con algún otro miembro de la oficina y yo sería un estorbo para eso. No
veo por qué, no es un motivo para comportarse así. Tal vez el novio le dijo
algo de mí. Tampoco me parece excusa, no soy tan importante. Creerá que me la
quiero levantar. La convenzo de lo contrario en cinco minutos. O creerá que yo
estoy enojado con ella y esto es un malentendido. Realmente, descartando las
opciones obvias, la situación es incomprensible y está manchando a los otros
compañeros de trabajo, que intentan aconsejarme sin que yo se los pida. Hoy,
por caso, la Pibita bajó y no dijo ni Buen Día, obvio. Así que yo lo interpelé
al Flaco, Buen Día, Flaco, ¿cómo andas?, le dije, y empezamos a decirnos Buen
Día entre todos, para dejar en evidencia su falta. Nada, apenas se sonrió, pero
nada. Cuando se fue, el Flaco me miró y me dijo, Ale, lo único que te pido es
que no la perdones, vos la perdonas mucho. ¿Qué carajos me quiso decir con eso?
Yo me hice él que entendía, pero la verdad es que no entendí una mierda que
quiso decirme. ¿Se supone que me le tire encima? ¿Que me mande sin preguntar,
así como viene? No, no, no me parece conveniente, no es lo que quiero. Sin embargo,
el Flaco tiene un gran ojo para darse cuenta de esas situaciones. ¿Está viendo
algo que a mí se me escapa? ¿lo que es obvio para todos? ¿O estoy rodeado de
pervertidos? Las cartas parecen echadas. Atrás parece que no puedo volver,
hacia adelante no me convence. Y ella que no me da ni un segundo, como para
poder sacarme la duda. Preferiría que me mande a la mierda, que me odie, que me
escupa (literalmente) la cara; pero esta duda me está matando. No saber qué le
pasa. No puedo preguntarle, porque me diría que nada, aunque se evidencie lo
contrario. Mañana voy a ir y decirle cómo está. La voy a semblantear. Porque el
resto marcha, pero esto es como un pequeño grano con pus, que se hace cada vez
más grande y molesto.
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