El
periodista mira a la cámara. Es un hombre calvo, más de sesenta años, con las
arrugas en el rostro apenas disimuladas por el maquillaje; cargan sobre él años
y años de redacción, de radio, de televisión, de gastar suela y saliva, de
crear lazos y contactos con el poder político y económico, de gestar un
prestigio sólido y una credibilidad indiscutible entre los consumidores de
noticias. Ahora, con un papel en la mano derecha, de pie, el gesto enjuto,
preocupado, mira a la cámara. En verdad está alarmado por la violencia que se
genera en las redes sociales contra las instituciones republicanas; un espiral
de agresiones que se vuelca, cada vez más, a las calles. Sobre todo, hay un
personaje particular que parece incitarla y lo perturba sobremanera. El
periodista mira a la cámara. Se hace un silencio dramático; después, comienza a
hablar.
-Buenas
noches. Hoy quería invitarlo a pensar sobre algunos hechos aberrantes que se
están produciendo en nuestra sociedad. Hechos que por momentos pasan
desapercibidos en medio del vértigo informativo. Pero es deber de todos los que
nos consideramos profundamente democráticos, que cargamos con nosotros un
respeto fundamental por la Republica y las instituciones, que sentimos a la
libertad como un derecho inalienable, es deber, les decía, señalar y repudiar
esos hechos. Me refiero, claro está, a las agresiones, amenazas, extorsiones y
llamados a la sedición, que día tras día, de diferentes formas y con distinto
grado de virulencia, se lanzan desde la oposición. Hay dos cosas que hay que
aclarar para comprender esta situación. Primero, la estrategia zen del gobierno
actual, que pretende, bajo cualquier costo, evitar acciones que alienten el
accionar de estos grupos, como podría ser aplicar el protocolo de seguridad o
castigar con condenas implacables a quienes propicien o lleven a cabo estos
ataques y amenazas. Usted dirá que esto es lo correcto, que el Estado no
debiera entrar en esta confrontación, que debiera dejar pasar a estos
extremistas de baja calaña. Esto, que es un pensamiento extendido entre mucha
gente de buena fe, es una de las trágicas marcas que nos dejó la década pasada.
La falta de respeto por la investidura, por el que piensa distinto, por todo
aquello que no satisface las necesidades megalómanas de la Líder. Y es a partir
de esta visión retorcida de la vida política, vista como un territorio de
guerra, un campo de batalla, que aparece el otro factor que les mencionaba. El
odio, la desesperación, la ceguera, el fanatismo de ese minúsculo pero
exacerbado sector político, que busca llevar al país a esa situación extrema de
violencia, de desorden, al desbande. Y no van a detenerse ante nada, porque
saben que no tienen otra manera de actuar, porque el desastre de corrupción,
miseria y marginalidad en el que dejaron a la Argentina, les ha hecho perder
toda legitimidad ante la gente. Es por eso que recurren a los escraches, al
insulto, a las amenazas, a las agresiones mediante pedradas. Porque no tienen
argumentos políticos, porque están en retirada, acosados por la Justicia y,
repito, sin ninguna legitimidad popular. Ya les he hablado en otras
oportunidades de grupos de Facebook como Resistiendo con Aguante o hemos
analizado al detalle las declaraciones en clave golpista de la señora de
Bonafini. Hoy quiero que analicemos a un personaje que ha irrumpido desde las
redes sociales, desde You Tube más precisamente. Un youtuber, como se dice en
la jerga de los jóvenes. Usted sabe que esto de los youtubers es todo un
fenómeno entre los adolescentes, donde jóvenes emprendedores y creativos
comparten material audiovisual de diferente índole a través de la mencionada
página. Bueno, este personaje, que se hace llamar el Joker, apareció como otro
de miles de chicos que suben videos. Claro, ocurre que el contenido de estos videos
comenzó a popularizarse de una forma inédita. Tuvo una explosión de
visualizaciones. Cabe aclarar, que muchos que observan estos videos lo hacen
con una enorme repugnancia. Mire, observemos un pequeño fragmento para que
usted entienda a que me refiero.
El
periodista da lugar a un tape. En el vemos a un hombre, tal vez de treinta
años, tal vez más, tal vez menos. Está de espalda, mirando televisión. La habitación
está a oscuras, iluminada sólo por la luz de la pantalla. En el plano, se ve su
pelo de un verde loro, su mejilla blanca y el hombro de un saco violeta. En la
tele, está La Cornisa, con Majul entrevistando a Patricia Bullrich; el
periodista pregunta, serio, ¿Hay alguien que quiere ver muerto al Presidente? El
Joker lanza una carcajada demencial, tenebrosa, surgida de lo más hondo del
pecho. Se tapa la cara con sus guantes violetas; ríe al menos treinta segundos.
Se da vuelta y mira a la cámara. Es un hombre delgado; se ven sus ojos
inyectados en sangre, su piel vestida con maquillaje blanco, sus labios
toscamente pintados de rojo. Pero sobre todo se ve su sonrisa enorme y
perversa, cargada de dientes amarillos, encías enormes y sangrantes, una
sonrisa que parece haber perdido toda orbita. Luego habla con una voz aguda y
musical. Creo que Luisito debería ser más específico, dice, entre risas, no creo
que haya alguien que no lo quiera ver muerto. Lanza otra sonora carcajada.
Hasta su padre, agrega y vuelve a estallar. El plano congela con la imagen del
Joker sonriendo a cámara. El periodista se muestra serio, deja unos segundos de
silencio. Entiende que son necesarios para que el espectador digiera lo visto.
-De
esto les hablo. Y es apenas una muestra. Este personaje se extiende en esta
clase de epítetos, amenazas, llamados a la insurrección y hasta detalladas
torturas que le aplicaría al Presidente o a miembros de su familia en caso de
tener la oportunidad. Hablan de miedo. No existe palabra más antidemocrática que
miedo. Ante esto, el gobierno no puede quedarse de brazos cruzados. Porque no
crea usted que es sólo un maniático, de esos que tanto pululan por internet. No.
Es un hombre que está teniendo cada vez más ascendencia sobre sectores
radicalizados, a los que este personaje enfermo, porque no hay otra palabra
para definirlo, este personaje perverso y retorcido les da argumentos a esos
grupos violentos, les hace creer que aquello que hacen es lo correcto, es lo
necesario. Por eso urge que el gobierno intervenga, que detenga a este y a
otros personajes de esa clase, es prioritario para la seguridad nacional que se
controle el contenido subido a las redes sociales y que se prohíba a todo aquel
que pueda enmarcarse dentro de delitos como sedición, desacato o traición a la
patria. Pero no depende solamente de los funcionarios alcanzar el orden y la
paz social. Depende de nosotros, de la gente, de ustedes. Y no únicamente no
mirando ni compartiendo estos videos, sino también censurando y poniendo en su
lugar a quienes expresen o reproduzcan esas opiniones. De todos depende que en
la Argentina se termine la violencia y la intolerancia. Bien, hoy tenemos un
programa muy intenso, donde vamos a hablar con la Ministra de Seguridad para
saber cuál es la postura oficial sobre esto; también con expertos en
ciberdelitos que nos intentaran desasnar sobre los riesgos que corremos tanto
los gobernantes como los ciudadanos de a pie ante este tipo de terroristas
virtuales. Y estarán también algunos especialistas en psiquiatría y psicopatía
para que tratemos de entender la peligrosidad de las motivaciones que manejan
estos oscuros personajes.
El
periodista se calla. Observa a la cámara con un gesto adusto. En silencio, se
va fundiendo su imagen con la del nombre del programa. Ahora, frente a los
faroles apagados, se siente un poco más relajado, tranquilo. Entiende que ha
hecho un enorme aporte para concientizar a la población sobre el riesgo en que
se encuentra la Republica; además, confía con colaborar en la destrucción de
ese oscuro personaje de internet. Lo pone particularmente nervioso el Joker. Esa
sonrisa sardónica, esa mirada desorbitada. Lo hacen acordar a algo que hizo
hace muchos años. Algo terrible.
Che, quien es el periodista?? jajaj y quiero ver al Joker, genio
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