sábado, 20 de agosto de 2016

Cinco

Sufro una enfermedad periodontal. La unión de los dientes con la encía acumula sarro y produce sangrado; además, la encía se hincha y los dientes parecen más grandes. Es una sonrisa monstruosa, si no me cuido. De vez en cuando, me aparece. Pero no la enfermedad. La risa. Es como una carcajada demencial que surge de la nada. Juega el Barsa, me tengo que fumar a Lavecchia y a Garofalo; el tipo hace un gol increíble, entre tres, saca un latigazo que pasa por el único hueco posible. No lo marcan, no lo presionan, dicen los periodistas, que esperan que le vaya mal, que se indignan con cada jugada que hace. Después agregan que fue su primer remate al arco, en casi cuarenta minutos. Bastante poco para un tipo al que no marcan. A los dos minutos la clava Suarez; los elogios abundan, señalando que el uruguayo no ceja en su empeño, que va a todas, que el Betis puso nueve tipos adentro del área, pero él igual se fabrica espacios. No entiendo, a uno no lo marcan, al otro le aplican una defensa casi espartana. Ja. Como hizo escuela el estilo Niembro en el periodismo deportivo. En todo el periodismo. Basta con escuchar a Majul, con leer a los columnistas de La Nación; la energía es cara y escasa, por lo tanto, debe cobrarse a un valor alto. “No es un derecho humano” dice Luisito. O sea, si queres energía gratis, ándate a vivir a Cuba. Ja, ja. La prioridad no son los servicios a bajo costo, la prioridad no son los alimentos baratos, tampoco cuidar el empleo, ni el acceso a la vivienda, la prioridad no son los derechos humanos, ni que no se deprecie el salario, no es prioridad el fútbol, pero tampoco el presupuesto educativo, no, nada de esto, ni nada que se nos ocurra. La prioridad es la Pobreza Cero. La ironía no es que quieran terminar con la pobreza aquellos que históricamente la han generado; la ironía es prometer Pobreza Cero en una sociedad de clases y que la gente lo compre. Ja, ja, ja. Tal vez debiera teñirme el pelo de verde, un verde furioso, llamativo, que se vea a varias cuadras. Este es un Gobierno que ganó prometiendo alegría y felicidad, pero que gobierna exigiendo sacrificios. En todo caso, el lenguaje macrista está plagado de eufemismos; por caso, los pobres son referidos como los sectores más vulnerables, las corporaciones agrarias como el campo, presionar a la Corte como dialogo cordial entre poderes y así. De todas formas, para intentar desarmar el relato macrista habría que empezar por otro lado. Primero señalando su carácter metalingüístico, es decir, constantemente se habla de lo nefasto de la década anterior pero la descripción de los hechos concuerda con lo que ocurre ahora. Digamos, Marcos Peña dice, en algún programa de Tv, que ellos están dispuestos a dialogar con todos y que el gobierno anterior le hizo daño a la democracia al ser soberbio y no abrir espacios de debate; lo consultan con respecto a las críticas del kirchnerismo respecto a equis tema y responde que no les hace caso, que son sectarios y violentos, que mejor no prestarle atención. Jorge Fernández Díaz sigue una lógica similar; luego de acusar a Cristina de espiar, perseguir y escrachar periodistas (no como ahora que se respira libertad) pide que aquellos que apoyaron la gestión anterior se llamen a silencio, aunque sea por vergüenza. Es decir, apoyamos la pluralidad, respetamos tu opinión, a menos que seas K, en tal caso, cállate. Digamos que se quejan de lo mismo que hacen, describen sus actitudes, pero referenciando a otros. Todo nace del nudo central del discurso. Macri, en todas sus entrevistas, charlas, conferencias, etc, habla de la Mentira del pasado y la Verdad del presente. “Este gobierno habla con la verdad, aunque duela” dice Macri. Como base política, es interesante. Afirmarse uno como la Verdad tiene un rasgo autoritario, que los periodistas que lo escuchan suelen no mencionar. No hay manera de discutir con alguien que afirma ser la Verdad, lo Real, lo Inapelable, mucho menos si uno es señalado como la Mentira. Ambos son términos absolutos y de carácter moral, no político o económico. No es que el Gobierno toma medidas que tienen ciertas consecuencias y benefician a determinados sectores. No. Están aplicando la Verdad. Y la Verdad no puede estar equivocada, aunque parezca tonto decirlo. Así, surgen diferentes vertientes discursivas. Una que habla de lo Necesario, es decir, que todo lo que hace es de carácter innegable e irremediable, que era lo que había que hacer, como diría Macri, si hubiera habido otra opción la hubiésemos aplicado, pero era la única. Incluso, algunos periodistas advenedizos afirman que con Scioli hubiera pasado lo mismo, así de inevitable es. La otra vertiente complementa a la anterior; si las cosas no salen bien, entonces se señalarán los problemas de comunicación, de implementación, de forma, que hay que unificar el ministerio de economía, etc. Jamás el carácter real de lo hecho. Porque es la Verdad. Y eso explica la crisis metafísica que se vivía en los años anteriores, la crisis que la gente no percibía (dicho por los propios opinologos profesionales), la crisis era producto de vivir en la Mentira, no importaba como se vivía, porque era Mentira. Y este gobierno ha reencaminado al país a la Verdad. El problema de comunicación consiste en que no le pueden hacer creer a la sociedad que es ineludible que pague una fortuna por los servicios. Ja, ja, ja, ja. Y una camisa violeta, también, lo único que me preocuparía es la piel blanca, necesitaría mucho maquillaje dada mi piel negra. La sonrisa dibujada es lo más fácil. Ja, ja, ja, ja. Pero el discurso abunda en generalidades. El día que Macri habló en La Rural todos nos quedamos con lo de gaucho y gauchada pero antes de eso, exactamente antes, dijo algo que es central en su construcción. Se refirió al Campo con las palabras Historia, Emblema, Tradición, Cultura, Solidaridad. Es decir, le quitó al sector agroexportador su peso como actor económico y factor de poder. El Campo está por encima de las nimiedades propias de los mortales; el Campo es parte ineludible de nuestra esencia y de nuestra Patria, ¿cómo no bajarle las retenciones entonces? Además, todas las referencias fueron de una candidez enorme; el Campo no es un enorme y complejo conglomerado productivo, sino unos paisanos que crían ovejas, ordeñan vacas y cultivan aceitunas. Ese exceso de billikenismo, no es casual, tiene la intención de construir un universo de valores positivos que encajen en su relato. El Mundo es otro de los tópicos preferidos del presidente. En su discurso del 9 de Julio, especificó a que se refería con ese término. Nombró a Alemania, Corea del Sur, Japón, China, Italia, Francia, España y Yanquilandia (dijo Estados Unidos), claramente los llamados países centrales. El Primer Mundo, la panacea de orden, progreso, institucionalidad más arraigada en la clase alta y el medio pelo argentino, los países serios, en resumen. Los empresarios, también llamados las Inversiones, son otro de los amigos del país, según Macri. Aquí se da algo curioso. Según el presidente, hay algunos empresarios que son regulares a los que se los puede hacer buenos y hay otros malos, a los que se puede hacer regulares. Otra vez aparece la moral de jardín de infantes, a la hora de hablar de intereses económicos. Pero no hay que detenerse en esto. Al parecer, los empresarios pueden salvar su alma, pueden mejorar, pueden cambiar. En tanto, no he escuchado a nadie decir que la obra de Milagro Sala en Jujuy deba salvarse; se podría objetar la corrupción de sus hacedores, pero no el fin. Sin embargo, esa salvedad no hace. Los movimientos sociales y los organismos de derechos humanos, entre otros, se han convertido en los grandes enemigos de la Patria; todo el peso de la Ley y la Justicia debe caer sobre ellos, sobre sus dirigentes, todo lo que han hecho carece de legitimidad o valor. Una mujer de 87 años que se niega a declarar es una sediciosa. Los empresarios, tipos a los que sólo les interesa ganar plata como sea, pueden salvar su alma. La lucha de las Madres no es más que una anécdota para los que piden igualdad ante la Ley. Y a eso hay que sumar las palabras de Hebe, tomadas como un llamado a la insurrección. Leuco diciendo que el miedo es la palabra más antidemocrática que existe, Alfano afirmando que eso fogonea a los grupos radicalizados de derechos humanos. Y una supuesta conspiración destituyente que estaría llevando adelante CFK. Sin pruebas, ni nada, lo dicen. Literatura, pura literatura. Ja, ja, ja, ja, ja. Es como para morirse de risa, no digan que no. Porque esta situación nos está conduciendo a la locura, a perder total contacto con la realidad, a no saber, ya, que es Verdad y que es Mentira. Tal vez para evitar volvernos dementes, deberíamos reírnos un poco más. Ja, ja, ja, ja, ja. Un tal Pachter, afirma, desde TN, que él está seguro que a Nisman lo mataron y que con el cambio de Gobierno hay muchos que se animaran a hablar. A hablar. No a presentar documentos, pruebas, audios. No. A hablar. Es decir que alguien que cuente una historia más o menos verosímil es un testigo importante en la causa. Es una tarea para narradores, parece. La búsqueda frenética de arrepentidos sigue una tesitura similar. Es la escuela denuncista de Carrio. No hace falta más que saber contar, saber montar una puesta en escena, hacer literatura. Los hechos han desaparecido del terreno de las noticias, ahora son reemplazados por conjeturas, supuestos, miradas cómplices del periodista, que lo que se diga sea creíble dentro de un contexto, por más que suene ridículo. Un hombre que vuela es fantasioso sin el contexto de Superman alrededor. Saber desarmar una historia literaria termina siendo fundamental para desactivar el discurso macrista, a veces, más que saber de economía o política o historia. Podría seguir. Pero voy a dejar cosas para otra ocasión. Cierro con Rozitchner. Amo su comparación. Batman es exactamente la figura en la que yo pensaba para definir al macrismo; un millonario que actúa como parapolicial para mantener los beneficios de las clases acomodadas, en detrimento de la marginalidad. El concepto de ley y orden del personaje es que los ricos sigan siendo ricos, que los valores liberales triunfen, que aquellos que cuestionen lo establecido sean encarcelados o muertos. A eso se le opone un personaje que representa la demencia, la anarquía, el fin de lo que el poder llama la tradición. Si el Gobierno es Batman, a nosotros no nos quedara otra que ser el Joker. JAJJAJJJJAJJJAJAJAJAJJAJJAJJAJJAJAJJJAJA.

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