miércoles, 31 de agosto de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Dieciséis.

Últimamente, todos los días se parecen. No hay demasiadas diferencias entre hoy o mañana; entre un sábado y un martes; entre un feriado y un domingo. La absurda tristeza de todos (o casi) todos los días. Hoy se distingue un poco porque es miércoles y el miércoles es de fútbol; no anduve bien en el partido anterior. No pude hacerle un gol al Pelado y encima el Rojo me clavó tres caños, el último tan bobo que me agarré una luna. Me tienen de hijo. Encima ni siquiera es que ganamos el partido. No ando bien, hoy tengo que revertirlo porque me estoy comiendo un descanso terrible. Creo que hay cosas que podrían pasar en la película, que el personaje podría vivir con terrible angustia, pero que espero que no me pasen. Por ejemplo, si se extravía la gata; sería genial ver una secuencia del personaje melancólico buscando a la gorda, pero espero que ni por puta casualidad eso me pase a mí. Bien, no hay mucho para contar hoy, pero estuve leyendo algunas cosas que escribió Eya en su blog y comprendí lo bien que yo había logrado interpretar su mente y sus sensaciones. En una época, intenté reconstruir una biografía de Eya, pero me resultó muy dificultoso. Releo, ahora, fragmentos sueltos:
“Cuando me quitaron el fémur y me pusieron la prótesis, tenía un compañero. Recuerdo su rostro, sus ojos negros, su boca siempre semisonriente, pero no su nombre. Su nombre se perdió en los años. A él le realizaron la misma operación que a mí, el mismo hueso, la misma prótesis, el mismo tratamiento. Pero mi cuerpo rechazaba el elemento extraño, sentía dolores extremos y nunca mejoraba. Él, en cambio, era el ejemplo a seguir; su recuperación sorprendía a los médicos, a sus padres y a los míos. Todos estaban impresionados con este niño, que incluso había empezado a caminar con normalidad; me decían, también, por qué no era como él, por qué me quedaba atrás, por qué me quejaba tanto. Si fuera como él, ya estaría haciendo mi vida normal. Pero, en esos meses, al niño prodigio le volvió a salir el cáncer en el cuerpo y no resistió una segunda quimioterapia. A veces, más vale ser un fracasado vivo que un triunfador muerto”.
No está del todo mal. A ver otro.
“Me duele la espalda, se queja la nena, la pierna también, y el estómago.  El cuerpo todo duele, lacera, arde. Los jugos de la quimio son implacables. La nena vive abrazada al balde, hastiada de vomitar. No quiere ir a la escuela, no puede. La madre insiste, le dice que vaya a ver a sus amigos. La nena responde que no tiene amigos, que nadie se acerca a la medio muerta, que la miran con una mezcla de conmiseración y asco. Tal vez no le dice esto, pero es lo que siente. La madre le responde que no, que debe ir, que es muy importante educarse, que el futuro esto y lo otro. A la nena le duele el presente, ese que extiende cada segundo de vida como si fuera una agonía; no sabe si pasará la próxima sesión, que importa el futuro. La madre no tuerce el brazo. Belen y Maico ya están listas; las tres van al colegio de monjas. La madre se retira apurada; se le hace tarde para encontrarse con el chongo”.

Podría pasarle a Eya todos estos fragmentos. Por ahí le sirven más que a mí.

martes, 30 de agosto de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Quince.

Fui a comprar galletitas; en el kiosco, tienen una foto enorme de una boca podrida, según parece para prevenir el cáncer. Camino, pienso. Con Eya, todo está bien; no se si bien, pero la cosa mejora, estamos acomodándonos. De a poco. La gata está sana. Mi familia también. Puedo escribir, estoy más despejado, más tranquilo. El otro día ganó Gimnasia. No digo que podría ser feliz, pero tampoco veo los motivos de este malestar. Sin embargo, hay una pústula que molesta, que fastidia. La Pibita. No querría hablar de esto, no es tan importante, pero por alguna razón, me inquieta. Dudo en seguir. Estaba todo bien con ella, se los aseguro. Charlábamos, había buena onda. Éramos amigos, o al menos podíamos serlo. Pero se cortó. Cómo y por qué, no lo entiendo. No sé si dije o hice algo malo, no lo sé. Juro y perjuro que jamás intenté nada. Tengo un cartel que dice “Friendzoname” tatuado en la frente. No quiero otra cosa, menos ahora, en esta etapa. Quisiera preguntarle qué le pasa, pero esquiva la mirada; últimamente no me dice ni Buen Día. Debo admitir, eso sí, que a veces, cuando estoy ahí, me sonríe, pero sin decir nada. Actúa como si yo no existiera; no entiendo cómo se enfrío todo así. Tal vez inició una tórrida aventura con algún otro miembro de la oficina y yo sería un estorbo para eso. No veo por qué, no es un motivo para comportarse así. Tal vez el novio le dijo algo de mí. Tampoco me parece excusa, no soy tan importante. Creerá que me la quiero levantar. La convenzo de lo contrario en cinco minutos. O creerá que yo estoy enojado con ella y esto es un malentendido. Realmente, descartando las opciones obvias, la situación es incomprensible y está manchando a los otros compañeros de trabajo, que intentan aconsejarme sin que yo se los pida. Hoy, por caso, la Pibita bajó y no dijo ni Buen Día, obvio. Así que yo lo interpelé al Flaco, Buen Día, Flaco, ¿cómo andas?, le dije, y empezamos a decirnos Buen Día entre todos, para dejar en evidencia su falta. Nada, apenas se sonrió, pero nada. Cuando se fue, el Flaco me miró y me dijo, Ale, lo único que te pido es que no la perdones, vos la perdonas mucho. ¿Qué carajos me quiso decir con eso? Yo me hice él que entendía, pero la verdad es que no entendí una mierda que quiso decirme. ¿Se supone que me le tire encima? ¿Que me mande sin preguntar, así como viene? No, no, no me parece conveniente, no es lo que quiero. Sin embargo, el Flaco tiene un gran ojo para darse cuenta de esas situaciones. ¿Está viendo algo que a mí se me escapa? ¿lo que es obvio para todos? ¿O estoy rodeado de pervertidos? Las cartas parecen echadas. Atrás parece que no puedo volver, hacia adelante no me convence. Y ella que no me da ni un segundo, como para poder sacarme la duda. Preferiría que me mande a la mierda, que me odie, que me escupa (literalmente) la cara; pero esta duda me está matando. No saber qué le pasa. No puedo preguntarle, porque me diría que nada, aunque se evidencie lo contrario. Mañana voy a ir y decirle cómo está. La voy a semblantear. Porque el resto marcha, pero esto es como un pequeño grano con pus, que se hace cada vez más grande y molesto.

lunes, 29 de agosto de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Catorce.

Sólo me queda tu recuerdo. Ya hay nada de vos cerca de mí. Me hundo en esos pequeños momentos de felicidad, de regocijo, sabiendo que es como volver a estar con vos. Pero la mente es traicionera y los recuerdos se empastan. Por momentos, no sé si son recuerdos o cosas que me inventé. Y me angustio, porque entiendo que ya ni tu recuerdo me está quedando…No, no, no, a ver… Sabía que algo sentía por vos, algo profundo, algo que me hacía retorcer el pecho. Ahora lo articulé. Te odio, en verdad te odio. Es un odio profundo, oscuro, puro si se quiere. No existe un centímetro cubico de mí que no te odie. Y es lo único que podes generar en la gente, un odio visceral, genuino…No, no, no, así no, ¿qué pasa? A ver ahora… Tal vez todo fue un invento de mi cabeza. A veces no sé cuándo fantaseo y cuándo no. Quizás inventé todas esas cosas, esas situaciones, esas palabras, sólo para deshacerme de una responsabilidad que no lograba aceptar. Pero lo hice tan real, lo fabriqué tan real, que ahora lo creo real y no puedo con eso…Ay, no, no, no, esto es peor que lo otro. Voy en la bici y no puedo hilvanar una idea concisa. El personaje o yo, o Ale, o vaya uno a saber quién, siente, o siento, un mar tormentoso. El odio, la resignación, la tristeza, la angustia y la desesperación se mezclan, se cambian, mutan. Hace mucho que no estoy, está, estamos, de tan mal humor. Enojado, sin filtro, con todos los cables cortados, es un panorama caótico. Alerta roja. Pasa un auto y la patente dice ALE 74. El primer número está tapado. Puede ser un 9, un 0, un 6, un 8, no importa. Comienzo a buscar intrincados significados en esos dos números. ¿Será una fecha? ¿Habrá que sumarlos? ¿Será una calle? Me río de mi propia estupidez. La pronunciada caída en el abismo hace que me aferre a las más insignificantes señales. No hay una solución para esto. O, mejor dicho, sí. Una escopeta en la boca. En la mía y en la de todos. No me animaría a hacerlo, o quién sabe. Pero, qué pensaría mi madre. No debo permitir que estas ideas ganen. Derrotado sí, goleado no, me prometí. Llego a la casa de una señora. Ochenta y cuatro años, me dice. Se queja porque tuvo que renovar el documento. Hay una foto del Papa Francisco colgada en el zaguán. En un momento, cuando está firmando, me dice, teneme esto, y me alcanza el bastón. Cuando lo agarro, me dice que no, que eso no, esto. En la palma de la mano, tenía 100 pesos. Más allá de la plata en sí, que, en esta época del mes, una jubilada, a la que traté muy pocas veces en estos años, sin ningún motivo particular haya tenido ese gesto de generosidad, me desarmó. En todo caso, cayó en un momento exacto; como el viernes con los liberados, cuando venía tapado de predicamentos y, de pronto, soy testigo privilegiado de un instante de felicidad único para gente que la ha pasado muy mal. Ahora, esta mujer simboliza algo más que un simple regalo material. El personaje la abraza a Eya, le dice todo va a estar bien, pero a él, ¿quién lo abraza? Perdón si me pongo místico (y de paso contradigo el escrito de ayer), pero en esos momentos, tanto el viernes como hoy, siento que la vida me agarra, me abraza y me dice, suavemente, “Tranquilo, Ale, no te preocupes, no te enrosques. Todo va a salir bien”.

domingo, 28 de agosto de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Trece.

Lo abraza. El personaje no tiene problemas; no le molesta. El cine es un viejo ritual. Jonah Hill sigue haciendo de veinteañero. Deberías ir a un psicólogo, le dice alguien. No ve la utilidad. Es un espacio para hablar y abrirte. Con ese criterio, podría ir a la iglesia, a una reunión de Alcohólicos Anónimos, a un encuentro de solos y solas, a tomar ayahuasca. Podría escribir en un blog. O ir a constelar. Al fin y al cabo, todo deviene de la armonía con el Universo y con nosotros mismos, que somos parte de eso, o algo así. Según dicen, estamos unidos como una madeja de lana. Hay una energía cósmica que nos atraviesa. No sé. Acércate a nosotros, dicen, que vamos a hacer unas lecturas de los Registros Akashicos. ¿Qué? Es como una cinta energética de información, donde se acumula un saber cósmico que te ayudará a resolver todos tus pesares. ¿Y los pesares son espirituales nomás o pueden ser pesares más concretos? Es como un GPS, te indica los caminos, pero tú debes elegir. No sirve para mucho, yo necesito alguien que me diga lo que tengo que hacer, como debo actuar. Creo que deberías acercarte a una de las reuniones, este sábado, por ejemplo, vamos a charlar sobre cómo encontrar a nuestro niño interior. ¿Qué? Sí, como encontrarnos con eso que representa lo más puro dentro nuestro. No lo necesito, yo sigo viendo Bugs Bunny, por el contrario, necesito madurar, ser un adulto. También realizamos charlas sobre eso, sobre cuál es nuestro propósito en la vida. Otra vez lo mismo, ¿es algo concreto o sigue siendo parte de este pastiche New Age orientalista que me queres encajar? Deberías ser más abierto a estas ideas, en Oriente, la concepción del Universo está más conectada con la naturaleza y escapa del materialismo propio de Occidente. Sí, pero hay lugares muy pobres y violentos, sometidos con estas ideas religiosas. Eso es parte de la visión retorcida que nos venden los medios, la gente es muy feliz allí, vive de un modo más sencillo. Imagino que sí, pero no me convence ninguna clase de superstición, secta, grupo de autoayuda o lo que sea que vendas. Deberías estar más perceptivo, menos rígido, voy a regalarte unas palabras “Cuanto más pensas, más te debilitás, pensamos hasta el punto de torturarnos, es necesario vivir el ahora, el presente, es allí donde radica la felicidad”. Si me permitís, también te voy a regalar unas palabras “Cuando viene la ola, nadie sabe nadar, la angustia, la desesperación, la soledad, nos pega a todos por igual y ni Buda, ni Jesus, ni HaShém, ni Alá, ni Shiva, ni ningún gurú de la autosuperación, ni nadie que te imagines, nos va a rescatar de la tristeza ni de la muerte, todos estamos igual de solos ante los problemas, así que deja de lucrar con la angustia de la gente, vendiendo soluciones mágicas”. Namaste. Pícatela. El personaje ve caer la lluvia; las gotas se precipitan en cámara lenta. Tal vez la resolución de la película sea una epifanía tan inesperada como remanida. Por ejemplo, él no era él, en realidad, él era él mismo.

sábado, 27 de agosto de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Doce.

El periodista mira a la cámara. Es un hombre calvo, más de sesenta años, con las arrugas en el rostro apenas disimuladas por el maquillaje; cargan sobre él años y años de redacción, de radio, de televisión, de gastar suela y saliva, de crear lazos y contactos con el poder político y económico, de gestar un prestigio sólido y una credibilidad indiscutible entre los consumidores de noticias. Ahora, con un papel en la mano derecha, de pie, el gesto enjuto, preocupado, mira a la cámara. En verdad está alarmado por la violencia que se genera en las redes sociales contra las instituciones republicanas; un espiral de agresiones que se vuelca, cada vez más, a las calles. Sobre todo, hay un personaje particular que parece incitarla y lo perturba sobremanera. El periodista mira a la cámara. Se hace un silencio dramático; después, comienza a hablar.
-Buenas noches. Hoy quería invitarlo a pensar sobre algunos hechos aberrantes que se están produciendo en nuestra sociedad. Hechos que por momentos pasan desapercibidos en medio del vértigo informativo. Pero es deber de todos los que nos consideramos profundamente democráticos, que cargamos con nosotros un respeto fundamental por la Republica y las instituciones, que sentimos a la libertad como un derecho inalienable, es deber, les decía, señalar y repudiar esos hechos. Me refiero, claro está, a las agresiones, amenazas, extorsiones y llamados a la sedición, que día tras día, de diferentes formas y con distinto grado de virulencia, se lanzan desde la oposición. Hay dos cosas que hay que aclarar para comprender esta situación. Primero, la estrategia zen del gobierno actual, que pretende, bajo cualquier costo, evitar acciones que alienten el accionar de estos grupos, como podría ser aplicar el protocolo de seguridad o castigar con condenas implacables a quienes propicien o lleven a cabo estos ataques y amenazas. Usted dirá que esto es lo correcto, que el Estado no debiera entrar en esta confrontación, que debiera dejar pasar a estos extremistas de baja calaña. Esto, que es un pensamiento extendido entre mucha gente de buena fe, es una de las trágicas marcas que nos dejó la década pasada. La falta de respeto por la investidura, por el que piensa distinto, por todo aquello que no satisface las necesidades megalómanas de la Líder. Y es a partir de esta visión retorcida de la vida política, vista como un territorio de guerra, un campo de batalla, que aparece el otro factor que les mencionaba. El odio, la desesperación, la ceguera, el fanatismo de ese minúsculo pero exacerbado sector político, que busca llevar al país a esa situación extrema de violencia, de desorden, al desbande. Y no van a detenerse ante nada, porque saben que no tienen otra manera de actuar, porque el desastre de corrupción, miseria y marginalidad en el que dejaron a la Argentina, les ha hecho perder toda legitimidad ante la gente. Es por eso que recurren a los escraches, al insulto, a las amenazas, a las agresiones mediante pedradas. Porque no tienen argumentos políticos, porque están en retirada, acosados por la Justicia y, repito, sin ninguna legitimidad popular. Ya les he hablado en otras oportunidades de grupos de Facebook como Resistiendo con Aguante o hemos analizado al detalle las declaraciones en clave golpista de la señora de Bonafini. Hoy quiero que analicemos a un personaje que ha irrumpido desde las redes sociales, desde You Tube más precisamente. Un youtuber, como se dice en la jerga de los jóvenes. Usted sabe que esto de los youtubers es todo un fenómeno entre los adolescentes, donde jóvenes emprendedores y creativos comparten material audiovisual de diferente índole a través de la mencionada página. Bueno, este personaje, que se hace llamar el Joker, apareció como otro de miles de chicos que suben videos. Claro, ocurre que el contenido de estos videos comenzó a popularizarse de una forma inédita. Tuvo una explosión de visualizaciones. Cabe aclarar, que muchos que observan estos videos lo hacen con una enorme repugnancia. Mire, observemos un pequeño fragmento para que usted entienda a que me refiero.
El periodista da lugar a un tape. En el vemos a un hombre, tal vez de treinta años, tal vez más, tal vez menos. Está de espalda, mirando televisión. La habitación está a oscuras, iluminada sólo por la luz de la pantalla. En el plano, se ve su pelo de un verde loro, su mejilla blanca y el hombro de un saco violeta. En la tele, está La Cornisa, con Majul entrevistando a Patricia Bullrich; el periodista pregunta, serio, ¿Hay alguien que quiere ver muerto al Presidente? El Joker lanza una carcajada demencial, tenebrosa, surgida de lo más hondo del pecho. Se tapa la cara con sus guantes violetas; ríe al menos treinta segundos. Se da vuelta y mira a la cámara. Es un hombre delgado; se ven sus ojos inyectados en sangre, su piel vestida con maquillaje blanco, sus labios toscamente pintados de rojo. Pero sobre todo se ve su sonrisa enorme y perversa, cargada de dientes amarillos, encías enormes y sangrantes, una sonrisa que parece haber perdido toda orbita. Luego habla con una voz aguda y musical. Creo que Luisito debería ser más específico, dice, entre risas, no creo que haya alguien que no lo quiera ver muerto. Lanza otra sonora carcajada. Hasta su padre, agrega y vuelve a estallar. El plano congela con la imagen del Joker sonriendo a cámara. El periodista se muestra serio, deja unos segundos de silencio. Entiende que son necesarios para que el espectador digiera lo visto.
-De esto les hablo. Y es apenas una muestra. Este personaje se extiende en esta clase de epítetos, amenazas, llamados a la insurrección y hasta detalladas torturas que le aplicaría al Presidente o a miembros de su familia en caso de tener la oportunidad. Hablan de miedo. No existe palabra más antidemocrática que miedo. Ante esto, el gobierno no puede quedarse de brazos cruzados. Porque no crea usted que es sólo un maniático, de esos que tanto pululan por internet. No. Es un hombre que está teniendo cada vez más ascendencia sobre sectores radicalizados, a los que este personaje enfermo, porque no hay otra palabra para definirlo, este personaje perverso y retorcido les da argumentos a esos grupos violentos, les hace creer que aquello que hacen es lo correcto, es lo necesario. Por eso urge que el gobierno intervenga, que detenga a este y a otros personajes de esa clase, es prioritario para la seguridad nacional que se controle el contenido subido a las redes sociales y que se prohíba a todo aquel que pueda enmarcarse dentro de delitos como sedición, desacato o traición a la patria. Pero no depende solamente de los funcionarios alcanzar el orden y la paz social. Depende de nosotros, de la gente, de ustedes. Y no únicamente no mirando ni compartiendo estos videos, sino también censurando y poniendo en su lugar a quienes expresen o reproduzcan esas opiniones. De todos depende que en la Argentina se termine la violencia y la intolerancia. Bien, hoy tenemos un programa muy intenso, donde vamos a hablar con la Ministra de Seguridad para saber cuál es la postura oficial sobre esto; también con expertos en ciberdelitos que nos intentaran desasnar sobre los riesgos que corremos tanto los gobernantes como los ciudadanos de a pie ante este tipo de terroristas virtuales. Y estarán también algunos especialistas en psiquiatría y psicopatía para que tratemos de entender la peligrosidad de las motivaciones que manejan estos oscuros personajes.

El periodista se calla. Observa a la cámara con un gesto adusto. En silencio, se va fundiendo su imagen con la del nombre del programa. Ahora, frente a los faroles apagados, se siente un poco más relajado, tranquilo. Entiende que ha hecho un enorme aporte para concientizar a la población sobre el riesgo en que se encuentra la Republica; además, confía con colaborar en la destrucción de ese oscuro personaje de internet. Lo pone particularmente nervioso el Joker. Esa sonrisa sardónica, esa mirada desorbitada. Lo hacen acordar a algo que hizo hace muchos años. Algo terrible.

viernes, 26 de agosto de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Once

Hoy va a ser un día durísimo, se dijo el personaje ni bien despertó. Y eso que es viernes, debería estar contento por el finde. Todos los días se parecen. Sentado en su batea, no sabe si levantarse o no. Allí, pequeño, esta su único lugar seguro en el mundo. Donde es él; o al menos, donde es algo. El cartero de Gorina, el reparto 3, una identidad precisa y recortada, definida. Fuera de eso es nada. En su casa, los recuerdos lo atacan en cada rincón; en la calle, todo se simboliza frente a él, hacia los mismos lugares. Sentado, sin mover una carta, es alguien. Todo lo demás que es, o ha sido, ya casi no existe. Ya no será. Esa cosa en el pecho, como un pez ardiente, que se le revuelve, que por momentos es una resignación calma, que por momentos es una desesperación profunda. Algo falta. No puede querer a quien lo quiere. Es eso. Esa sensación agobiante sobre él, que desea que las horas pasen, que todo termine. Pero algo ocurre. Inesperado. No se pueden pensar esas cosas. Cuando llegué, lo vi al guardia un poco fastidiado. Me pidió que lo espere. La Unidad 18 es una de las dos cárceles de Gorina; no hay nada a su alrededor. La entrada tiene un puesto de vigilancia donde hay que dejar los datos para ingresar la correspondencia. Es un día caluroso, para ser agosto al menos. Hay una camioneta roja estacionada; dos hombres, uno de mediana edad con barba canosa y otro joven con anteojos, están parados en la barrera. Miran hacia dentro. Ahí viene, comenta uno, Mirá como corre, agrega el otro. Primo, ¿cómo andas, primo? empiezan a gritar ambos. Un hombre morocho, pelado, de estatura mediana pero corpulento, con los ojos desorbitados y una enorme cicatriz en la sien izquierda, se acerca agitado a ellos y los abraza. Primo, ¿cómo estas, primo?, se saludan efusivamente entre los tres. Permitime el papel de liberación, dice el guardia, burocrático. El hombre libre respira, efusivo, pide un cigarrillo. ¿Para dónde vamos? pregunta, es todo campo acá. El hombre de barba le explica cómo será la vuelta. Está re cheta tu camioneta, primo, lo felicita. Luego se queja porque un error administrativo retraso un día su salida. El guardia le devuelve el papel. Vámonos a la mierda, dice el liberado, paremos en un kiosco que tengo algo de plata, quiero comprar una coca. La camioneta se pierde en la ruta a toda velocidad. El guardia se dispone a tomarme los datos, pero algo lo detiene. No me digas que viene otro, me dice, molesto. Un hombre flaco, de pelo corto, vestido con una camiseta de Boca violeta, cargando una mochila y una pequeña caja de alfajores, se acercó al puesto de vigilancia. Dueño de una sonrisa cansada, buscó en sus bolsillos el papel de liberación para luego dárselo al guardia. ¿Sabés dónde puedo tomar el micro? le preguntó. Agregó que iba para Monte Grande y después quiso saber la hora. Una menos cuarto, le respondí. ¿No tenes un cigarrillo? me pidió. No fumo. La caja hacía un ruido raro, como si fuera una rama raspando el asfalto. No correspondía al cartón con el que estaba hecha. La observé y noté que tenía un agujero. ¿Qué tenes ahí adentro? le pregunté. Un loro, me respondió casi riendo, me lo llevo porque estos lo tienen enjaulado, no entendieron nada. Me esperaban a las doce, agregó luego de un silencio, ¿todavía circulan los Evita?, inquirió, tras sacar algunos billetes del bolsillo. Sí, por supuesto, le dije. El hombre rió. Es que son ocho años, viste, dijo, como al pasar. El guardia le devolvió el papel y le dio la mano. Suerte, le dijo al despedirlo. La camiseta violeta se perdió a paso cansino en la calle soleada. Ocho años. Y uno se preocupa de cada cosa.

jueves, 25 de agosto de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Diez

Ahora nació un título para estas cosas; surgió de la nada, casi, como todo. Lo grafica bastante bien. Es una pregunta esa, imagino, ¿qué ocurrirá con el Cosmos, cuando todo termine? ¿quedarán pedacitos de Universo flotando sobre la Nada? ¿o sólo habrá vacío? ¿y cómo será ese vacío? ¿habrá algo, aunque sea inerte, en la Nada? ¿o la Nada será voraz, invertebrada, implacable? Algunos afirman que todo se reiniciará, que el Universo comienza todo el tiempo, que está naciendo y muriendo, ahora, en este mismo momento, en todo momento. ¿Qué le pasa a Ale? pregunta alguien. La cabeza apoyada sobre la batea, agotado, el fútbol de los miércoles me deja con pocas piernas. En la radio suena una canción que me recuerda al 2008, nunca supe de qué banda era, decía algo así como “vos queres enseñar y te faltan ideas”; me lleva a un momento particular, el día que se acabó la facultad para mí. Un flaco tocaba la guitarra y cantaba esta canción, en un departamento en pleno centro. No estábamos ahí para eso. Una capsula temporal me invadió. Después clavaron una de Maná, “Si no te hubieras ido”; otra vez el 2008, otra vez un momento puntual. Ese tema martillando en la radio, mezclado con un raro sabor a whisky barato, en una de las tantas noches tristes de aquel invierno. La nostalgia del dolor me invade con estas canciones de mierda. El operador de la emisora es un enemigo dispuesto a clavar una tercera puñalada. No le presto atención. Hace un mes y una semana, me sentía como el Ale Modelo 2006, ahora estoy en 2008; a este ritmo, en un par de meses estaré en mi mejor versión de 2013/14, pero, también, en pocos meses volveré al 2016, es decir, a 2006. Momento, entonces no existe un Ale Modelo 2016, este año es sólo un rejunte, una selección de momentos dorados, o no tanto. Sé que te gusta pensar en la planitud del tiempo, en su circularidad, susurra una voz, indefinida, a mi alrededor, pero no es el tiempo lo que vuelve, él que vuelve sos vos, vos sos la misma persona, cayendo en los mismos abismos, en los mismos patrones, con esa sensación de ahogo, esa certeza de no poder escapar de vos. La voz se detiene, por momentos parece de hombre, por momentos de mujer. “Lo mejor que tiene nuestra piel, es que no nos deja huir” hay quien dice. El personaje escucha el celular, atiende, es Eya. Esta feliz, consiguió trabajo. Hoy se cumple un mes desde que se fue. Nunca tuvieron fecha de aniversario, pero sí de ruptura. Siempre ha sido más importante la tristeza que la alegría. El siguiente fragmento es plausible de modificación o supresión. Al rato, se ven, se abrazan. Pero Eya también es circular y cae, otra vez, en lo mismo. Algo se quiebra, ya no es como antes. Ya no será más como antes. El personaje la perdona, la entiende. La quiere. No te preocupes, le dice, estoy contento por vos. Eya resiste las lágrimas. (no debería escribir esto, es muy prematuro, muy real, va en contra de todas mis reglas, pero bueno, no sé, estamos reconstruyendo de a poco, hay idas y vueltas, no es un drama) En la oficina, el Rojo pregunta quien está en Ensenada. Morison, Moroco, el Bicho, le responden. Pero si el Bicho se murió hace como dos años, comenta el Rojo. Y sigue yendo a trabajar, que bárbaro, esta es la clase obrera que necesita el país.

miércoles, 24 de agosto de 2016

Nueve

Eya llama casi quebrada. No quiere llorar, se resiste. Yo pienso en volver; lo pienso por Eya, no tanto por mí. Para que no este triste. Y porque me quiere, así, como soy. No creo que alguien más me quiera así. No estoy enamorado, pero Eya me quiere y yo no quiero verla triste. Capaz que eso es el amor; no es un sentimiento de felicidad o plenitud, sino una cálida resignación de que las cosas son de esa manera, así, que el destino ha jugado sus cartas. Aceptar que estoy para que Eya sea feliz y no otra cosa. Tal vez sea cuestión de someterse a esa idea. Tranquila, le digo, todo va a salir bien, le miento. Nada va a estar bien, al menos por ahora, para ninguno de los dos. No puedo dejar de pensar, dice Eya, ¿acaso alguien puede?, pienso. La mesa tiene borroneados los dibujos; la lapicera resiste el paso de los días como puede. Son formas indefinibles, improvisadas. El personaje los observa, siente la leve tentación de repasarlos, de darles un brillo nuevo, pero se abstiene. Recuerda que anoche soñó algo. Escenas entrecortadas, claro. Pero había una forma nítida, un pequeño incidente. Un bosque seco, una casa enorme en el medio. El lugar parece abandonado, la vegetación de un verde oscuro se gana por todos lados. Las paredes grises están vacías; el piso también. Pareciera haber pequeños abismos, huecos en el suelo que no tienen fin. El personaje se acerca hasta un rincón alejado, donde lo espera ella. Él es mi novio, le dice. Se parece a alguien, piensa; lo saluda cordial. El tipo es medio raro, lo ataca, pero riéndose. Le cuestiona sus cuentos, pero no conceptualmente; le cuestiona palabras que no le gustan, ¿por qué usaste “rancho” acá? le pregunta. Ella se va y el tipo tiene una cara parecida, pero distinta. Aparece otro, un amigo de él, que sigue su línea de reproches. El personaje siente que el piso se abre, se vuelve inestable. Ella no vuelve. Piensa que gana con eso, soportando estoico esas críticas, esas burlas amables pero hirientes, si ella no está. No vale la pena, se dice. Y la realidad se desvanece. Despierta, de vuelta en la oficina. Los días mejoran. Comprende que la película se difumina, pierde consistencia; el peso de lo cotidiano es inabarcable, es como querer beberse toda el agua de un arroyo. No concentra la acción ni el padecer en un tiempo corto; lo estira y lo estira, sin jamás quebrarlo. Eya llora del otro lado, no quiero acostumbrarme a su llanto. No quiero que sea devorado por la rutina. No quiero que mi corazón alambrado deje su tristeza del otro lado de la tranquera.


(A Eya le gusta la película de la foto, es una peli descorazonadora, pero hermosa. La BBC hizo una lista de los mejores films del siglo y se les pasó, no entiendo cómo, poner, aunque sea una, de los freres Dardenne. Los recuerdo con esta, aunque sea del siglo pasado)

martes, 23 de agosto de 2016

Ocho

Saco tres caramelos Pico Dulce del canasto. Son una goma rosada masticable imposible de tragar. Me los regala una vieja que levanta quiniela. No sé qué hacer con ellos; nadie los quiere, se los doy a las chicas y me los arrojan por la cabeza. Me da pena tirarlos, por supuesto; las repisas de casa están llenas de monedas de veinticinco centavos y caramelos Pico Dulce. El personaje siente un revuelo hormonal, se acerca la primavera, piensa, pero está grande para eso. La Primavera ha muerto en su corazón, eso siente, se pone un poco emo, parece. Siente que no puede estar con alguien, que no debe, que no corresponde. Siente que no tiene paciencia con los demás; tranquilo, se tranquiliza, creo que no, más bien lo contrario, más bien se va a morir de una sobredosis de paciencia. Y la gata, encima, que no lo deja escribir. Hoy mataron a una pareja en 490 y 137, justo en mi zona. Justo esa calle. La periodista que cubre dice que hay un pozo cada dos metros. No hay un centímetro cuadrado que no tenga pozos en esa calle; es una de las pocas intransitables, los días de lluvia se convierte en un verdadero pantano. Hay pocas casas, la mayoría construidas recientemente. Todas dan el aspecto de estar deshabitadas. La 490, entre 133 y 138, es un afluente de pequeñas callejuelas-arroyo, imperceptibles, laberínticas, enredadas, que cuesta descifrar. El primer recuerdo que tengo de atravesar esa zona es una manada de chivos; eran varios cortando la calle. Uno en particular, enorme, barbudo, que portaba una gran cornamenta, me miraba, casi demoniaco. Siempre supuse que pertenecían a un tipo que arregla heladeras, pero jamás lo confirmé. Ahora, que hay un poco más de población, a los chivos ya ni se los ve. Casi en la esquina de 138, hay otro de los habitantes históricos. Una casa pequeña de quinteros bolivianos; es a medias cierto que son históricos, porque cuando empecé a ir había unos y ahora hay otros. Pero la dinámica del lugar es más o menos la misma. Hay un enorme galpón cuyo techo es un telón gigantesco de Mike Wazowski. En todo caso, una vez fui y me atendió una mujer que parecía de varios años. Hablaba un lenguaje incomprensible, eran como sonidos guturales, mezclados con palabras entrecortadas. Y no piensen que era un dialecto o algo por el estilo. Resultaba evidente que tenía un defecto en el habla. Pero lo raro no era eso, no, lo raro es que ella no realizaba ningún esfuerzo por hacerse entender. Hablaba como si se le entendiera. Para mi suerte, vino otro, con una cicatriz en la cara, que me indicó un camino sinuoso entre medio de los cultivos. Allí se encontraba, bajo el sol de febrero, mi hombre, un joven sonriente, morocho, delgado, que cargaba un fumigador en la espalda y rociaba algunas hojas. Se quitó el barbijo y me atendió. Enfrente de esta familia, había una casa, una especie de chalet, al que remodelaron varias veces, hasta que finalmente lo tiraron abajo. En una época, a alguien se le había dado por escribir carteles de madera y dejarlos sobre la tranquera; en letras negras y gruesas, rezaban cosas como “Acá no es” o “Guarda con el Flaco que está terrible”. Fue allí, entre esas dos casas, sobre la 490, casi llegando a 138, que esa zona cobró algún significado para mí. Recuerdo que fue para esta época, tal vez más ingresado septiembre, que ocurrió. Era un día soleado, pero con un intenso y frío viento. Eya me llamó y me dio la noticia; su sobrina ya no despertaría. Estaba casi llorando, quebrada. Me quedé ahí, sentado en la bici, escuchando el viento. Desde la casa abandonada, sonaba una canción de Cordera, casi como susurrando. Me gustaría decirles que era otra canción, pero era una de este tipo y no se las voy a endulzar; les he mentido con otras cosas, pero no puedo hacerlo con esto. Me vi fuera de mí, como si estuviera viendo la cámara. Estaba rodeado por la sombra de los árboles, por la luz que se movía con el capricho del viento, escuchando esa canción, sin poder llorar, paralizado ante la absurda fragilidad de todo lo que nos rodea. Siempre haciendo planes, siempre queriendo controlar todo, cuando el caos, como una ola furibunda, se dispone a borrarnos de un manotazo. Hoy mataron a una pareja en 490 y 137, justo en mi zona. Justo en esa calle. Y no pude olvidarme de esto. 

lunes, 22 de agosto de 2016

Siete

Evitamos el cliché del domingo. El personaje y yo, digo. Porque, mire sí habrá días para entristecerse, y la gente se entristece el domingo. Se dominguea, dicen. El personaje se para al borde del precipicio y observa el agua. Ve a su vida como un río torrentoso, el agua se desborda, las orillas desaparecen, la marea crece; la corriente impetuosa se lleva todo lo que no está aferrado, seguro, adherido a la tierra por el peso trágico de los años. El personaje se divierte con la situación; ve con gracia como se pierden en los oscuros remolinos de los días personas, objetos, situaciones, por las que no vale la pena ni moverse. El domingo no es triste, se dice, cualquier día es triste, es una cuestión de gusto, de cuando uno quiera entristecerse, el lunes puede serlo, pero el personaje elije el martes, el martes es el día más triste. No he soñado mucho últimamente; o sí, pero son sueños confusos, histéricos, plagados de imágenes indeterminadas. Sueños pastiche, serían. Me gustaría soñar algo interesante para escribir; el último sueño que, recuerdo, me llamó la atención fue sobre Baldomero, un vampiro boliviano que tomaba sangre de vaca y se paseaba a plena luz del día. ¿Tu chica sigue vendiendo Avon?, me pregunta el Flaco, ¿chica? ¿yo tenía una chica?, pensé, creo que sí tuve, pero ahora no tengo, aunque la mía, si es que Eya era de alguien, vendía Natura. Todo en un instante. Sí, digo, en realidad no, no sé. No sé si tengo chica, si vende Natura o Avon, o qué. Le voy a preguntar, pero creo que ya no. Que ya no vende, aunque como no tengo chica tampoco, ni sé. No importa. Me dice el nombre del perfume. Ya ni sé. Otra vez despierto cerca de las nueve, con esas palabras. La voz de la Pibita hoy no se escucha. Capaz que por eso no sueño, porque todo alrededor parece tener una inconsistencia onírica. Casi no sé si son mis ojos los que ven, ¿cómo podría saberlo? El personaje dice que escribe, lo hace en una libretita pequeña, con un lápiz rojo, bien de película indie. Escribe lo siguiente (lo sabemos porque, mientras escribe, se escucha su voz en off, vio) “Decidí ignorarte y pensé que me iba a costar, que iba a sufrir haciéndolo; creí que iba a caer en la tentación de hablarte, que no lo resistiría. Pero no, nada de eso ocurrió. Al contrario, comencé a disfrutarlo. Ignorarte se convirtió en un enorme placer; esperaba tu llegada sólo para fingir tu ausencia. Urdía en mi cabeza oscuras y sutiles formas de no hablarte. Incluso tus faltas llegaban a desesperarme; el goce que representaba ningunearte se veía, en esas ocasiones, pospuesto o cancelado. Tu presencia era necesaria para que pueda ignorarte. Pronto, comprendí que el placer de negarte consumía mis horas; te seguía a donde ibas, frecuentaba los lugares que vos frecuentabas solamente para no hablarte, no saludarte, no mirarte, estaba ahí, a tu lado, nada más que para fingir que no existías”. Cierra la libretita y observa los últimos rayos de sol que entran por la puerta, ahí donde el cielo se anaranja para volverse violeta. Hoy es un día tan triste como hermoso, hay que decirlo.

domingo, 21 de agosto de 2016

Seis

La gata adoptó su personalidad. A veces, pareciera que sobra. Viene y maúlla; quiere comer, bueno, le doy. Al rato, otra vez viene y otra vez maúlla; quiere un poco de mimo, se me sube encima. Ahora mismo, me golpea la cabeza con su mano izquierda; la miró, me mira, quiere atención. Viene y maúlla; quiere salir, que le abra el pasillo o el patio. Al rato, viene y maúlla de nuevo; quiere acostarse. Todo el tiempo así. Exige, insiste, llora. Muchas veces no sé qué quiere. O tengo que dejar de hacer cosas para prestarle atención. Ella se pone encima de toda prioridad. A la tarde, cuando llego, quiere comida, pero no le alcanza con que le llene el plato, no, quiere que la acaricie un poco mientras come, si no lo hago, maúlla. A la madrugada, me golpea con el pie para que me despierte; a la noche, quiere acostarse debajo de la frazada, pero un rato, después se pone encima de los pies. Tiene demasiadas mañas y me preocupo demasiado por satisfacérselas. Y ahí viene, otra vez la patita en la cara, ¿qué quiere ahora? Me está por golpear y la miro. Se queda congelada. Sigo. Otra vez quiere golpearme, otra vez la miro, otra vez se congela. Me río. Está ahí, gorda y gris, esperando algo. Maúlla levemente, a veces pareciera que me habla, que me contesta. Es bastante respondona, si así fuera. Se me acuesta encima. No puedo seguir escribiendo. Tal vez sea culpa mía que haya adoptado su personalidad. 

sábado, 20 de agosto de 2016

Cinco

Sufro una enfermedad periodontal. La unión de los dientes con la encía acumula sarro y produce sangrado; además, la encía se hincha y los dientes parecen más grandes. Es una sonrisa monstruosa, si no me cuido. De vez en cuando, me aparece. Pero no la enfermedad. La risa. Es como una carcajada demencial que surge de la nada. Juega el Barsa, me tengo que fumar a Lavecchia y a Garofalo; el tipo hace un gol increíble, entre tres, saca un latigazo que pasa por el único hueco posible. No lo marcan, no lo presionan, dicen los periodistas, que esperan que le vaya mal, que se indignan con cada jugada que hace. Después agregan que fue su primer remate al arco, en casi cuarenta minutos. Bastante poco para un tipo al que no marcan. A los dos minutos la clava Suarez; los elogios abundan, señalando que el uruguayo no ceja en su empeño, que va a todas, que el Betis puso nueve tipos adentro del área, pero él igual se fabrica espacios. No entiendo, a uno no lo marcan, al otro le aplican una defensa casi espartana. Ja. Como hizo escuela el estilo Niembro en el periodismo deportivo. En todo el periodismo. Basta con escuchar a Majul, con leer a los columnistas de La Nación; la energía es cara y escasa, por lo tanto, debe cobrarse a un valor alto. “No es un derecho humano” dice Luisito. O sea, si queres energía gratis, ándate a vivir a Cuba. Ja, ja. La prioridad no son los servicios a bajo costo, la prioridad no son los alimentos baratos, tampoco cuidar el empleo, ni el acceso a la vivienda, la prioridad no son los derechos humanos, ni que no se deprecie el salario, no es prioridad el fútbol, pero tampoco el presupuesto educativo, no, nada de esto, ni nada que se nos ocurra. La prioridad es la Pobreza Cero. La ironía no es que quieran terminar con la pobreza aquellos que históricamente la han generado; la ironía es prometer Pobreza Cero en una sociedad de clases y que la gente lo compre. Ja, ja, ja. Tal vez debiera teñirme el pelo de verde, un verde furioso, llamativo, que se vea a varias cuadras. Este es un Gobierno que ganó prometiendo alegría y felicidad, pero que gobierna exigiendo sacrificios. En todo caso, el lenguaje macrista está plagado de eufemismos; por caso, los pobres son referidos como los sectores más vulnerables, las corporaciones agrarias como el campo, presionar a la Corte como dialogo cordial entre poderes y así. De todas formas, para intentar desarmar el relato macrista habría que empezar por otro lado. Primero señalando su carácter metalingüístico, es decir, constantemente se habla de lo nefasto de la década anterior pero la descripción de los hechos concuerda con lo que ocurre ahora. Digamos, Marcos Peña dice, en algún programa de Tv, que ellos están dispuestos a dialogar con todos y que el gobierno anterior le hizo daño a la democracia al ser soberbio y no abrir espacios de debate; lo consultan con respecto a las críticas del kirchnerismo respecto a equis tema y responde que no les hace caso, que son sectarios y violentos, que mejor no prestarle atención. Jorge Fernández Díaz sigue una lógica similar; luego de acusar a Cristina de espiar, perseguir y escrachar periodistas (no como ahora que se respira libertad) pide que aquellos que apoyaron la gestión anterior se llamen a silencio, aunque sea por vergüenza. Es decir, apoyamos la pluralidad, respetamos tu opinión, a menos que seas K, en tal caso, cállate. Digamos que se quejan de lo mismo que hacen, describen sus actitudes, pero referenciando a otros. Todo nace del nudo central del discurso. Macri, en todas sus entrevistas, charlas, conferencias, etc, habla de la Mentira del pasado y la Verdad del presente. “Este gobierno habla con la verdad, aunque duela” dice Macri. Como base política, es interesante. Afirmarse uno como la Verdad tiene un rasgo autoritario, que los periodistas que lo escuchan suelen no mencionar. No hay manera de discutir con alguien que afirma ser la Verdad, lo Real, lo Inapelable, mucho menos si uno es señalado como la Mentira. Ambos son términos absolutos y de carácter moral, no político o económico. No es que el Gobierno toma medidas que tienen ciertas consecuencias y benefician a determinados sectores. No. Están aplicando la Verdad. Y la Verdad no puede estar equivocada, aunque parezca tonto decirlo. Así, surgen diferentes vertientes discursivas. Una que habla de lo Necesario, es decir, que todo lo que hace es de carácter innegable e irremediable, que era lo que había que hacer, como diría Macri, si hubiera habido otra opción la hubiésemos aplicado, pero era la única. Incluso, algunos periodistas advenedizos afirman que con Scioli hubiera pasado lo mismo, así de inevitable es. La otra vertiente complementa a la anterior; si las cosas no salen bien, entonces se señalarán los problemas de comunicación, de implementación, de forma, que hay que unificar el ministerio de economía, etc. Jamás el carácter real de lo hecho. Porque es la Verdad. Y eso explica la crisis metafísica que se vivía en los años anteriores, la crisis que la gente no percibía (dicho por los propios opinologos profesionales), la crisis era producto de vivir en la Mentira, no importaba como se vivía, porque era Mentira. Y este gobierno ha reencaminado al país a la Verdad. El problema de comunicación consiste en que no le pueden hacer creer a la sociedad que es ineludible que pague una fortuna por los servicios. Ja, ja, ja, ja. Y una camisa violeta, también, lo único que me preocuparía es la piel blanca, necesitaría mucho maquillaje dada mi piel negra. La sonrisa dibujada es lo más fácil. Ja, ja, ja, ja. Pero el discurso abunda en generalidades. El día que Macri habló en La Rural todos nos quedamos con lo de gaucho y gauchada pero antes de eso, exactamente antes, dijo algo que es central en su construcción. Se refirió al Campo con las palabras Historia, Emblema, Tradición, Cultura, Solidaridad. Es decir, le quitó al sector agroexportador su peso como actor económico y factor de poder. El Campo está por encima de las nimiedades propias de los mortales; el Campo es parte ineludible de nuestra esencia y de nuestra Patria, ¿cómo no bajarle las retenciones entonces? Además, todas las referencias fueron de una candidez enorme; el Campo no es un enorme y complejo conglomerado productivo, sino unos paisanos que crían ovejas, ordeñan vacas y cultivan aceitunas. Ese exceso de billikenismo, no es casual, tiene la intención de construir un universo de valores positivos que encajen en su relato. El Mundo es otro de los tópicos preferidos del presidente. En su discurso del 9 de Julio, especificó a que se refería con ese término. Nombró a Alemania, Corea del Sur, Japón, China, Italia, Francia, España y Yanquilandia (dijo Estados Unidos), claramente los llamados países centrales. El Primer Mundo, la panacea de orden, progreso, institucionalidad más arraigada en la clase alta y el medio pelo argentino, los países serios, en resumen. Los empresarios, también llamados las Inversiones, son otro de los amigos del país, según Macri. Aquí se da algo curioso. Según el presidente, hay algunos empresarios que son regulares a los que se los puede hacer buenos y hay otros malos, a los que se puede hacer regulares. Otra vez aparece la moral de jardín de infantes, a la hora de hablar de intereses económicos. Pero no hay que detenerse en esto. Al parecer, los empresarios pueden salvar su alma, pueden mejorar, pueden cambiar. En tanto, no he escuchado a nadie decir que la obra de Milagro Sala en Jujuy deba salvarse; se podría objetar la corrupción de sus hacedores, pero no el fin. Sin embargo, esa salvedad no hace. Los movimientos sociales y los organismos de derechos humanos, entre otros, se han convertido en los grandes enemigos de la Patria; todo el peso de la Ley y la Justicia debe caer sobre ellos, sobre sus dirigentes, todo lo que han hecho carece de legitimidad o valor. Una mujer de 87 años que se niega a declarar es una sediciosa. Los empresarios, tipos a los que sólo les interesa ganar plata como sea, pueden salvar su alma. La lucha de las Madres no es más que una anécdota para los que piden igualdad ante la Ley. Y a eso hay que sumar las palabras de Hebe, tomadas como un llamado a la insurrección. Leuco diciendo que el miedo es la palabra más antidemocrática que existe, Alfano afirmando que eso fogonea a los grupos radicalizados de derechos humanos. Y una supuesta conspiración destituyente que estaría llevando adelante CFK. Sin pruebas, ni nada, lo dicen. Literatura, pura literatura. Ja, ja, ja, ja, ja. Es como para morirse de risa, no digan que no. Porque esta situación nos está conduciendo a la locura, a perder total contacto con la realidad, a no saber, ya, que es Verdad y que es Mentira. Tal vez para evitar volvernos dementes, deberíamos reírnos un poco más. Ja, ja, ja, ja, ja. Un tal Pachter, afirma, desde TN, que él está seguro que a Nisman lo mataron y que con el cambio de Gobierno hay muchos que se animaran a hablar. A hablar. No a presentar documentos, pruebas, audios. No. A hablar. Es decir que alguien que cuente una historia más o menos verosímil es un testigo importante en la causa. Es una tarea para narradores, parece. La búsqueda frenética de arrepentidos sigue una tesitura similar. Es la escuela denuncista de Carrio. No hace falta más que saber contar, saber montar una puesta en escena, hacer literatura. Los hechos han desaparecido del terreno de las noticias, ahora son reemplazados por conjeturas, supuestos, miradas cómplices del periodista, que lo que se diga sea creíble dentro de un contexto, por más que suene ridículo. Un hombre que vuela es fantasioso sin el contexto de Superman alrededor. Saber desarmar una historia literaria termina siendo fundamental para desactivar el discurso macrista, a veces, más que saber de economía o política o historia. Podría seguir. Pero voy a dejar cosas para otra ocasión. Cierro con Rozitchner. Amo su comparación. Batman es exactamente la figura en la que yo pensaba para definir al macrismo; un millonario que actúa como parapolicial para mantener los beneficios de las clases acomodadas, en detrimento de la marginalidad. El concepto de ley y orden del personaje es que los ricos sigan siendo ricos, que los valores liberales triunfen, que aquellos que cuestionen lo establecido sean encarcelados o muertos. A eso se le opone un personaje que representa la demencia, la anarquía, el fin de lo que el poder llama la tradición. Si el Gobierno es Batman, a nosotros no nos quedara otra que ser el Joker. JAJJAJJJJAJJJAJAJAJAJJAJJAJJAJJAJAJJJAJA.

viernes, 19 de agosto de 2016

Cuatro

¿Quién es ese extraño? La mañana es complicada, es viernes, ya es tarde, la tapa dorada del frasco de café se niega a salir (recuerdo el frasco de mermelada), la bicicleta se cae, hoy parece un día de presagios funestos. En la oficina donde trabajo dicen que hay un fantasma; le llaman la Pibita. A veces se escucha su voz a lo lejos, a veces cerca; hay quien afirma que alguna vez estuvo allí, que en verdad existió, yo creo recordarla, pero ya no estoy seguro. No es más que una voz perdida en el durlock. Debería realizar un rejunte de todas las veces que he comparado mi vida con un río, un arroyo, un mar, un océano. Ahora mismo me siento a la deriva, como Ismael después del naufragio del Pequod, tal vez a la espera de esa ola que se cierne sobre mí. Corte, abrupto, vamos a otro lado. La fiesta es a oscuras. Hace falta un escenario así; poca luz, la música retumba, oxidada, distorsionada. Es cumbia, sí, ahora está medio de moda, queda bien, viste. El personaje parado en el medio, la mirada melancólica, entre la oscuridad y un farol ámbar. Un vaso en la mano…me da tanto miedo, esta gran necesidad…imágenes que se cruzan, Eya a su lado, lo mira, me mira, los recuerdos aparecen como un latigazo…de tenerte siempre y quererte más y más…nada puntual, es sólo eso, una mirada, un momento, pequeños pedacitos de vida que se le van cayendo de los bolsillos, juntando trocitos de vidrio del suelo como el martes por la tarde…es un sentimiento muy difícil de explicar…estoy sola, le dice Eya, perdóname, dice, pero soy yo quien ha fallado, quien no puede quererla como antes, Eya contiene el llanto, dice que no puede…si te necesito igual que al agua…el personaje mira a su alrededor y no hay más que frivolidades, oscuros seres que buscan lo evidente, antes le producían alergia esas situaciones, ahora no, ahora ni le interesa…me derrumbaría si me dejaras de amar… una chica le sonríe, ¿Dónde está Eya? Es casi un recuerdo, lo que queda de un recuerdo, que impregna cada cosa alrededor de él, alrededor mío…me harías una herida mortal…hay humo, cerveza en el piso, vasos aplastados, apenas son las tres, apenas es viernes, Eya lo abraza, pero no allí, en otro sitio y hace mucho, y le dice y le llora, todo lo que de vos quisiera es tan poco en el fondo, porque en el fondo es todo…como tú no existen dos…faltan cosas, elementos, para que la escena sea patética, un tipo vomitándose la camisa, una mina borracha a los gritos y chocándose las paredes, tal vez, pero a pesar de esa cámara que parece revolotear alrededor de mí, la vida no es una película de I-Sat, aunque ese filtro sepia, esa música…

Rozitchner dice que el Gobierno es como Batman…JAJAJJAJAJJAJJAJAJAJJAJAJAJJAJAJJAJAJJAJAJAJJAJJAJAJAJJAJAJJAJAJJAJAJAJJAJAJJAJAJJAJAJJAJAJJAJA

jueves, 18 de agosto de 2016

Tres

El personaje fuma un cigarrillo. No, no fuma, pero debe fumar, para que parezca más profundo. En alguna cursada de cine, habían prohibido que los personajes fumaran; al parecer, lo primero que se les ocurría a todos los estudiantes era eso, un tipo o tipa, o lo que sea, fumando. Tuvieron que prohibir el cliché, entonces. Pero el personaje no fuma. Se siente raro, eufórico tal vez, pensando en cuál será la lección de todo esto; quizás conozca otros personajes que le enseñen lo valioso de la vida, de respirar cada instante, un plano final de felicidad plena que revele ese cambio decisivo en el personaje, donde comprende, en un tierno e irónico giro, el verdadero significado del amor y la amistad. O tal vez no, tal vez no aprenda nada y sólo se termine de hundir en el barro más ignominioso. A veces espero que no exista la vida después de la muerte, la reencarnación y todas esas cosas; si después de todo el oscuro sufrimiento, sinsentido y absurdo patetismo que es la existencia, hay que seguir viviendo de alguna otra forma, entonces no, la muerte sería en vano, que la muerte sea el fin, eso es lo esperable. (esto se está volviendo demasiado emo, hay que abortar) bien, digamos que el personaje va por la calle y ve un cartel que dice Vendo Neumáticos, entonces se acerca y le pregunta al tipo si las vendas las pone él o vienen incluidas (perdón). Los Juegos Olímpicos unen a los argentinos: todos nos podemos sentir parte del logro de un grupo de chetos. Esto es en serio, esperen. Uno deja, pero no hay victoria; en la literatura, la música, el cine, todo, hablan de los derrotados. Siempre el protagonista es a quien le rompen el corazón, suponiendo que el otro está de jarana. Pero no hay ganadores ni perdedores cuando explota la realidad; cuentan que ni los rusos ni los yanquis quieren la guerra nuclear, porque el ganador no sabría qué hacer con lo que quede de la Tierra. Hay que ser bastante miserable para ser feliz, cuando se es cruel y egoísta. No es el caso del personaje, al que una alimaña húmeda y resbaladiza le quema el bajo corazón. Esta por ingresar al kiosco y una mujer se le adelanta. Petisa, regordeta, vestida con una campera negra y un pintor gris a cuadros. No saca número, ella no lo necesita, se impone. Tiene una bolsa de papas fritas de corte americano en su mano derecha; se dirige directo a la heladera, saca una lata de cerveza Imperial. Parece inquieta, agitada, juguetea con unos billetes entre sus dedos, se mueve y observa todo, siente un imperioso deseo de ser atendida. El personaje la mira con extrañeza. Finalmente, la atienden y se va. Cuando salgo, está caminando por la vereda con un hombre alto y morocho, charlando en voz alta, comiendo, tomando birra. Se paran en la lencería y señalan alguna cosa. Todos los miran. Me caen bien; la barbarie, exuberante y desmesurada, se pasea por esta zona tan monona y tan fría. La ciudad está soleada y muy silenciosa. El personaje se siente más articulado, se pregunta hacia dónde va todo esto. Los voceros oficialistas, en tanto, afirman que es más barato pagar el gas que el cable. Son dos pizzas, les falta decir. O tres empanadas, que se yo.

miércoles, 17 de agosto de 2016

Dos

Escombros. No queda más que eso. Escombros; este blog lo son. Ya casi nada queda de esto. Soy otro. El personaje recibe la brisa fresca en la cara, el sol brilla como si no quisiera. Hoy no está tan mal, no parece un día tan terrible; por lo menos no lo parece. No es un gran día, no confundir, pero no estar al borde del llanto o de un ataque de pánico, resulta estimulante. Recuerdo que Eya me decía que, sin mí, no iba a poder hacer nada, que en todo iba a estar yo. No puedo escuchar Los Redondos, no puedo simplemente; tampoco mirar Los Simpson. Eya se los robó. Tal vez la película necesita otro color, una tonalidad sepia, un aire vintage, si quiere ser isatera; tengo unos cassete en algún cajón, espero que sirvan. Mueve los restos de ladrillos, los pedazos naranjas le devuelven rostros desfigurados, caras partidas; no se reconoce. El aire se corta. Volver con Eya, ¿por qué no? Porque no lo haría porque la quiere, sino porque a veces es desesperante estar solo y extraviado. Los escombros no encajan entre sí. ¿Te pasa algo, Ale?, pregunta alguien en el trabajo, Te noto pensativo. El personaje despierta, hora nueve de la mañana, ¿Dónde estoy? No, nada, respondo. El Culón le pregunta al Flaco ¿Dónde compraste estas galletitas? En la ferretería, le responde el Flaco. Escucho una voz, a lo lejos, no puede ser si no está, me digo. Todavía no llegó y ya está hablando, comenta el Rojo sobre la Pibita. El Culón insiste y me pregunta a mí. Las galletitas, ¿son cero grasas trans? Tengo el paquete al lado y le respondo. Cero grasas trans, digo. Solo tiene grasas heteronormativas, pienso, pero me ahorro el chiste, sospechando que nadie lo va a entender. El personaje paga algún servicio, su mirada perdida, su trabajo lo hace en automático. Así le erra muchas veces. Necesita una canción, alguna de los sesenta, francesa tal vez, ¿cómo se llamaba esa? Llega a su casa, la mano en el bolsillo. Le dieron una moneda falsa. Tan falsa que está oxidada. La gata observa hacia el techo. Miro y no hay nada. La gata sufre alucinaciones, pienso. Hoy toca fulbito; lo único que no estoy haciendo mal, en lo que no me va mal. El personaje se sonríe, tal vez sea el último gusto ese, el de materializar esas jugadas imposibles antes de partir. Quien sabe, tal vez no espera ya ninguna otra forma de felicidad. Tal vez…quien sabe. Otra amenaza a Macri; cualquier desvariado que quiere ajusticiar al Presidente es noticia. Bullrich, la Pato, dice que hay que cuidarse de los loquitos y citó el caso de Lennon. Ahora dicen que Mark Chapman es kirchnerista. El mundo es demasiado hostil.


martes, 16 de agosto de 2016

Uno

No puedo mirar I-Sat. Mi vida es una película de I-Sat. El personaje ahí, la mirada extraviada, esperando; apartado de su contexto, arrojado al mundo. Un pasado difuso, un futuro indiscernible. Allí, parado, una acción cotidiana, la fila del supermercado. Un bolso escupe un fajo de billetes, cae en las manos de una señora atacada por una cama solar. La cajera le sonríe a una clienta. Del negro a esta mortecina blancura. Recuerda (recuerdo) la mañana, esa mañana, poniendo primero el pie derecho sobre el suelo, luego el izquierdo. Se agarró la cabeza para que no se le caiga. “No vale la pena” se dijo “no hay motivo para hacer esto”. La idea de faltar al trabajo relampagueó en su cabeza. Se sonrió, me sonreí. Me levanté con toda la pesadez. Por momentos, siento que los dedos son de plomo. No hay razón para hacerlo y lo estoy haciendo. No pretendo ganarle a la depresión, eso es imposible; pretendo no perder por goleada. Vengo bien. Volvamos al supermercado. El personaje ahí, parado, el primer plano, cámara en mano, el foco puesto en él, algo pasa frente al lente, o se mueve a sus bordes. El director quiere transmitir suciedad, inestabilidad, o algo así, quien sabe. Busco bolsas y no hay; ahora te las venden. La excusa es para acostumbrar a la gente a llevar su propia bolsa, generar conciencia ambiental o algo por el estilo. La cajera me dice si quiero bolsas, cuarenta y cinco centavos cada una. Tengo que comprar dos; una se rompe ni bien le pongo las cosas. Eran más fuertes cuando me las regalaban; todo gracias al seudo ecologismo. Que fácil salvar el planeta, sólo tenes que llevar tu bolsa. Pero igual tienen para vender, es decir, fabrican bolsas de plástico de todos modos y no importa que sean verdes, son de plástico. No importa. El personaje se va, con la bolsa rota, no va a comprar otra, quiere cuidar el medio ambiente. Silencio, no hay diálogo. La ciudad está demasiado callada hoy; será el cielo gris, agosto, el viento que silba o tal vez todos estos lugares comunes. Se pregunta cómo será el final de la película, aunque final nunca haya. Pero el corte abrupto se dará, como en las que pasan por I-Sat, que ya nausea le causan. Lava los platos. Un vaso se escapa y encuentra su trágico final chocando contra un plato. Ambos caen, hay vidrios por todos lados. Me quedo parado un segundo. Observo el cuadro. Cuantas posibilidades simbólicas se cruzan en este momento. Juntando pedacitos de uno, por todos lados. Paz, no pierde la calma, no lo golean, está claro. Tal vez el vaso era miembro ISIS, piensa. Y tengo esperanza de que todo mejore, igual que Macri. Y al igual que Macri, mi esperanza se basa más en una fe que en una certeza.