Me pregunto cuál sería la mejor forma de presentar a estos personajes. Tal vez debería desarrollar una serie de eventos que demostrarán los principales rasgos de cada uno pero eso sería demasiado engorroso. Bueno, tal vez no sea tan engorroso pero no me interesa hacerlo; por ejemplo, en vez de narrar una serie de acciones que demuestren que mi personaje es neurótico, lo mejor sería decir “este personaje es neurótico”. Claro que me acusarían de carecer de alguna clase de poesía, aunque mi intención sea contar otra cosa, no la neurosis del personaje; ni tampoco es mi intención que los lectores confíen en su capacidad deductiva y concluyan, a través de esa serie de acciones, que mi personaje es neurótico. Pero como tampoco se cual es mi real intención ni tampoco estos personajes están del todo definidos, todo este tipo de elucubraciones son inútiles. Tal vez, si fuera un hombre más tolerante con las ideas ajenas, aceptaría sugerencias de los lectores, cosa que se puede hacer ahora, con todo eso de la internet. Bueno, pero dejémonos de rodeos; creo que hasta los menos avispados se han dado cuenta que la intención verdadera de estas líneas no es más que ocupar espacio para tratar de cubrir las cuarenta líneas por semana que la empresa me obliga a escribir y, como sospecharán, no se me ocurre como empezar a rellenar.
A ver, Hugo es un buen hombre y vive con sus tres sobrinos. El nombre de ellos lo mantendré, por ahora, en reserva. Sólo diré que son personas aceptables y que han viajado a ver a su tío abuelo. Pero volvamos a Hugo. De él podríamos decir muchas cosas pero ninguna interesante. Una vez, por ejemplo, uno de sus sobrinos lo asustaba sistemáticamente con una araña de goma. Se la dejaba en la almohada, en el lavabo del baño, en la heladera, bueno, en todos los lugares que puedan imaginarse. No voy a ponerme, tampoco, a confeccionar un detallado pero aburrido catalogo de todos los lugares donde esa araña de goma fue depositada durante seis meses, con el fin de asustar a Hugo. Lo concreto es que Hugo encontraba la araña de goma en alguno de los lugares mencionados y, también, en los lugares no mencionados, y, al hacerlo, digo al encontrarla, bueno, lo cierto es que Hugo empezaba a gritar desaforadamente, su boca se abría de forma inhumana y su lengua salía varios centímetros afuera, sus ojos daban la impresión de salir de sus cuencas, su piel iba tomando diversas tonalidades, hasta volverse roja. Todo esto, obviamente, divertía mucho a su sobrino, que no podía evitar reírse a carcajadas cada vez que su broma se efectizaba, si es que esta palabra existe. Bien, la cuestión cambió cuando el sobrino (a quien llamaremos Jeffrey pero aclarando que no es este el nombre real), bueno, la cosa es que a Jeffrey le llamó la atención que su tío no se diera cuenta que la araña era de goma dado que resultaba muy evidente que la araña era de goma, es decir, no era un gran diseño. Cualquier persona se hubiera dado cuenta, después de la primera vez, que esa araña era de goma. Pero su tío se asustaba siempre de una forma brutal, que ya empezaba a asustar a Jeffrey. Bueno, después de consultar con su tío abuelo, comprendió cual era el problema: Hugo le tiene un pavor irracional a las arañas de goma. No a las reales, con las cuales convive a diario en su casa húmeda y oscura pero sí a las de goma. El origen de ese miedo no tiene una única explicación.
Continua...
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