lunes, 1 de abril de 2013

Los Dioses del Mar Capítulo 7


Agustín subió al asiento trasero del auto y Claudio arrancó y tomó raudo la ruta. Emiliano, en tanto, hojeaba un manual de geografía e historia antigua, sentado a la derecha del conductor. Leía un artículo sobre una extraña civilización perdida en el océano que lindaba a la ciudad.
-¿Por qué crees que el tío Rogelio estaba tan interesado en que leamos eso?- preguntó Agustín, asomando la cabeza a los asientos delanteros.
-No lo sé, con exactitud- respondió Claudio, sin quitar los ojos del camino- pero seguro tiene algo que ver con el dinero.
-Según esto, existiría un tesoro perdido en el fondo del mar, de este mar – dijo Emiliano sin quitar los ojos del libro – al parecer, hay bastante información sobre el origen de dicho tesoro pero hay mucho menos sobre el lugar donde estaría enterrado-
Agustín se recostó sobre el asiento trasero.
-Esperó que tengamos una buena paga esta vez
-Sí- Claudio se sonrío al hablar – la última vez arriesgamos nuestras vidas de una forma estúpida y nos dio solo cien pesos a cada uno. Y esos billetes eran raros.
-Sí, pero sabemos que él es así – Emiliano no quitaba sus ojos del manual – nosotros aceptamos eso.
- Sí, es cierto – Agustín volvió a poner su cara entre los asientos delanteros - ¿y qué es lo que dice el manual, específicamente?
Emiliano cerró el libro y lo puso sobre su regazo. Luego se dirigió a sus dos hermanos.
-Bueno, al parecer, en estas costas, existía una civilización que adoraba a un Rey. Este Rey había promulgado una Ley que postulaba que todo lo que fuera bello pasaría a ser de su propiedad, mientras que lo que fuera feo sería destruido. Bien, durante un tiempo se cumplió con esta Ley hasta que un grupo de rebeldes se cansó de esa idea, dado el carácter arbitrario con el cual se designaba lo bello y lo feo, es decir, se cansaron del gusto del Rey. Y se organizaron para tomar el poder, cosa que hicieron luego de cierto tiempo de lucha. Entonces postularon que todo lo bello era feo y que todo lo feo era bello, es decir, no destruyeron la Ley, solo cambiaron el orden de la ecuación; razón por la cual el grupo desalojado del poder se vio con derechos a reclamar su antiguo lugar. Así, transcurrieron años de guerra en el que ambos grupos se sucedieron en el poder indefinidamente, acumulando una gran cantidad de tesoros. Hasta que, según cuenta este manual, la marea subió y toda la civilización quedó bajo el mar.
Se mantuvieron en silencio durante unos segundos.
-Bueno, si lo dice el manual, debe ser cierto – dijo Claudio – pero igual se me hace difícil de creer.
-Sí, a mi también- Agustín suspiró, escéptico – es increíble que todo el conocimiento de nuestra familia se base en manuales escolares.
Emiliano largó una pequeña carcajada
-¿Trajeron sus velas?- preguntó mirando por la ventana.
-Sí- contestó Claudio.
-¿Tío Rogelio sigue sin usar electricidad o gas en su casa?- Agustín se tomó la cara con las manos.
-Así es- respondió Emiliano- no me digas que eso te sorprende, sabes perfectamente lo tacaño que es. Te digo que me sorprendió que haya utilizado el teléfono para avisarme, eso sí.
Agustín asintió con una sonrisa. Claudio estacionó el auto frente al portón de la casa de tío Rogelio. Detrás de las rejas negras y gruesas, sobre una pequeña ladera, se alcanzaba a divisar la enorme y oscura mansión.

Continua...

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