lunes, 1 de abril de 2013

Los Dioses del Mar Capítulo 3


Bueno, pero desviemos el ojo de Hugo y apuntemos a sus tres sobrinos que se encuentran camino a la casa de su tío abuelo. Son trillizos y viven con su tío desde que tienen memoria, es decir, desde siempre. Sus nombres son Agustín, Emiliano y Claudio. Anteriormente habíamos nombrado a “Jeffrey” quien no es otro que Claudio, aclaración que hago para que vean que no soy ocultador. Bien, pero la pregunta es cómo hacemos para distinguir a estos tres mellizos, dado su parecido físico. Bueno, la respuesta es que estos tres mellizos en nada se parecen. O, mejor dicho, en algo se parecen pero no tanto. Se parecen pero no, digamos. No es que no sean parecidos, lo son, pero no tanto. Bueno, no importa. Sus rostros son exactamente iguales; sus narices, sus ojos, sus orejas, sus bocas, sus dientes, sus labios, sus pómulos, sus cejas, sus pestañas, sus frentes, bueno, todo, absolutamente todo lo que compone un rostro es exactamente igual en los tres, como si fueran fotocopias exactas de una misma fotocopiadora, que sería la madre y, de hecho, lo son, por que los tres son hijos de una misma madre. También sus cuerpos, en todo aspecto, son iguales. No voy a empezar de vuelta con eso de “los brazos, las piernas, etcétera” porque ya resulta aburrido. Prefiero centrarme en explicar cuáles son sus diferencias, qué es lo que nos permite distinguirlos uno del otro. Son dos cuestiones; una es física y la otra no. Obviamente la otra no es física sino hubiera dicha que las dos son físicas. La diferencia física es bastante sencilla; cada uno tiene un color de pelo distinto. Agustín lo tiene de un amarillo oscuro, Emiliano de un rojo oscuro y Claudio de un negro oscuro. Para la gran mayoría de las personas esto alcanzaría, al ser esta una sociedad que se conforma con contemplar las apariencias, la simple imagen que ofrece una persona. “¿Para qué queremos saber cosas de sus personalidades, si para diferenciarlos alcanza con señalar su color de pelo?¿eh?¿eh?”. Bueno, eso. Creo que para hacer de esto algo más interesante es menester decir algo sobre sus personalidades, carajo. Bien, Agustín es un muchacho de espíritu pujante que siempre piensa en el dinero y en la forma más fácil de obtenerlo. Es decir, es abogado. Emiliano es un muchacho de espíritu pujante que siempre piensa en el dinero y en la forma más difícil de obtenerlo. Es decir, es artista (ya diremos que clase de artista). Y Claudio es un bromista nato que siempre cae bien a todo  el mundo. Trabaja en un ministerio o algo así. Los tres hermanos se aprecian mucho pero siempre están discutiendo sobre lo que deben hacer, sobre las decisiones que deben tomar. Mejor dicho, Agustín y Emiliano discuten mientras que Claudio solo hace bromas que buscan romper el clima de tensión que se genera. Los tres recorrieron toda su niñez y adolescencia juntos, yendo a los mismos lugares y haciendo las mismas cosas. Siempre vivían aventuras, desde sus épocas de niños exploradores hasta comenzar la facultad. Últimamente, la vida, por decir algo, los había distanciado bastante pero el llamado de su tío abuelo, quien vive en una casona alejada de los centros urbanos, los volvió a juntar. Podríamos decir que la vida los volvió a juntar por que el tío abuelo pertenece a la vida pero, bueno, no lo decimos. La cosa es que el tío abuelo les pidió que vayan ya que tenía una importante y lucrativa misión que encargarles. Ellos aceptaron ir a visitarlo y ver cuál era la propuesta. En estos momentos, están en una estación de servicio que se ubica en la entrada de la ciudad, cargando combustible para luego tomar el camino que los conducirá a la casa de su tío abuelo, un excéntrico multimillonario del cual pasaré a hablarles a continuación. 

Continua...

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