lunes, 1 de abril de 2013

Los Dioses del Mar Capítulo 6


Diana es la réplica exacta de Hugo, aunque en mujer, por lo cual no es tan exacta como réplica. Pero sí se puede notar a simple vista el parecido físico que hay entre ambos, tanto que solo la corta pollera rosa de Diana los diferencia. Algunos hasta se atreven a decir que tienen alguna clase de parentesco aunque esto no es cierto. Nada tiene de malo que sean similares; al fin y al cabo el amor es buscar a alguien idéntico a ti, pero del sexo opuesto, con quien pasar toda la vida. Sí es cierto que Diana posee una personalidad muy definida y muy, obviamente, femenina. A ella le gusta maquillarse, ser agasajada por su novio y competir con otras chicas para ver cual es más apta, digamos, que ella es como cualquier mujer de su edad. Le encanta coquetear con otros hombres para darle celos a su novio y, así, sentirse un objeto de disputa entre dos jóvenes. Bien, lo concreto es que esa misma mañana lo había llamado a Hugo y mantuvieron, por teléfono, el siguiente dialogo.
-Hola- Hugo contestó el teléfono casi cayéndose de la cama. Estaba en calzoncillos y el agudo ruido del timbre lo sobresaltó. Era Diana. Hugo imaginaba que, si lo llamaba a esa hora, era para pedirle algo. No entendía por qué todas las mujeres que conocía eran maquinas de consumo que exigían demostraciones de amor constante; no terminaba de comprender que era lo que las hacia funcionar  de ese modo, que mecanismo las impulsaba a relacionar los regalos con el sentimiento de amor.
-Hola, ¿Cómo estás?- La voz de Diana sonaba gélida y cortante – Imagino que te la estas pasando de maravilla mientras yo sufro-
-Yo…no querría que te sientas así- Hugo esperaba que ella fuera más concreta con respecto a su pedido – Se que te descuide, pero tuve mucho trabajo…
-Sí, entiendo – Diana lo interrumpió con un tono irritado – Clarisa, por ejemplo, no deja de recibir regalos de su novio, Patricio, y él no deja de trabajar ni un día a la semana…
Hugo suspiró para adentro, sabiendo que no tendría posibilidad de argumentar.
-Él trabaja muy duro en la zapatería – continuo Diana; hablaba apenas respirando – Su jefe lo tiene muy en cuenta. Clarisa me contó que lo consulta para todos los trabajos que toman; es todo un triunfador. Y nunca deja de regalarle cosas ni de preocuparse por ella. Clarisa me contó que, hace unos días, le regaló unos patines y clases para aprender a andar en patines. ¡Con un instructor profesional!. El sueño de ella siempre fue aprender a patinar pero nunca nadie le había dicho que fuera a patinar. Su novio le dice lo que tiene que hacer, como corresponde a un hombre; lo que se dice un ganador en todo. En cambio, ¿qué puedo decir yo de mi novio?. Cuando me preguntan por vos, Hugo, trató de cambiar de tema sutilmente o digo que sos muy tenaz o que siempre estás trabajando para tu tío abuelo en alguna cosa, pero entonces me miran raro y creo que no me creen en lo que les digo. Ni que hablar cuando me preguntan que regalos me haces. ¡Lo último que me regalaste fueron rosas hace más de tres meses!. Hasta me da vergüenza contarlo. Quiero que me vengas a visitar, Hugo, y que me compres algo o este es el fin de nuestro amor. Es tu última oportunidad.
Luego de terminar esta frase, Diana cortó y Hugo se quedó cinco minutos con el tubo del teléfono pegado al oído, escuchando el pitido ininterrumpido. Luego se bañó, desayunó y salió a la calle.
Ahora, parado en la puerta del cajero automático y con el dinero en el bolsillo derecho, Hugo reproducía mentalmente la conversación con su novia, mientras trataba de imaginar cual era el mejor regalo para ella.

Continua...

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