Supongo que siempre hay crisis y, cuando se es niño, esas crisis no encuentran una respuesta racional a la cual aferrarse, con la cual creer que la fragilidad de la cual está hecho cada individuo no es más que una ilusión. Digamos, alguna señal concreta que nos indique que nosotros valemos algo para el universo. Bueno, pero no divaguemos tanto y vamos al punto: el origen del miedo de Hugo hacia las arañas de goma. En un periodo de dos meses, él comenzó una colonia de vacaciones, la escuela pública y a jugar en un club de futbol infantil. Una de las suposiciones indica que, en uno de estos tres lugares, le ocurrió algo tan traumático que al llegar a su casa y ver la araña de goma que le había regalado su tío abuelo, proyectó sus miedos y frustraciones en ella. Bueno, no es tan lineal lo que le ocurrió, al menos eso afirma una segunda lectura de la historia. Esta revisión presupone que fue el paso por estos tres lugares lo que construyó una gran burbuja de pánicos que terminarían corporizándose en una araña de goma. Por ejemplo, se cuenta que uno de los profesores de la colonia de vacaciones de Hugo le había tomado cierto odio y le ordenaba nadar en círculos concéntricos durante las cuatro horas que debía estar allí. Aunque algunos afirman que era solo una hora y media y que Hugo sentía ese tiempo como si fueran cuatro horas. Esto no importa tanto como aclarar que Hugo llegaba a su casa tan cansado como resignado ante su suerte: su tío abuelo había ido a hablar pero eso sólo empeoró las cosas. Hugo aprendió rápido, de niño, que la intervención diplomática de terceros suele empeorar las cosas. Bien, tampoco el colegio fue para Hugo un camino agradable; era uno de los mejores alumnos pero la maestra y sus compañeros lo odiaban sin un motivo aparente. Hugo observaba a todos cuando estaba en el aula y pesaba sobre él la sospecha que, hiciera lo que hiciera o dijera lo que dijera, siempre sería amonestado en su conducta. Fue entonces cuando empezó a jugar al futbol, tratando de encontrar un nuevo marco de referencia, donde ser querido y respetado y poder comer sándwiches de pollo. Pero nada de esto ocurriría ya que la mayoría de sus compañeros de clase asistían al club donde él jugaba; para colmo, no era demasiado virtuoso y sus pocas, y torpes, intervenciones eran coronadas por una serie de insultos y burlas. Así, harto de estar rodeado de gente que lo odiaba y humillaba, Hugo se sentaba a jugar con sus muñecos de acción. Una tarde de esas, en las que intentaba que un grupo de muñecos crucen un torrentoso rio imaginario, tomó a la araña de goma que le había regalado su tío abuelo y la miró y al verla, vio más allá. Una sombra densa atravesó su cerebro y, en algún lugar de su cabeza, una certeza oscura anidó. La certeza, Hugo lo sabría más tarde, era la de saber que, en el mundo, siempre se está solo, aunque se esté rodeado de gente, aunque cientos de personas lo saluden a uno, palmeándole el hombro y diciéndole “amigo”. Y apretó a la araña de goma fuerte entre sus manos para luego tirarla contra la pared, mientras un llanto doloroso y profundo le brotaba por la garganta. Luego le pidió a su tío abuelo que se deshiciera de ella.
Otra teoría indica que la araña de goma le fue regalada el mismo día que sus padres lo abandonaron sin razón, aunque hay otros que afirman que sus padres no lo abandonaron sino que murieron en un horrible accidente. Hay quienes aseguran que el pavor irracional de Hugo hacia las arañas de goma es la suma de estos factores y otros menos importantes para ser mencionados.
Continua...
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