viernes, 24 de marzo de 2017

Nadie llora así



Cuando lo miro, siento algo acá, algo que me duele. Y me pregunto siempre como pueden convivir esas dos cosas en mí. Es que sé que no es así. Lo digo, ya pasó, ya no me interesa. Pero algo dentro me sigue pasando, como si me quisiera mentir a mí misma y no puedo, no se por qué. Parece como la novela esa la de la chica que se enamora del patrón que en realidad es el hermano pero en realidad no, y una la ve, la vemos con la tía, sabemos que es una pavada, y hasta ridícula, porque nadie llora así en la vida real y lo digo de cuando recuerdo que a Nancy la dejó el marido, que se fue con una chica del otro barrio, y ella se quedó sola con los chicos y no gritó ni se arrancó la ropa, se quedó en silencio y salió a trabajar, porque él los mantenía, y lo hizo para alimentar a los chicos, pero no lloró ni nada, siguió con su vida, eso sí, de vez en cuando se queda en silencio y sus ojos parecen como si se cayeran. Pero no es eso lo que decía, decía que una puede pensar dos cosas que se contradigan como cuando ves la novela y ves que eso no es real, pero igual no podés dejar de verla y te pones mal cuando les va mal o cuando termina y te quedas preocupada y la tía dice Pobre chica, como una manera de aliviar el dolor, de alejarlo, de ponerlo en un lugar que no moleste. Decía, entonces, de por qué una puede decir que algo no le molesta, que está bien así, convencerse de algo que no desea, que no siente, que no cree, que no piensa, de algo que le sigue molestando por más que lo niegue y entonces le agarra esa cosa en el pechito, porque es el pechito, no es todo el pecho, es ese pedacito de cuerpo donde  se siente como si te apretaran unos dientes muy fuertes, como si quisieran meterte la piel para adentro del cuerpo, como si quisieran partirte un pedacito de alma, y eso que yo no creo en esas cosas, pero la tía siempre dice que hay un alma y debe ser así nomás si no, no se entiende por qué se puede sufrir tanto por alguien, que cuando uno lo piensa tal vez no valga tanto y recuerdo a Marisa que tanto se dejó sufrir por el tipo ese, que aunque ella dijera que no, todos sabían que le pegaba a ella y al nene, pero ella que no, que es bueno, y que se yo que más, y después el tipo se murió de un infarto, porque se la pasaba fumando y chupando y comiendo fiambre, o al menos eso decía la tía, y Marisa se puso triste, tanto que lloraba desconsolada en el funeral, sola, porque los demás estábamos contentos con que se haya muerto, porque era un mal bicho, y después de unos meses Marisa se consiguió a otro y este es mucho mejor, la cuida a ella y siempre le regala caramelos al nene, y anda en una moto verde, cuando pasa por acá siempre me saluda, es un buen chico, pero eso es en lo que pienso cuando siento eso que me pasa y me sonrío y un poco se me pasa. Pero es por un rato nomás, o cuando me acuerdo de otras cosas, de cuando era chica y mi madre me decía que debía prepararme para servir a un hombre, para que me mantenga y yo no entendía, porque se me caían los platos cuando los lavaba o se me quemaba la comida y ella me decía que era una inútil y yo me lo creía, aunque con el tiempo me di cuenta que no era tan así, pero igual un poco me la sigo creyendo y pienso que soy una inútil, y creo que por eso debe ser que todo me sale al revés y que digo que las cosas que me molestan no me molestan, y después me agarra esa cosa en el pechito, y la tía dice que siempre pide por mí, sobre todo cuando va a la iglesia, aunque yo sé que también pide por otros lados, pero a mí me gusta cuando le pide a la Virgencita, y eso que yo no creo mucho en esas cosas, pero en la Virgencita sí creo, por esa cara como triste que siempre tiene, como si le faltara algo, con esos ojos caídos, es mejor que otros santos, como el Gauchito, que a mí me da miedo porque te maldice si no cumplís con las promesas y mirá si una quiere cumplir con la promesa y no puede, entonces te maldice capaz sin merecerlo y eso no tiene arreglo. Pero les decía que a veces me siento una inútil porque me lo han dicho tantas veces que me lo creo, aunque yo sé que no lo soy y sé hacer muchas cosas, no solo de la casa, sino otras también, como cantar y a todos les gusta como canto, los domingos, cuando vienen los tíos y traen algunos instrumentos, y comienzan a cantar canciones de Los Palmeras o Los Wawanco, yo canto con ellos y a veces canto sola y me felicitan porque afino bien y me sé las letras y además, como dijo uno de los tíos, tengo sentimiento y entonces termino de cantar y tomo un vaso de vino y ya no me acuerdo de por qué me siento mal y a la vez bien, ni de si soy o no una inútil, ni del dolor en el pechito, ni tampoco de él, ni de su rostro, ni de su voz, y siento como una cosa agradable en el cuerpo y me parece que soy feliz, aunque sea por un rato. 

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