Cuando
lo miro, siento algo acá, algo que me duele. Y me pregunto siempre como pueden
convivir esas dos cosas en mí. Es que sé que no es así. Lo digo, ya pasó, ya no
me interesa. Pero algo dentro me sigue pasando, como si me quisiera mentir a mí
misma y no puedo, no se por qué. Parece como la novela esa la de la chica que
se enamora del patrón que en realidad es el hermano pero en realidad no, y una
la ve, la vemos con la tía, sabemos que es una pavada, y hasta ridícula, porque
nadie llora así en la vida real y lo digo de cuando recuerdo que a Nancy la
dejó el marido, que se fue con una chica del otro barrio, y ella se quedó sola
con los chicos y no gritó ni se arrancó la ropa, se quedó en silencio y salió a
trabajar, porque él los mantenía, y lo hizo para alimentar a los chicos, pero
no lloró ni nada, siguió con su vida, eso sí, de vez en cuando se queda en
silencio y sus ojos parecen como si se cayeran. Pero no es eso lo que decía,
decía que una puede pensar dos cosas que se contradigan como cuando ves la
novela y ves que eso no es real, pero igual no podés dejar de verla y te pones
mal cuando les va mal o cuando termina y te quedas preocupada y la tía dice
Pobre chica, como una manera de aliviar el dolor, de alejarlo, de ponerlo en un
lugar que no moleste. Decía, entonces, de por qué una puede decir que algo no
le molesta, que está bien así, convencerse de algo que no desea, que no
siente, que no cree, que no piensa, de algo que le sigue molestando por más que
lo niegue y entonces le agarra esa cosa en el pechito, porque es el pechito, no
es todo el pecho, es ese pedacito de cuerpo donde se siente como si te apretaran unos dientes
muy fuertes, como si quisieran meterte la piel para adentro del cuerpo, como si
quisieran partirte un pedacito de alma, y eso que yo no creo en esas cosas,
pero la tía siempre dice que hay un alma y debe ser así nomás si no, no se entiende
por qué se puede sufrir tanto por alguien, que cuando uno lo piensa tal vez no
valga tanto y recuerdo a Marisa que tanto se dejó sufrir por el tipo ese, que
aunque ella dijera que no, todos sabían que le pegaba a ella y al nene, pero
ella que no, que es bueno, y que se yo que más, y después el tipo se murió de
un infarto, porque se la pasaba fumando y chupando y comiendo fiambre, o al
menos eso decía la tía, y Marisa se puso triste, tanto que lloraba desconsolada
en el funeral, sola, porque los demás estábamos contentos con que se haya
muerto, porque era un mal bicho, y después de unos meses Marisa se consiguió a
otro y este es mucho mejor, la cuida a ella y siempre le regala caramelos al
nene, y anda en una moto verde, cuando pasa por acá siempre me saluda, es un
buen chico, pero eso es en lo que pienso cuando siento eso que me pasa y me
sonrío y un poco se me pasa. Pero es por un rato nomás, o cuando me acuerdo de
otras cosas, de cuando era chica y mi madre me decía que debía prepararme para
servir a un hombre, para que me mantenga y yo no entendía, porque se me caían
los platos cuando los lavaba o se me quemaba la comida y ella me decía que era
una inútil y yo me lo creía, aunque con el tiempo me di cuenta que no era tan
así, pero igual un poco me la sigo creyendo y pienso que soy una inútil, y creo
que por eso debe ser que todo me sale al revés y que digo que las cosas que me
molestan no me molestan, y después me agarra esa cosa en el pechito, y la tía
dice que siempre pide por mí, sobre todo cuando va a la iglesia, aunque yo sé
que también pide por otros lados, pero a mí me gusta cuando le pide a la
Virgencita, y eso que yo no creo mucho en esas cosas, pero en la Virgencita sí
creo, por esa cara como triste que siempre tiene, como si le faltara algo, con
esos ojos caídos, es mejor que otros santos, como el Gauchito, que a mí me da
miedo porque te maldice si no cumplís con las promesas y mirá si una quiere
cumplir con la promesa y no puede, entonces te maldice capaz sin merecerlo y
eso no tiene arreglo. Pero les decía que a veces me siento una inútil porque me
lo han dicho tantas veces que me lo creo, aunque yo sé que no lo soy y sé hacer
muchas cosas, no solo de la casa, sino otras también, como cantar y a todos les
gusta como canto, los domingos, cuando vienen los tíos y traen algunos
instrumentos, y comienzan a cantar canciones de Los Palmeras o Los Wawanco, yo
canto con ellos y a veces canto sola y me felicitan porque afino bien y me sé
las letras y además, como dijo uno de los tíos, tengo sentimiento y entonces
termino de cantar y tomo un vaso de vino y ya no me acuerdo de por qué me
siento mal y a la vez bien, ni de si soy o no una inútil, ni del dolor en el
pechito, ni tampoco de él, ni de su rostro, ni de su voz, y siento como una cosa
agradable en el cuerpo y me parece que soy feliz, aunque sea por un rato.
No hay comentarios:
Publicar un comentario