viernes, 7 de octubre de 2016

Solicitada Legal

Por motivos de publico desconocimiento, la empresa Atrapar al Señor Pato Inc. se ve obligada a cerrar sus puertas temporalmente. Lamentablemente, ese consorcio de periodistas extranjeros no deja de entrometerse en los asuntos privados de nuestras financias corporativas. Al parecer, en este mundo moderno, tan moderno que se dice, es visto como improbo, ilegal, corrupto, ser parte de un conglomerado empresarial que da trabajo genuino y tiene cuentas en algunos de los países más bellos del Caribe. Es que son lugares con un clima tan agradable, tan hermosas playas y gente tan calida, que nuestros contadores se ven indefectiblemente atraídos. Son verdaderos paraísos, diríamos. En todo caso, esperamos que todas estas desavenencias fiscales se solucionen con celeridad y podamos retomar nuestras actividades con relativa normalidad. No es nuestra despedida.


La Empresa.

jueves, 6 de octubre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Cincuenta.

El personaje anda en bicicleta. Está bañado en babas del diablo; no sabe de dónde salen tantas. Hay por todas partes. Recuerda cosas sueltas. Sabe, por caso, que siempre tiene razón, pero nadie lo escucha. Hoy lo confirmó por dos. De un lado y del otro del mostrador; no importa, no le dan bola. Hay dos caminos en la vida: podés ser como el Rojo o podés ser como el Viejo. Distancia irónica, diría Zizek. Le está enseñando a pensar a la gata, para que aprenda a razonar. No es tan difícil; es más difícil con las personas. Eya estaría orgullosa si supiera lo que avanzaron. “Pasa que estos se comen el verso de que son jefes”, le dice el Flaco. La gata es más dócil para intentar razonar…soy el obstáculo a salvar, la excusa que suelen usar, para ocultar sus decepciones…El personaje se entera de las jornadas de poesía que están dando en su escuela, a la que asistió, la Media 12 de Gonnet; por un lado, se pone contento, hay gente piola encabezando la movida y los pibes se engancharon. Pero se siente raro verlo desde afuera. Vienen los poetas a enseñarnos poesía, que estos pibes de barrio tengan contacto con la poesía y él (¿se podrá llamar a si mismo escritor? Lo va a hacer, aunque suene un poco arrogante) él, decía, que debe ser uno de los pocos (¿el único, tal vez?) escritor surgido de esa escuela, lo mira de afuera. Se pregunta que habrá hecho para no estar ahí y decirle a los pibes, todos podemos escribir…soy lo que intentan esconder, el espejo en que no quieren ver, todas sus frustraciones…Cuando vuelve en micro del centro, escucha a una madre hablar con su hijo; al parecer, el pibe se llevó dos materias. Química y matemática, cuando no. La madre le explicaba que el gabinete pedagógico estaba citando a todos los pibes que se han llevado más de una materia. La madre le decía que querían saber si le pasaba algo, por qué había ocurrido eso, etc; le recomendaba al chico ser sincero y abierto, porque allí lo iban a ayudar. Me cuesta imaginar un consejo peor. De sólo pensar la situación, la oficina, la cara del funcionario encargado de la entrevista, se me frunce la boca del estómago. Para colmo, me di vuelta y lo vi al nene. Un gordillo con una cara de bueno, que mire, no se entiende por qué lo quieren carnear de esa forma. ¿Desde cuándo es un grave delito llevarse química y matemática? No entiendo la verdad. Encima, cuando madre e hijo bajan, escucha a una chica hablar sobre el passé compossé, ay…y mi alegato parece algo extraño, nos hace daño quien nos quiere, y no quien quiere hacernos daño…Esto se parece bastante a un final, piensa el personaje, mientras desde el bote otea la orilla desconocida. El futuro tiene algunas expectativas, algunos proyectos. Se verá. La cercanía la tiene clara. Una sobredosis de Silvina.  

miércoles, 5 de octubre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Cuarenta y nueve.

Te imagino así. Rodeada de amigas, de amigos, de novios. Siempre alegre, cordial, predispuesta. Todos te aman, te quieren. Caes bien. Te ven como a una persona normal, común. Una más, una de ellos. Alguien dijo que eras seria, sencilla, que te arreglabas sola, que te sabías manejar. “Es responsable” dijeron. Pero había algo que no funcionaba, algo que estaba siempre ahí, latente. Una mirada oscura, un asco. Parecías una más pero no lo eras. No lo sos. Una sensación se iba apoderando de tu cabeza, como una grieta, como una rajadura. Como levantarse una mañana y sentir que algo cambió aunque nada haya cambiado. Algo no funcionaba alrededor tuyo. Ya no eras normal. Nunca lo fuiste. ¿Fueron las drogas? No, en todo caso las drogas despertaron algo que respiraba dentro tuyo, algo que se incubaba. Algo vivo. Todos parecen muertos alrededor. Todos aceptan lo que les ocurre. Hay que aprender a aceptar. El Universo nos vomitó. La tragedia se lava de la piel de los demás. No de la tuya. A vos se te impregna, se te pega, no te la podes sacar de encima. Te envuelve, te atraviesa. Y esa tiniebla crece, se nutre, muta, se convierte en una certeza. Esta siempre ahí, dispuesta a saltar, a morder. ¿Por qué las cosas funcionan así?¿por qué las personas son así? Las palabras frívolas brotan a tu alrededor. Queres huir, desaparecer, no ver a nadie. Una pecera aislada, que te proteja, que convierta al afuera en algo lejano. Pero el afuera esta siempre cerca, dispuesto a saltar, a morder, a lastimar.
Para mí, siempre fue más difícil. Nunca fui normal. En el jardín, hablaba conmigo mismo. Lo sigo haciendo. La gente escapaba de mí; aun lo hace. Nunca estuve rodeado de amigos, de amigas, de novias. No me amaban, no me querían. No caía bien. Me decían que tenía que ser una persona normal. Me convencieron de serlo. De adaptarme, de ser parte. Duró poco. La máscara se me cayó casi enseguida. No era normal. Había algo que me molestaba, algo que me desconcertaba. Fue más difícil, sí, pero a la vez fue más fácil. En un momento lo acepté, lo abracé, lo articulé. Puedo decir que es ese algo que está mal. Ese algo que vos no podes descifrar. Ese algo que puede hacerte explotar los ojos si escuchas a alguien decir que tiene que descongelar un pollo. Ese algo que te abraza el pecho y te corta la respiración. Que te pone nerviosa, ansiosa. Que te desespera. El ser humano no tiene sentido, la vida se nos escurre. Somos patéticos y efímeros. Nos aferramos a la nada. No podes ser parte de la sociedad. No podes aceptar esas reglas. Ninguna regla. Ni siquiera las de cortesía. Te angustia la idea de una clase, de un cumulo de gente. Sos libre, en tu cabeza lo sos. No estás atada a nada. No podes amoldarte, por más que quieras. Te recomiendo que ni siquiera lo intentes.
Sin embargo, seguís siendo responsable. Yo también. Siempre lo fuimos. Convive en nosotros esa contradicción. Sabemos poner los pies en la tierra, vivir en la realidad concreta. Al menos lo suficiente para sobrevivir. Hay lugares para varias facetas en nuestras cabezas. Podemos caer bien, adaptarnos. Pero nunca la fusión será total. Huiremos antes. Nos gusta desaparecer. Que la gente se canse de buscarnos. La soledad hiere, pero más hieren las personas. A veces soy monstruo, un monstruo horrido. Te he tratado mal, incluso. Soy un como un gato herido, ataco para defenderme. Vos te escondes cuando estas herida.
No queres ver a nadie. La gente te agobia. Siempre estas pensando en escapar. No necesitas decírmelo. Lo veo en tus ojos, que son como los míos. Cambiar de aires, conocer otros lugares, otra gente. Volver a nacer, como si tu pasado no existiera. Queres perder a la gente, a todos los que conoces. Pero no vas a poder. No hay forma de escapar. Sábelo. Y eso no significa no hacer cosas. Hace todo lo que quieras. Pero ese algo te seguirá adonde vayas. Tu esqueleto no puede salir corriendo, tu mente no puede dejar de pensar, tu carne no va a estallar. Tu piel se corta, se hiere, se amorata. Sola. Estas al límite. Tu máscara está a punto de fracturarse. No hay salida. No hay un paraíso perdido. Todo es igual; fuimos escupidos por la misma máquina trituradora. En todos lados es igual; el ser humano es siempre el mismo animal ventajero, frío, insensible, angustiante. No busques el cielo en un baño público.

Cuando pienso en la nuca de las personas, comprendo su fragilidad. Como si todo lo que fueran terminara en el corte abrupto de su cráneo. La muerte anida en las nucas. Es un poco tonto escribirlo pero es angustiante cuando lo pienso. Las personas, personas con vida e historia, se convierten en fantasmas cenicientos. Imagino que vos debes sufrir algún trauma parecido. Alguna imagen, alguna frase inocente, que de repente despierta a la Hydra dormida. Un torrente de dientes que no podemos detener. La futilidad muestra su peor rostro. Por eso a veces te odio, pero en general te quiero. Estás enfrente de mí. Me tapó los ojos. No quiero hablarte, no quiero escucharte. Me das asco. Sos demasiado parecida a mí.

martes, 4 de octubre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Cuarenta y ocho.

Frente a una puerta abierta, la niña está de pie. Apenas se sostiene, aferrándose a un sillón de cuero granate; sus ojos se van cerrando sin que ella lo pueda impedir. Baja sobre su pelo castaño una niebla onírica que parece encerrarla. Detrás, una calle de tierra y pasto no hace más que facilitar la atmosfera de siesta que se cierne sobre ella. La niña abre los ojos de repente, como si algo debajo de sus parpados la hubiera asustado. Su gato, gris y afelpado, se para junto a ella y le maúlla de una manera suave. Ella le sonríe, como si entendiera que el pequeño animal no quisiera más que protegerla; el felino sabe, por instinto, de las pesadillas de su dueña y quiere imposibilitar toda oportunidad de dormitar de la niña.
Ella se sienta sobre el sillón y el gato se acuesta a su lado. De a poco, ambos van sumergiéndose en un sueño profundo; los ojos de la niña, y también los del gato, van cerrándose con pasmosa parsimonia. Ella levanta la cabeza una vez, y después otra vez, para dificultar la llegada de un descanso que ya es inevitable. El felino ronronea, cómodo, olvidándose de mantener a la niña despierta; él también es presa de ese sueño que invade la casa.
Todo es confusión alrededor de ella. Sus padres son demasiado altos y ninguno de los dos tiene un rostro distinguible. Una sombra con garras se mueve sobre ellos; la niña comienza a sentir un miedo elemental. En ese momento, nota que está en medio de un bosque oscuro y helado; el gato gris está junto a ella y parece igual de desorientado. Una voz fría y metálica resuena entre los árboles secos y crujientes.

-La hija de mar no va a estorbar aquí.

lunes, 3 de octubre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Cuarenta y siete.

Un perro apoltronado sobre una bolsa de arena. Se lo ve cansado. Ni fuerza para ladrar parece tener. Se limita a mirar. El día pintaba caluroso, pero no lo fue. Fue un hermoso día. Tranquilo. Sin demasiado para decir ni hacer. El personaje se ve desprendido de casi todo y de casi todos. Silencio. Alguna fantasía cruza su cabeza…ya estoy curado, anestesiado, ya me he olvidado de ti…no es cierto tampoco, pero lo intenta…ya no te espero, ya no te llamo, ya no me engaño…la nada atraviesa, es difícil escribir, a veces simplemente no hay nada que decir…hoy te he borrado de mi paciencia, hoy fui capaz…apenas un puñado de palabras y después una pura incertidumbre. Quiere la verdad, pero la verdad nunca podrá ser pronunciada. La mentira es necesaria, al fin lo comprende. Vivir con el silencio, con la resignación. Con lo no dicho. La verdad no alcanza, la verdad duele. Es deber callar y tragarse todo. Es callar o mentir. Elige callar. Callar eso que aun dura, pero de a poco se apaga. El personaje sonríe, simplemente bromea. Un chiste, otro, tal vez otro más. Lo que le duele se retuerce debajo de todos esos chistes. Es hora de moverse, piensa, de hacer algo. Basta de todo esto. De este caretaje que va vivir después de que muera la ciudad. El caretaje va a sobrevivir al fin del mundo, como las cucarachas. La pared del patio esta tapizada con pequeñas babosas, hablando de eso. Después de la lluvia, salieron vaya a saberse de dónde; son pequeñas, sí, pero son decenas. Besan despacio, con ardiente paciencia, la pintura de las paredes. El vecino insiste con AC/DC y su rockerismo; su única excusa es que sea un adolescente. Va a pagar el alquiler y hay una discusión en la inmobiliaria por un inquilino que habría dejado el depto en malas condiciones. El personaje escucha divertido; terminó de pagar los gastos de contrato. Ahora va a tener más dinero. Mucho no le interesa. Comprende que no consume más que lo necesario, que está alejado de esas cuestiones. Tal vez por eso las cosas le vayan así. Una sonrisa, hablá sobre zapatillas, sobre ropa, superficialidades. La verdad no sirve, a nadie le interesa. Mentir, hay que mentir a todos. Clasifica cartas con el Rojo y hablan de fútbol; ninguno de los dos quiere esa tarea, pero son los únicos que la hacen. El famoso deber, que le dicen. Mientras, el resto la pasa bien. Por algún motivo, el personaje nunca siente estar en el lugar que desea estar. El deseo es algo móvil, según dicen algunos. El oleaje pasa mientras, como si las horas no existieran.

domingo, 2 de octubre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Cuarenta y seis.

Manuel bajó del colectivo y supo que las cosas cambian sin parecer que cambien. La cuadra oscura y techada con árboles fue iluminándose de a poco; un farol descuajeringado en la esquina comenzó a chispear. En segundos, la luz blanca manchó gran parte del paisaje. Recordó cuantas veces había recorrido esas cuadras, a esas horas, pero no sintió lo mismo. Se veía diferente y se preguntó si los demás lo verían diferente. De vez en cuando, hablaba con Verónica, pero ya casi nunca; se dio cuenta que no la quería, que ella no era más que el reflejo de un recuerdo, de una ilusión opaca. Se preguntó por qué seguía aferrándose a cosas que ya no existen. Llegó a la casa de Javier cerca de las once. Lo recibió rodeado por sus dos perros.
-¿Cómo andás, Manu?
El saludo fue cálido, pero algo distante. Ninguno de los dos era muy afecto a las demostraciones de cariño. Ambos entraron a la cocina. Allí estaban las hermanas de Javier con sus respectivos novios. Él hizo un saludo general y fueron al living. Comenzó la charla de ocasión. Más de un año sin saber nada del otro. Manuel se preguntó cómo pueden decirse amigos, siendo tan lejanos. Tienen intereses diferentes, vidas diferentes, ambiciones diferentes. Tal vez esto también sea parte de una ilusión opaca. Llamaron a comer. Javier le insistía con servirle un plato.
-Agradezco tu hospitalidad- le respondió Manuel, un poco harto- pero ya comí.
Durante la cena, los seis comenzaron un poco incomodos, pero luego se soltaron. Hablaron de películas y Javier intentó narrar el origen de los Cuatro Fantásticos.  Manuel lo ayudó, pero no lograron hacerlo. Después, la charla derivó hacia los libros leídos en la secundaria, donde Javier insistía con señalar lo bueno que era lo que leían, mientras Manuel lo contradecía. Sólo estuvieron de acuerdo en un libro; El guardián entre el centeno, de Salinger.
-A mí también me gustó mucho ese libro- acotó Gabriela, una de las hermanas.
Después, alguien propuso jugar al truco y todos estuvieron de acuerdo. A Manuel mucho no le gustan los juegos, pero comprendió que está en un momento de su vida en que necesita ser flexible. De todas formas, la pasaron bien, se divirtieron antes de salir. Subieron al auto de Javier y este encendió la radio. Sonaba “Hacelo por mí” de Attaque 77. Apagó la radio y puso un Cd de rock brasileño.
-¿Y qué onda?- le preguntó a Manuel- ¿Te cayeron bien los novios de mis hermanas?
-Sí, parecen buena gente.
-Sí, sí, son piolas.
Manuel se preguntó si era o no importante lo que él opinaba de los novios de sus hermanas, mientras asintió a lo que decía su amigo. Fueron a El Copetín, donde tocaba una banda de rock muy poco convocante, con sólo decir que había más gente en el escenario que debajo. Allí, sentados en una mesa cerca de la puerta, tomaron varias cervezas. En un momento, la banda comenzó a tocar “Saint of me” de Rolling Stones. El cantante intentaba imitar algunos movimientos de Jagger, imaginando tal vez que transmitía algo de sensualidad; realmente daba un poco de lastima verlo mover las piernas como un pollo epiléptico. Manuel se acercó a Javier y le dijo:
-La moza está con nosotros.
Era una chica morocha, de labios rojos y pelo extravagante. Tenía la costumbre de acercarse a preguntar “si vas a tomar algo más”. En un momento, la susodicha se acercó y les hizo la tan mentada pregunta. Manuel sonrió.
-Venís tanto que nos convencés- le dijo.
-Perdonen, chicos, pero me lo piden- le respondió ella, tocándole el hombro.
Cuando se fue, lo miró a Javier.
-Te dije que estaba con nosotros.
Cuando la banda agotó los escasos recursos que tenía, corrieron las mesas, pusieron cumbia y el bar se convirtió en boliche. Manuel fue al baño y se cruzó con un otrora compañero de cine.
-Estamos arriba- le comentó- por el cierre del Fesaalp. Venite, si queres.
Él no pudo evitar reírse para sus adentros. Él está abajo, ellos arriba. Naturalmente, no fue. Se quedó parado, con un vaso en la mano, entre los que bailaban abajo. Javier, en tanto, intentaba ligar con alguna de las chicas; rebotó en todas. Manuel observaba todo con distancia y algo asqueado. No podía entender, aun, como funcionaba ese mundo.
-No estamos hechos para esto- le comentó el hombre sapo, parado junto a él.
Manuel le sonrió.
-Pensalo, no somos para esto, para bailar, para poner cara de lindos. Esto es un mundo vacío y superficial, carente de alma.
-No somos para esto- repitió Manuel.
Quedaron un segundo en silencio.
-Y otra cosa, ¿no tenes un poco de merca?- le preguntó el hombre sapo.
Manuel negó con la cabeza. Después, observó como Javier invitaba a bailar a la moza y también rebotaba. Finalmente, se fueron de allí. Primero pasaron por El Pulpito a comer un pancho. Manuel miraba a quienes trabajaban allí y se preguntó que fue de su historia sobre el tipo que enloquecía fritando papas. Tragaron, no comieron ni saborearon, la chatarra que les vendieron por alimento y partieron rumbo a La Mulata, donde no duraron demasiado. Un bar casi vacío y poblado por tipos duros, muy duros. Recalaron, entonces, en Bukowski. Allí los esperaba Martín. Cierto rencor aun puebla sus miradas; se cruzaron en un momento y se saludaron con cordialidad. Manuel tuvo ganas de llamarlo y decirle que ya fue, que todo se olvidó, que los tres tienen casi treinta años, que no sean pendejos. Tuvo ganas, pero no lo hizo. Después, lo mismo de siempre; Javier rebotando de aquí para allá. “Todo lo que soy no existe aquí dentro” pensó Manuel “todo lo que soy, esta encorsetado, agobiado, atado, acá dentro. No quiero venir a estos lugares, a ver a esta gente y a creerme que soy lo que no soy. No quiero volver atrás”. Un rato después, se fueron. Javier se quejó con el trapito que Bruera cerró todos los cabarets.
-Tal vez habría que verlo como una forma del combate contra la trata de personas- le comentó Manuel, cuando subieron al auto.

Javier largó una carcajada profunda, sonora, casi al límite de la cordura. Luego, lo dejó en su casa. Manuel lo saludó con afectó y se bajó. Cuando entró a su casa, se dirigió al baño y se miró al espejo. Como una epifanía, como un momento de lucidez absoluta, comprendió que el pasado ya no existe ni volverá y que lo mejor que puede hacer es proyectar su futuro. “No quiero ser el Florentino Ariza de nadie” se dijo y se fue a dormir.

sábado, 1 de octubre de 2016

Apuntes sobre la destrucción de un Microcosmos: Cuarenta y cinco.

La oficina está en el piso más alto de un edificio vidrioso. Es un edificio alto, sí, pero no es el más alto. El dueño del canal lo sabe; sabe que su oficina no es el punto más alto del cielo. Pero es el punto más alto de su cielo. Ahora, habla por teléfono. Escucha la voz gruesa del otro lado del auricular. Dentro de su empresa, él no escucha; todos lo escuchan a él. Lo escuchan con atención y hasta con algo de espanto. Les exige a sus empleados que estén a atentos a todos los detalles y que cumplan con premura y precisión sus exigencias. Le gusta eso, le gusta verles el rostro temeroso, le gusta verles el labio temblar. Se diría, incluso, que lo excita un poco eso. Ahora no habla. Ahora escucha. Quien habla del otro lado del auricular lo tiene agarrado. La pauta oficial, por un lado; no puede darse el lujo de perder una fuente importante de ingresos. Pero aun si pudiera renunciar a eso, una serie de maniobras ilegales que realiza su empresa para evadir impuestos lo puede derribar. El acoso mediático y la ausencia de pauta serían fatales y tendría que terminar vendiendo. Y eso es algo que no se le pasa por la cabeza. No después de haber logrado lo que logró. Un grupo de medios amplio y consolidado, propiedades de toda clase, autos de alta gama, una modelo de esposa adorno. Todo con lo que soñaba cuando llegó de aquel pequeño pueblito de Mendoza. No, mejor así, no se gana nada discutiendo. Mejor dialogar, charlar, ponerse de acuerdo. Hay suficiente torta para todos. Por eso escucha a la voz gruesa del otro lado del auricular.
El rubio conductor espera, sentado en un cómodo sillón negro. Sabe que, del otro lado de la puerta, el dueño del canal está teniendo una conversación que puede determinar su futuro. La entrevista que puede catapultarlo definitivamente al Olimpo de los periodistas políticos, de los formadores de opinión más conspicuos. Después de tanto remar, de recibir toda clase de menosprecios, de ser marcado como un simple relator de futbol, de todos los perturbadores rumores sobre su vida sexual. Ahora, llegó su momento. La secretaria le sonríe detrás del escritorio. Le indica que puede pasar. El dueño del canal lo espera cómodamente sentado. La ciudad, pequeña, se esparce detrás de él. El sol lo baña con rayos de luz como agujas.
-Siéntese.
El rubio conductor obedece.
-Bueno, usted se imaginará los motivos por los que está acá- el dueño del canal lo observa, distingue la expresión que tanto le gusta- el pedido del Joker de aire.
El rubio conductor asiente.
-¿Sabe por qué el Joker nos eligió? Si uno ve sus videos en You Tube, prácticamente no hace referencia a nuestro canal. Viendo eso, uno imaginaría que él preferiría estar en otros canales, con otros periodistas más prestigiosos. No me mire así, usted sabe perfectamente el lugar que ocupa dentro de la profesión. Pero, ¿sabe por qué nos eligió? Porque sabe que nosotros lo vamos a escuchar.
El rubio conductor sonríe.
-Imagínese si el Joker hubiese llamado a esos otros periodistas. No lo hubieran sacado al aire, no lo hubieran atendido siquiera. Pero en nosotros encontró un oído. Y esto significa mucho para el canal. Para usted, obviamente, también. Pero todos estamos muy emocionados con esta posibilidad. Significa expandir nuestra marca, nuestra impronta, por todo el país, por toda Latinoamérica, tal vez. La posibilidad de vender la señal a muchos lugares. Y también al Gobierno le interesa.
El rubio conductor mira, expectante.
-Mire, voy a ser claro y directo. Usted tal vez ya lo sepa, ya que tiene contacto con altos funcionarios. Quieren detener al Joker en vivo. No se preocupe. Podrá hacer la entrevista. Es más, será fundamental su participación. Usted, con sus preguntas, deberá llevarlo a donde el Gobierno necesita. Deberá hacerlo declarar de forma explosiva y violenta, deberá hacerlo caer en amenazas e improperios. Y, ahí, la gendarmería entrará en acción.
El rubio conductor observa el suelo.
-No puedo hacerlo- le responde- no puedo engañar a un hombre de esa forma. He hecho cosas terribles, pero no tengo estómago para tanto…
-No se lo estoy pidiendo- lo interrumpe el dueño del canal- mire, a mí, en un sentido ético, tal vez tampoco me agrade hacerlo. Pero no tenemos otra alternativa. Esto es un pedido que viene de muy arriba.
El rubio conductor se retuerce en su asiento. Comprende que no tiene otra opción que aceptar.
-Bueno, veo que ha entendido- el dueño del canal le alcanza el teléfono- llámelo e invítelo.
El rubio conductor toma el teléfono y marca un número. Lo vio sólo una vez anotado, pero lo sabe de memoria. El dueño del canal pone el aparato en altavoz. Una voz conocida atiende.
-Buenas tardes, lo llamo para la entrevista- comienza a explicar el rubio conductor- ¿le parece si este domingo, a las nueve y media, se acerca al canal para realizarla?
La voz queda en silencio. La estática es lo único que rompe la tensión.
-No creo que sea conveniente. Si quieren la entrevista, se las doy. Pero tiene que ser en streaming, transmitiendo simultáneamente en mi canal.
-¿En streaming?- dice, desconcertado, el dueño del canal.
-Escucho que no está solo- la voz suena burlona- esas son mis condiciones.
El dueño del canal queda en silencio durante unos segundos. El rubio conductor lo mira; él desea la entrevista como sea, pero sabe que las cosas no dependen de sus deseos.
-En un rato te volvemos a llamar- le dice.

Una carcajada demencial, prolongada, devastadora se escucha desde el auricular, antes de escucharse el clic.