miércoles, 8 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #31

 

Hoy no hubo niebla, pero había una extraña brisa blanca y helada en el aire. Perdí el 195 así que tuve que tomar el TALP. Ahora tengo un gorro que me da aspecto de portuario, pero también mantiene las orejas abrigadas. Lo más destacado de hoy fue que me regalaron una planta. Fue un muchacho dueño de un vivero. Le entregué el documento de la hija sin el comprobante. Lo conozco hace muchos años y no le iba a hacer problemas por eso. Se puso tan contento que me dio la planta. La verdad que ni idea qué tipo de planta es. La metí en el canasto y la llevé conmigo mientras terminaba el reparto. Una señora me dijo que era de invierno. Otra me explicó que resiste la helada y que en verano hay que ponerla a la sombra y regarla con agua con hielo. Volví en el 195 con la planta. Bueno, si llegaron hasta acá, quisiera agradecerles. No voy a manguear cafecitos ni nada de eso, pero sí decir que hoy es el último de esta serie. El objetivo era acomodar las ideas y recuperar el ejercicio de la escritura. Tal vez vuelva a hacerlo en un tiempo, pero por estos días lo voy a dejar porque aparecieron ideas y quiero dedicarles algo de tiempo. Agradezco de corazón a los escasos, pero fieles lectores y lectoras. Un abrazo.

martes, 7 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #30

 Había empezado a trabajar con ellos un par de semanas atrás. Me contrataron para encargarme del buffet y tareas de limpieza. Era un centro cultural muy agitado. Todas las noches tenían actividades. No se acercaba mucha gente, pero eso no parecía desanimarlos. Se escuchaban sus voces entusiastas que clamaban diferentes consignas. No tengo mucha idea de política así que nunca entendí bien de lo que hablaban. A veces, alguno se acercaba al buffet y me pedía algo para tomar. Se quedaba acodado a la barra y largaba una sonrisa cansada. Todo bien, me preguntaba y yo le respondía con alguna frase de ocasión. Se llevaba el vaso y así todos se manejaban. Me tocaba limpiar el salón de eventos después de que lo usaran. Encontraba colillas de cigarrillos, tuqueras, vasos, envoltorios de caramelos, papeles con consignas, lapiceras. No se preocupaban demasiado por el orden y el aseo. A mí no me molestaba, al contrario, justificaba mi sueldo. Me esmeraba por dejarles el lugar impecable para que se dieran cuenta lo valioso que era tenerme ahí. De todos modos, no parecían percatarse. No se los veía demasiado conectados con aquello que los rodeaba. Supuse que así eran los hombres de ideas como ellos. Inmiscuidos en pensamientos profundos, no tienen espacio en su cabeza para lo que ocurre a su alrededor. Aquella noche, tal vez porque estaba aburrido, tal vez porque me distraje, por un momento presté atención a lo que hablaban. Uno de ellos, el gordo, vociferaba la necesidad de hacer algo. Basta de juntarnos a hablar, gritaba, tenemos que saltar a la acción. Todos asintieron con clamor. Hay que demostrarle a esta gente que vamos en serio, agregó el morocho. Pero cómo, fue la pregunta que alguien soltó y quedó pegada al aire del salón de eventos. El gordo se acercó a la puerta y la cerró. Al otro día, cerca de las seis, fue él quien se acercó a mí. Me pidió si le podía limpiar el auto. Le dije que no tenía los elementos para hacerlo, pero lo intentaría. El gordo portaba un gesto adusto y me dijo que sí con la cabeza mientras me alcanzaba la llave. Era un Ford Sierra modelo 98. La chapa estaba percudida y los vidrios llenos de polvo. Abrí el baúl y estaba vació. Sobre el tapizado, había cuero cabelludo pegado con sangre.

lunes, 6 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #29

 

Hoy hubo niebla. Creo que ya hablé de la niebla. La Plata es una ciudad húmeda y hay niebla cada quince días. La de hoy fue densa. La gente parecía sombras moviéndose por una marea blanca. La niebla es llamativa. La quietud que trae simula a nuestro alrededor una especie de soledad. Nos parece que la ciudad está deshabitada. Nos sumergimos en un territorio de ensueño donde los sonidos, las luces y las siluetas empiezan a ser lo único que tenemos para guiarnos. Ahí, como un sol obturado, el farol de la calle. Allá, el rugido de un auto o una frenada. Las baldosas flojas delatan a alguien que se acerca. Un hombre se corporiza, como si fuera vomitado por la niebla. Uno va sintiendo la humedad en la cara. El pelo se moja levemente y comienza a retorcerse. Sentís que una gota se estanca en el parietal. Es un lago imperceptible en la frente. Un movimiento brusco hace que caiga sobre el ojo. Te lo secás y observás una fina capa de puntos blancos que se mueve en el aire. El viento sacude apenas la cortina de humedad que no alcanza a ser una lluvia, pero moja. La ropa se convierte en una tela pastosa y fría, ya no protege de la baja temperatura, ha sucumbida ante el abrazo silencioso de la humedad. Las cosas se van empapando lentamente, el papel se ablanda y pierde sensibilidad. El óxido anida en todas las puertas y picaportes que reciben el beso húmedo de la niebla. Los huesos duelen, crujen, se vuelven una bisagra rechinante y vencida. Las paredes se descascarán, se desmigajan, caen pedazos de la piel de látex dejando ver capas y capas de vestidos anteriores que lucieron. Todo se va muriendo de a poco, perece ante el avance cansino e imparable de la niebla.  No se puede vivir así. Lo que mata es la humedad.

domingo, 5 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #28

 Noté que el asfalto era violeta. La luz de la luna se reflejaba sobre él. Observé mis dedos cansados y una voz gritó a mis espaldas. Tené cuidado si vas a dormir ahí, escuché. Me di vuelta y pude ver a una sombra parada en la puerta de una casa. Tenía dos cabezas y una mano pequeña me saludaba. Tal vez era un adulto sosteniendo a un niño, pero me era indiscernible. Seguí mi camino y comprendí que me dirigía a una casona con una puerta doble y blanca. Una mujer rubia se acercó corriendo e ingresó antes que mí. La seguí un poco asustado. Tuve una sensación extraña al pisar el recibidor. Ella actuó como si me conociera y se ofreció a mostrarme el lugar. Caminé con prudencia. La casa era enorme. Ella corría y yo apenas podía seguirle el ritmo. Había pasillos estrechos que desembocaban en puertas de madera. Esta es mi habitación, me dijo. Me pregunté dónde era la mía. Me fui metiendo por varios senderos oscuros, pero ninguno llevaba a mi pieza o, por lo menos, al lugar donde dormiría. Abrí una puerta y descubrí que era un armario muy pequeño. Toqué la pared del fondo y me di cuenta que era de papel. Comencé a moverlo y, detrás de él, había un sótano lúgubre similar a una fábrica o un depósito de máquinas. Llamé a la mujer rubia y se lo mostré. Es raro, comentó. El papel de la pared del armario tenía algunas noticias viejas sobre asesinatos. El rostro de una señora se destacaba. Cerré la puerta y seguí buscando mi habitación. Había mucha gente dando vueltas. Subí al segundo piso y me encontré con un comedor y sala común que ocupaba todo el espacio. No había rastros de cuartos para ocupar así que subí otro piso. Me asomé y vi animales excitados dando vueltas por todo el lugar. Alcancé a distinguir un tigre, un elefante y un mono, entre otros. Es cosa del dueño, me dijo la mujer rubia, el último piso es de los animales.

sábado, 4 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #27

 

Anoche apareció un cuerpo en la clínica abandonada. Fue alrededor de las tres que escuché a los patrulleros. Salí a la calle y me encontré con el vecino. Es en la Santa Lucía, me dijo. Era un edificio a mitad de cuadra con las ventanas tapiadas y la puerta encadenada. Fue una clínica especializada en oftalmología en otra época. A pesar de la mudanza, la gente del barrio habla de ella como si todavía funcionara. Muchas veces se prometió derrumbarla y levantar edificios o locales para comercios, pero la Santa Lucía permanece firme en el paisaje de la cuadra. Esa noche, alguien que pasó escuchó un grito dentro de ella. Trató de romper el candado, pero ni siquiera pudo rasguñarlo. Adentro, el quejido, que parecía de un hombre, se hacía cada vez más agudo y espantoso. La policía llegó poco después del llamado. Los gritos se habían apagado y, luego de tirar abajo la puerta, recorrieron el edificio a oscuras. Los haces de las linternas se chocaron con un cadáver. Era un hombre de mediana edad. No se supo mucho de su estado. La poca información llegaba entrecortada. Según los diarios, no presentaba lesiones. Según algún vecino curioso, su rostro estaba desfigurado. Hubo gente de la policía científica trabajando todo el día. Se fueron recién a la mañana siguiente y pusieron unas fajas amarillas sobre la puerta de la clínica. Quedó en el aire un vaho espeso mezcla de carne podrida y cloaca. Todavía nadie puede explicar qué hacía ese hombre adentro de la Santa Lucía.

viernes, 3 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #26

 

Yo no le voy a mentir porque qué gano mintiendo con esto. Todavía siento esa cosa que aprieta en el pecho cuando pienso en ella. Y eso que hace rato no la veo, años diría. Pero igual no puedo evitarlo. No me pregunte por qué se quedó pegada a mí como si fuera un pedacito de piel. Le digo que ni tengo noticias suyas. Pero ninguna noticia, eh. No sé qué hace, si se volvió a juntar, si se recibió, ni idea sobre ella. No es más que una especie de fantasma. Sigue dando vueltas adentro mío. Es que ni siquiera me la crucé en la calle, en algún negocio, no, nada. La busco, no le voy a mentir, miro para allá, para acá, creo que es ella. Esa chica que viene ahí, por ejemplo, ¿será? No, ella no usaría el pelo así. A ver aquella. No, tampoco. No se vestiría así. Y aquella tampoco. No era tan alta, ni tan petisa. A veces, no le voy a mentir, me parece verla. Pero es a lo lejos, alguien que podría ser cualquiera. Es entonces que me miro, me observo en esa posición de desesperación, de atolondrado y me pregunto para qué. Para qué quiero verla. ¿Qué le voy a decir? ¿Qué puede cambiar si me la cruzo por la calle? Yo ya sé que no quiere saber nada. Pero, qué quiere que le diga, es algo que puede más que yo. Es como si no pudiera cerrar. Por más que conocí a otras, igual no puedo. Hay algo en ella que es diferente. Algo que no puedo explicar. Me acuerdo de un amigo que se cortó el brazo y nunca le cicatrizaba. Es como que se acostumbró a vivir con ese tajo, pero igual le dolía. A veces me pregunto por qué sufrí tantos días por ella. La recuerdo y digo que no era gran cosa, pero me miento, es así. Sabe usted que todavía siento una ilusión. Que va a volver y todo será como antes, pero distinto. Es como si estuviera siempre en alguna de esas orbitas. Ella es como un planeta y yo estoy alrededor. A veces soy un satélite con el corazón roto, a veces soy uno indiferente, a veces uno ilusionado, a veces uno que quiere olvidar. Pero ella siempre está en el medio. Es propietaria de una hectárea en mi cabeza. Pero sabe lo que pienso a veces, pienso que me la voy a cruzar y no me va a generar nada. Como si necesitara probar que ya no me importa. Pero no así. Es la verdad. Yo no le voy a mentir porque qué gano mintiendo con esto.

jueves, 2 de junio de 2022

Cosas que pasaron hoy #25

 

Hoy se me descongelaron los dedos de los pies cerca del mediodía. Es la parte del cuerpo más difícil de calentar. Al menos en la bicicleta. Uso medias gruesas, de toalla. Sí, soy un hombre de setenta años atrapado en un cuerpo joven adulto. Las manos, por el contrario, toman temperatura enseguida. El movimiento constante hace que se olvide el frío con rapidez. Hay que aguantar un poco la brisa fresca cuando se arranca la jornada. Pero, en un rato, ya se olvida. Incluso, los guantes se tornan innecesarios. Hacen que se pierda sensibilidad para manipular el papel y las manos transpiran demasiado. Pero los dedos de los pies no hay forma de calentarlos. Se convierten en una roca de humedad fría. Se pueden mover para que no se entumezcan, pero el esfuerzo es fútil. Cada vez que uno detiene la marcha, el dolor aparece. La única manera es que salga el sol y la exposición vaya devolviéndolos a su estada habitual. Los días nublados, lluviosos, suelen ser los peores. Hoy fui a un domicilio a llevar un documento y había una nena vomitando. Es que la mareaste recién, decía la chica. La nena me daba la espalda y largaba una sustancia aguachenta que se esparcía por el cemento del patio. Lo hizo tres veces. Llevála adetntro, indicó una voz, acostála y dale un balde. Una mujer me recibió el documento. Es todo agua lo que largó, le comentaba a un muchacho, le debió caer mal el té. Me pidió disculpas y le dije que no pasaba nada. Me sorprendió un poco la tranquilidad ante una nena que no paraba de vomitar.