sábado, 17 de junio de 2017

El Tiempo era todo el Tiempo

Hoy, o ayer mejor dicho, no sé si tuve un buen día o un día de mierda. Me pasó algo muy curioso, pero para que se entienda tengo que retroceder un poco atrás en el tiempo. Como por casualidad, o, mejor dicho, por casualidad, conocí a una chica unos años más joven que yo y pegamos algo de onda. Ella se llamaba Fabiana y no le gustaba que le dijeran Fabi, cosa que nunca entendí, porque sería como si a mí me reventara que me digan Ale, cuando en realidad, por una cuestión de economía del lenguaje, los nombres tienden a acortarse (excepto en nombres como Ana, que algunas son llamadas Anita, o Clara a Clarita y así), de todas formas, esto no es lo importante. La cosa es que solíamos caminar bajo el sol del verano y contarnos nuestras vidas; ella me contó de su novio, de sus aspiraciones de ser abogada, tal vez por mandato familiar, y cosas por el estilo, mientras que yo le contaba de las boludeces que escribo, de mi novela y del protagonista, Manuel, y otras vainas. Lo cierto es que ella un poco me gustaba y un poco me calentaba, aunque no sé por qué, dado que era una flaca pálida y sin mucha onda ni cuerpo, muy histérica, de humor cambiante, diría de cierta inestabilidad emocional, por caso, de romper a llorar y salir corriendo. Yo en esos casos la seguía, un poco para consolarla, un poco por curiosidad mórbida y otro poco por las ganas de coger, que no son sonsas. Algunos amigos me hubieran recomendado que me aleje de ella, pero cuando a uno se le mete algo en la cabeza. Lo cierto es que, de forma forzada y poco convincente, entre llantos de ella y chistes malos míos, nos fuimos conociendo. Ella me decía que le hubiera gustado ser actriz, pero que tenía pocas tetas, aunque se observaba, sin demasiado esfuerzo, que no era así, que, por el contrario, tenía unas lindas tetas. Yo le contaba de programas malos que veía cuando era chico y ella se sonreía, entre tierna y asqueada. Nos contamos, también, nuestros fracasos amorosos y era como si nos conociéramos de toda la vida, lo cual era raro, porque nos habíamos cruzado, como por casualidad, un rato antes. Pero rato no es un tiempo específico, ese rato pudieron ser horas o pudieron ser meses, meses en los que mi mente recortó solo esas horas, las horas que importaban, las horas en las que estaba con ella. Bien, nada de esto tenía demasiado valor en ese momento, casi que era indistinguible, por no decir que era indistinguible, evitando la tibieza del “casi”. No importa, nosotros seguíamos contando nuestros sueños, el mío de ser un escritor laureado, el de ella de ser la mejor imitadora de Marilyn Monroe, lo cual me pareció peculiar, pero no la juzgué. Soportando sus insultos, sus ninguneos, sus miradas frías y distantes, pero también su ternura y su sencillez, su forma de hacerme creer que era la mejor manzana, logré convencerla de ir a la cama, diciéndole que hacer el amor es como un orgasmo del alma, o alguna berreteada por el estilo, a la cual ella respondió con una mirada embelesada, que denotaba su escaso gusto poético o la calentura extrema que ella también tenía. De todas formas, antes de hacerle un orgasmo al alma, ella me confesó que tenía SIDA y que su novio era un putaniero que murió de eso, lo cual a mí me importó una mierda, use forro y chau, pero bueno fue un momento emotivo o algo así. Después de eso, le saqué algunas fotos y nos despedimos. Le perdí el rastro durante un tiempo, hasta ayer, cuando al correo llegó alguien preguntando por Manuel. Era una señora de unos cincuenta años, que afirmaba que este tal Manuel era el último que había estado con su hija Fabiana. Antes de que la echen a patadas, salí y pregunté si tenía una foto de la hija. Me mostró una foto Kodak fechada en 1995 y, sí, era ella, la misma Fabiana. La invité a salir un momento y le conté la confusión. Posiblemente, como el personaje de mi novela se llama Manuel, hubo alguna clase de malentendido. Le dije que yo era Alejandro y que, sí, había tenido algo con su hija, mientras le guiñaba el ojo.
-Así que sos vos- me dijo, con los ojos bordeados por las lágrimas.
-Sí, soy yo- respondí.
-Ella me dijo que quería tener otra oportunidad, otra oportunidad para tener un buen día.
-Sí, entiendo- aunque no entendía, así que busqué las fotos de Fabiana en el celular y se las mostré -estas son las que le saqué después de, bueno, usted me entiende.
La mujer miró las fotos emocionada.
-Mi hija era una cabeza dura.
-Sí, es rara, ¿usted sabe que a veces le da por llorar y salir corriendo…
-Ella siempre quiso tener un buen día- hizo una pausa dramática que a mí me incomodó- siempre decía que sólo había tenido días de mierda.
-Sí, igual no fue gran cosa lo que pasamos, onda caminamos y charlamos, fue bastante monótono.
-Ella iba a volver a tener un buen día.
-¿A dónde iba a volver?
La mujer sonrió con ternura. Me extendió otra foto, en la que yo estaba con Fabiana, en un portarretrato
-Fabiana murió de SIDA en el 95, estas son las únicas fotos que tengo de ella.
-¿Qué?
-Ella sufrió mucho y quería tener un buen día.
-Pero yo la vi hace un par de semanas. No entiendo…
-¿Qué es lo que no entiende?
-Muchas cosas, primero, ¿cómo pude coger con una mujer que murió hace 22 años?
-Ella lo quería mucho a usted, me dijo que era un amigo, que era como si lo conociera de toda la vida. Usted le devolvió la sonrisa.
-Mire, recapitulemos un poco. Ella murió, pero antes de morir, viajó hacia el futuro, de alguna forma, pasó un rato conmigo, se llevó una foto, volvió a su lecho de muerte, le contó de mí y murió triste, y ahora usted ve su sonrisa. ¿Cómo se explica eso?
-Ella me dijo que el tiempo era todo el tiempo.
-Esa mierda taoísta no explica un carajo lo que carajo pasó.
-Ella no quería morir en un día mierda, esas fueron sus palabras.
-Eso es lo de menos, estamos hablando de poder viajar a voluntad a través del tiempo y del espacio.
-Ella sólo quería tener un buen día.

Luego me acarició la cara y se retiró emocionada. Yo me quedé ahí, mirando el cielo soleado, sin poder entender cómo, ese día rancio y emocionalmente devastador que habíamos vivido, podía ser un buen día. Que días de mierda debió haber tenido esa chica, me dije y me reí. 

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